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George Soros vendió el cierre de su fondo Quantum como la solución para dedicarse de lleno a la filantropía. Sin embargo, muy pocos le comieron cuento.

Coyuntura Internacional

El secreto de Soros

George Soros, el más célebre especulador del planeta, se retira de Wall Street. Detrás hay una genial jugada para hacerle el quite a una ley y preservar los secretos de su negocio.

3 de agosto de 2011

La noticia cayó como balde de agua fría. George Soros, el especulador más famoso en la historia del planeta, se retira de Wall Street. El multimillonario de 81 años anunció el cierre de Quantum –su fondo de inversiones de alto riesgo–, tras casi cuatro décadas de operar en la Gran Manzana. Ya no volverá a manejar la plata ni el capital de terceros. A partir de ahora se dedicará a gestionar exclusivamente su patrimonio familiar. “Nuestros servicios solo estarán disponibles para las cuentas de la familia Soros y sus entidades relacionadas”, dijo el magnate en un comunicado de prensa.

Se trata del último paso de un proceso que comenzó en el año 2000, cuando Soros dejó de aceptar nuevos inversionistas en su fondo privado. El motivo: entregarles el manejo de la compañía a sus hijos, Robert y Jonathan, y poder dedicarse a sus labores de filantropía. Precisamente, la filantropía fue la razón que dio Soros para cerrar su fondo Quantum. Pero muy pocos se comen el cuento. Pese a que en los últimos 30 años ha destinado unos US$8.000 millones a labores de beneficencia y altruismo, lo que hay detrás de su salida de Wall Street obedecería a otros motivos distintos. Concretamente: a preservar los secretos de su negocio.

Gato encerrado

Nacido en Hungría en 1930 y sobreviviente del holocausto nazi, Soros saltó a la fama mundial por su habilidad para especular con la fluctuación de las principales monedas. Tan solo en septiembre de 1992 ganó más de US$1.800 millones cuando apostó en contra de la libra esterlina y por poco quiebra al Banco de Inglaterra.

En los últimos años, este tiburón de Wall Street se dedicó a hacer plata en los principales mercados internacionales. Una de sus plazas más famosas es la Bolsa de Nueva York. Allí fundó hace 40 años Quantum, un fondo para inversiones de altísimo riesgo. Su premisa: alta incertidumbre a cambio de altos retornos. Allí llegaron inversionistas de todas partes del mundo buscando apostarle a la ruleta de las bolsas.

Hoy, ese fondo maneja activos por US$25.500 millones. Según The Wall Street Journal, Soros devolverá la plata a sus inversionistas entre finales de este año y principios de 2012. El monto a reintegrar: unos US$1.000 millones.

Al devolverle esa plata a sus dueños, Soros estaría buscando hacerle el quite a una ley que pasó la administración de Barack Obama, más conocida como Dodd-Frank. Se trata de una ley que obliga a todos los fondos privados de Wall Street a entregar información detallada sobre todos sus clientes, empleados y activos a la Comisión de Valores antes de marzo de 2012.

La idea con esta legislación es evitar que se repita lo de Lehman Brothers en 2008. En aquel entonces se vinieron abajo más de 1.400 fondos de inversión y cientos de miles de personas perdieron los ahorros de toda su vida. El propósito de la ley es reducir los riesgos para los US$2 billones que mueven actualmente estas firmas.

¿Héroe o Villano?

Más allá de aplaudirla, los analistas de Wall Street han visto esta jugada de Soros como una forma de burlar el sistema. Sobre todo en un momento en que el gobierno de Estados Unidos quiere evitar que los fondos sean estafas similares a la creada por Bernard Madoff.

“Sorprende cómo hombres tan ricos como Soros están tan dispuestos a rechazar cualquier cambio en la legislación para hacer el sistema un poco más seguro”, asegura el analista de Fortune, Duff McDonald.

Así las cosas, Soros le ha demostrado una vez más al planeta entero que es un genio de la especulación. Solo que esta vez los mercados le leyeron sus verdaderas intenciones, con una jugada que dará mucho de qué hablar en el mundo financiero durante las próximas semanas. En lugar de quedar como el gran filántropo, quedará, posiblemente, como el gran avivato.