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La paradoja de los capitales

Contrario a lo que cabría esperar, los flujos de capital extranjero van de los países pobres a los ricos. Esto, que en apariencia es perverso, en realidad no lo es. ¿Por qué?

1 de septiembre de 2006

En una conferencia organizada por el Banco de la Reserva Federal de Kansas City, Raghuram Rajan, asesor económico y director del departamento de investigaciones del FMI, presentó las conclusiones de un trabajo reciente suyo, elaborado en conjunto con otros dos investigadores, que intentaba contestar la pregunta de si el papel que juega el capital extranjero en el proceso de crecimiento económico de los países es de colaboración o si es bueno o malo.

El trabajo concluye que, en el largo plazo, la apertura de la cuenta de capitales en los países no industrializados puede terminar no contribuyendo al crecimiento económico, si se tienen en cuenta las limitaciones financieras e institucionales en estos países. En otras palabras, esto significa que el patrón de los flujos de capital en la economía global puede no ser tan perverso como parece.

En teoría, según Rajan, hay tres razones por las cuales el capital debería fluir de los países ricos a los pobres. La primera, porque de acuerdo con el modelo neoclásico, el producto marginal de una unidad de capital es mayor en un país pobre, donde abunda la mano de obra y escasea el capital. La segunda, porque los países pobres más productivos, utilizan mejor el capital y, por tanto, deberían atraer más capital extranjero. Y, la tercera, porque el capital extranjero, al añadir recursos de inversión y tener beneficios colaterales, como la introducción de nuevas tecnologías de producción y de control, debería asociarse a un mayor crecimiento.

A pesar de la teoría, la evidencia muestra todo lo contrario. El capital no solo no fluye de los países ricos a los pobres, sino que entre el grupo de los países no industrializados no son los más productivos los que reciben los mayores flujos de capital. De hecho, ni siquiera parece haber para estos países una relación positiva entre crecimiento económico y dependencia de los flujos de capital extranjero.

Rajan tiene razones tanto benignas como malignas para explicar este comportamiento de los flujos. Desde la perspectiva benigna, para él es claro que los países no industrializados tienen en general poca capacidad para absorber capital extranjero.

De hecho, el uso relativamente bajo de capital extranjero por parte de economías en desarrollo exitosas, tiene más relación con la baja demanda por capital extranjero, que con la disposición de los países desarrollados de proveerlo.

La baja demanda a su vez está relacionada con el poco desarrollo de los sistemas financieros en estos países que lleva a que cuando se presentan oportunidades de crecimiento, se utilice el ahorro interno disponible para atender los requerimientos de inversión y no los capitales extranjeros.

Desde la perspectiva maligna, Rajan relaciona los flujos de capital extranjero con la revaluación de la tasa de cambio, lo cual reduce la competitividad de la economía y sobre todo de las exportaciones manufactureras, lo que en últimas termina afectando el crecimiento.

La evidencia

De acuerdo con la evidencia que presenta Rajan, el capital fluye de los países pobres a los ricos, lo cual ya había pasado en los años 80. Al eliminar a Estados Unidos de la muestra de países, por tener este país un déficit de cuenta corriente enorme, la brecha se reduce.

De otra parte, al hacer el ejercicio con los flujos de inversión extranjera (IED), el resultado es más acorde con la teoría en la medida en que el promedio ponderado del ingreso relativo de los países que reciben flujos de IED es menor que el de los que lo exportan. Sin embargo, desde los 90, el ingreso relativo de quienes lo exportan parece estar cayendo, en tanto que el de los receptores está subiendo, lo que lleva a concluir que los países ricos son usuarios netos de capital extranjero, mientras que los más pobres son proveedores netos de capital.

Para responder a la pregunta de cuál es, en el grupo de pobres, el país que más capital recibe, Rajan clasifica a los países no industrializados en tres grupos, cada uno con casi la misma población, de acuerdo con su tasa de crecimiento. En dos grupos aparte, ubica a China e India, debido a la magnitud de sus poblaciones. En este caso también, de acuerdo con la teoría, los países que más crecen deberían ser los que más capital reciben, porque ofrecen mejores oportunidades de inversión. No obstante, la evidencia muestra lo contrario.

Los países de alto crecimiento utilizan menos capital extranjero que los de bajo crecimiento. China, el país de mayor crecimiento en el mundo, es un exportador neto de capital. De hecho, entre 1985 y 1997, y en los años más recientes, los flujos han sido inversamente proporcionales al crecimiento. Entre 2000 y 2004, se observa lo contrario, en la medida en que todos, menos los países pobres de menor crecimiento, exportan capital.

De nuevo, cuando se trata de inversión extranjera directa, los movimientos son diferentes. En períodos largos, más IED va a los países que crecen más rápido, pero nuevamente hay un reversazo en los últimos años, en los que los países de más alto crecimiento recibieron menos IED que los de lento crecimiento.

En cuanto al tema de si los países con mayor dependencia de capital extranjero son los que crecen más rápido en el largo plazo, la respuesta de Rajan es no. Los países no industrializados que utilizan menos financiación externa, o exportan más ahorro, crecen más rápido, mientras que lo contrario sucede con los industrializados.

Para analizar este punto, los investigadores observaron países con inversión alta y baja, así como con ahorro alto y bajo para establecer cuál es la combinación óptima de estas dos variables —ahorro e inversión— para el crecimiento.

La evidencia muestra que los países que invierten más, crecen más que los que invierten menos; pero son los países que invierten más y ahorran más (dependen menos del capital extranjero) a los que les va mejor. De hecho, entre los países que invierten más, los que más ahorran (tienen menores déficits de cuenta corriente) crecen un 1% más por año que los países que ahorran menos. Lo que esto significa es que el ahorro interno es mucho más importante para el crecimiento económico que el externo. Aunque esto es cierto para los países no industrializados, no lo es para los industrializados.