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A partir de octubre, Luis Alberto Moreno estará al frente del BID.

El cambio que espera el BID

El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el colombiano Luis Alberto Moreno, tiene una oportunidad de oro para reformar esta entidad.

5 de agosto de 2005

El escritorio de Luis Alberto Moreno en la presidencia del IFI en el edificio Avianca de Bogotá estaba casi siempre libre de papeles. Su estilo de decisiones y acciones rápidas no permite que se acumulen pilas de documentos. Revisa, analiza y distribuye con enorme velocidad las tareas y verifica con rigor implacable el resultado de sus encargos. Ese estilo de los 90 es en realidad su sello y será el que llevará desde el 1 de octubre a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

Complementará la velocidad para decidir con su probada habilidad diplomática, que le servirá para entender a los gobiernos y vincular al Banco a sus estrategias de desarrollo con programas conjuntos. En este tipo de relaciones, los observadores aseguran que el hasta ahora embajador de Colombia en Washington tendrá un desempeño muy destacado.

Sin embargo, a este ejecutivo, fogueado en tareas de gobierno y de empresa privada, le esperan algunos trabajos ingratos. El Banco Interamericano necesita un fuerte cambio organizacional.

En declaraciones a la prensa después de su nombramiento, Moreno dijo que no hará modificaciones de fondo en el Banco. Pero no hacerlas sería un error. Los analistas, los prestatarios y los funcionarios de la entidad esperan grandes transformaciones. Confían en que se revitalice una estructura vieja, que tiene poca influencia en la política de los países, que no muestra una gran capacidad de análisis y que está perdiendo relevancia en la financiación regional.

Si Moreno no opta por el cambio, estaría perdiendo una oportunidad institucional incomparable. En su primer 'cuarto de hora', puede mover muchas fichas en el organigrama y mejorar el perfil de la entidad.



Mejor estructura

El BID es una entidad compleja, llena de reglas no escritas. Una de ellas es la distribución de los puestos clave. Tiene dos vicepresidencias, una ejecutiva y otra de finanzas y administración. La primera ha estado reservada para un ciudadano estadounidense y la segunda para un brasileño. En este momento, el vicepresidente administrativo es Joao Sayad, contrincante de Moreno en el proceso de elección, quien se retirará como había dicho que lo haría si perdía la designación.

De la vicepresidencia ejecutiva dependen los tres departamentos de operaciones (Sur; Andino y Caribe; Centroamérica y México), que son el corazón de la institución. Las gerencias de las regiones han sido en general para un estadounidense, un brasileño y un argentino. Los tres gerentes regionales se retirarán en unas semanas, uno por haber sido nombrado en la oficina de representación en París y los otros por haber cumplido la edad de jubilación.

Incluso si Moreno decide mantener el balance de nacionalidades en los puestos clave, la renovación de personas podría ayudar a modificar la operación de la entidad. Hasta hoy, el consenso es un elemento fundamental en el BID. En su versión original, la regla no escrita prescribía que el Banco no haría nada en lo que hubiera algún desacuerdo entre los mandos relevantes. Esta práctica evitó las confrontaciones entre áreas y complicó las decisiones, porque la facultad de veto la ejercen casi todas las instancias.

El segundo elemento que caracteriza al Banco son los procedimientos. Muchos de ellos son largos y no siempre ayudan al rigor del análisis de los proyectos o a la agilidad de los desembolsos. En el BID se quejan de que aunque siempre se cumplen los procedimientos, a veces parecen sustituir una buena capacidad de análisis.

Los consensos, los procedimientos y un esquema de autoridad lleno de recovecos conforman lo que algunos de los estudios sobre el Banco llaman la 'estructura de silo', una organización feudal, en la que hay varios centros de poder sin comunicación real entre ellos.

Así, por ejemplo, los departamentos de la vicepresidencia administrativa (legal, finanzas, integración, investigaciones económicas, recursos humanos y sistemas) son unidades de apoyo que, salvo excepciones, no tienen mayor injerencia en las decisiones de los departamentos operativos.

Una reforma administrativa debería tocar los órganos máximos del BID. Los directores residentes, uno por cada país miembro, se llevan el 10% del presupuesto y tienen fama de hacer una intensa labor de microadministración que no hace más eficiente la gestión del Banco.



Cambio de orientación

Otro problema es que los países más grandes de la región pueden acceder directamente al mercado de capitales en buenas condiciones financieras. Esto reduce la demanda de créditos de la entidad.

Para enfrentar la disminución de su mercado, el Banco diseñó varias salidas. Una de ellas es prestarles a los gobiernos con líneas de crédito más ágiles y más atados a políticas que a proyectos.

Una salida es prestarles a los gobiernos subnacionales, como departamentos y municipios. La estrategia parece adecuada, pero el problema es que el Banco pide garantía de la Nación para esas operaciones. Algunos consideran que esa práctica evita que los organismos territoriales aumenten su responsabilidad tributaria.

Otra salida es prestarle al sector privado para infraestructura pública o desarrollar el mercado de capitales. Esta es una estrategia que no termina de aclimatarse. Algunos funcionarios piensan que la asociación con empresarios privados es la mejor forma de promover un desarrollo autónomo en los países de la región. Otros, en cambio, le temen a que la participación del BID en una empresa baje el costo de conseguir recursos para el receptor y se convierta en un subsidio difícil de justificar.

Sin importar el debate de su conveniencia técnica, quedaría por ver si esas tres opciones son suficientes para que el BID crezca su cartera en los próximos años y la respuesta parece ser negativa. Por eso, aparecen tres vías adicionales que muestran otros bancos multilaterales.

La primera se podría llamar la vía de la Corporación Andina de Fomento, CAF. Este banco andino ha crecido su cartera en 12% compuesto anual entre 2000 y 2004, hasta US$7.104 millones. Lo logró con una campaña de capitalización de la entidad, que a fin de 2004 tenía casi US$2.800 millones en capital, y con celeridad en el estudio y el desembolso sus créditos. Moreno conoce bien el proceso, porque fue miembro de la junta de la CAF como presidente del IFI y como ministro de Desarrollo. En el BID, sin embargo, piensan que, a pesar de su crecimiento, la entidad andina está acumulando un gran problema. Tiene su portafolio en préstamos arriesgados (35% en créditos sin garantía de la Nación), concentrados en cinco países (91%), y pocos sectores (78% en infraestructura y desarrollo social).

La otra podría ser la vía del Fondo Monetario Internacional, FMI. Este multilateral es bastante bueno en préstamos de emergencia o a países con dificultades. Su cartera valía US$101.600 millones en 2004. Tiene una buena influencia en el manejo macroeconómico de los países, pero sus recomendaciones de política generan antipatía entre los países obligados a cumplir y, en muchas ocasiones, parecen inconsistentes en el tiempo.

Por último, podría estar la del Banco Mundial. Esta entidad conoce bien a sus clientes y ofrece diseños de proyectos con su staff, quizás la burocracia más calificada del planeta. El Banco tiene una muy buena cultura técnica.

Además de la reorganización administrativa, Luis Alberto Moreno debe escoger la estrategia que le devuelva la relevancia al BID. Tal vez una mezcla de la audacia de la CAF, de la celeridad del FMI en atención a los países y de la capacidad de análisis del Banco Mundial podría ser la combinación perfecta. Con un mandato fuerte como el que trae, representado en el respaldo de la Casa Blanca, esto es muy posible.