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El clima está loco

Una temporada de huracanes muy activa se aproxima a los océanos Atlántico y Pacífico. Los pronósticos son preocupantes y los costos multimillonarios.

16 de septiembre de 2011

Desde 1985, Nueva York no se veía amenazada por los efectos de un huracán. Por eso, la llegada del huracán Irene, el pasado 28 de agosto, causó revuelo nacional y obligó a la evacuación de más de 370.000 personas en la ciudad y más de un millón de personas en la costa Este, al corte de fluido eléctrico para unas 900.000 personas, y generó destrozos que hoy se calculan en más de US$12.000 millones.

No es frecuente que los huracanes afecten a la ‘capital del mundo’. De hecho, hasta mediados del siglo XX los meteorólogos estimaban que la posibilidad de que los huracanes afectaran a Nueva York se daba cada 150 años. Pero los cambios en materia climática están corriendo a un ritmo frenético. En otras palabras, el clima está loco.

Por ello, las alarmas están encendidas en la actual temporada de huracanes, que arrancó en junio pasado y va hasta noviembre próximo, y que afectará por igual las poblaciones ubicadas sobre los océanos Atlántico y Pacífico.

Sobre el Atlántico, los pronósticos son preocupantes. La firma privada Weather Service International pronosticó que esta será una temporada más activa que la normal, con “amenaza significativa” de su llegada a tierra. La previsión apunta a la formación de 17 tormentas nombradas, nueve huracanes y cinco huracanes intensos –de categoría tres o mayor–.

Para el Pacífico las previsiones son similares. Allí, la presencia de ‘ciclones’, como se les denomina a los fenómenos que se forman en las aguas de este océano, será mayor al promedio histórico de 1950 a 2010, de acuerdo con el centro de investigación de la Universidad de Colorado. El centro estima que en la temporada habrá 16 ciclones tropicales, siete de ellos alcanzarían la categoría de tormentas tropicales, cuatro huracanes moderados y cinco huracanes intensos.

Hasta el pasado 8 de septiembre, ya se habían formado en el Atlántico ocho huracanes: Arlene, Bret, Cindy, Don, Emily, Frankin, Gert, Harvey, Irene, José, Katia, Lee y María. En el Pacífico, ya habían pasado Adrian, Beatriz, Calvin, Dora, Eugene, Fernanda, Greg, Hilary y estaba en formación Irwin.

Los nombres no se escogen al azar. Aunque durante la Segunda Guerra Mundial los meteorólogos optaron por designar las tormentas con los nombres de sus esposas o novias, esta tradición terminó en 1979, cuando comenzaron a utilizarse alternativamente nombres femeninos y masculinos en orden alfabético. Cada año, antes de que comience la temporada de huracanes, se divulgan los 21 nombres asignados y está previsto que si se forma un mayor número de tormentas, se utilizará el alfabeto griego.

Los nombres de la lista se repiten cada seis años, pero se retiran aquellos que han sido especialmente destructivos, por respeto a las víctimas y a sus familias. Esto se hizo con el nombre Katrina, con el que se denominó el huracán que en septiembre de 2005 destruyó buena parte de Nueva Orleans, en Estados Unidos: no fue utilizado en la actual temporada –cuando debería repetirse– y en su lugar se usó el nombre de Katia, que terminó siendo una tormenta tropical. Otros nombres de huracanes que fueron retirados por el alto número de víctimas ocasionado en la temporada de 2005 son Dennis, Rita y Stan.

Cuando todavía queda un mes y medio para que termine la temporada de huracanes, las alarmas siguen encendidas porque las previsiones apuntan a una temporada tormentosa en materia climática.