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Dólar vs. euro

Estados Unidos apuesta a que la debilidad de su moneda ayude a su reactivación económica por la vía de las exportaciones. El mundo teme que, en el intento, se profundice la recesión global.

27 de junio de 2003

En junio, la devaluación anual de la moneda estadounidense frente al euro llegó a 20%. Esto significa que hoy un producto europeo es 20% más costoso en dólares que uno estadounidense, lo cual les resta competitividad a las exportaciones provenientes de los países de la zona euro. Por su parte, el yen también se ha valorizado frente al dólar, en tanto que el oro cuesta hoy 6% más, en dólares de lo que valía a comienzos de año.

El dólar se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza para los demás países desarrollados. Con este comportamiento de las tasas de cambio, es muy difícil que la demanda de Estados Unidos jalone el crecimiento de Europa o Japón, como ocurrió en otras oportunidades cuando la economía mundial salió de etapas recesivas. Por el contrario, el dólar débil fomenta las exportaciones de Estados Unidos y reduce la competitividad de sectores críticos en Europa, para los cuales la demanda de los consumidores de Estados Unidos es básica, como el turismo.



Por qué cae el dólar

Varios factores explican la caída del dólar, pero ninguno de ellos es nuevo. De hecho, han coexistido en momentos de apreciación del dólar. Entonces, ¿qué ha pasado? El factor principal es un cambio de actitud de parte de las autoridades económicas de Estados Unidos. Aunque ellas insisten en que no han abandonado la política del dólar fuerte, la caída de la divisa, que hasta ahora no parece tener fin, indica todo lo contrario: quien emite los dólares está interesado en que su valor baje.

La política de un dólar débil está encaminada a reducir el impacto de los llamados "déficits gemelos" sobre las posibilidades de crecimiento económico para Estados Unidos. En los años recientes, ese país volvió a tener elevados déficits externo y fiscal simultáneamente, una situación que ya se había presentado en la segunda mitad de los años 80. Mientras que el déficit corriente llega a 4,8% del PIB; el déficit fiscal, a mayo, era de 2,9%.

La presencia simultánea de estos dos déficits crea grandes riesgos, pues hace que la economía sea altamente vulnerable a la entrada de capitales del extranjero. El economista Fred Bergsten, del Institute for International Economics, calculó en mayo de 2002 que Estados Unidos necesitaba conseguir más de US$2.000 millones netos diarios en los mercados internacionales de capital, simplemente para financiar el déficit. Eso crea un riesgo muy grande, pues la captación de recursos en el mercado de capitales es realizada por el Tesoro estadounidense, lo cual genera una creciente deuda pública que, de nuevo, incrementa el déficit fiscal. El riesgo, en ese escenario, es que los mercados dejen de prestarle al país, lo cual precipitaría una caída drástica de la moneda y una crisis económica.

Las circunstancias han cambiado radicalmente frente a las que se presentaban hace 3 años. Cuando Estados Unidos crecía a tasas anuales cercanas al 3,5%, la rentabilidad de sus empresas atraía a los inversionistas del mundo y los recursos externos financiaban sin dificultad el déficit que crecía año tras año. Ahora, la situación es otra. El declive de las ganancias corporativas se refleja en la caída de las bolsas, que ya no ofrecen el atractivo de hace dos años. El ahorro mundial no se dirige hacia ellas, se demandan menos dólares y cae su precio. La entrada de capitales extranjeros, que hasta 2000 financió el déficit corriente, ha disminuido vertiginosamente por el crash bursátil y, más recientemente, por la desconfianza en las prácticas contables de algunas de sus empresas emblemáticas. Entre 2000 y 2002, las compras netas de activos estadounidenses bajaron de US$978.000 millones a US$560.000 millones, y la inversión directa extranjera se redujo considerablemente.

Otro factor que también pesa en el desplome del dólar es el diferencial de tipos de interés entre Estados Unidos y Europa. A pesar de las reducciones adoptadas por el Banco Central Europeo, la rentabilidad en la zona del euro es más elevada y activos denominados en dólares son convertidos a euros para cruzar el Atlántico en busca de mayores rendimientos.

La corrección, luego de la fuerte sobrevaloración que había alcanzado el dólar hasta octubre de 2000, explica otra parte de la historia reciente del dólar. Ese año, la bolsa llegó al nivel máximo del boom de la nueva economía y atraía activos de todo el mundo fortaleciendo al dólar que avanzaba al ritmo del mercado de acciones. Si el auge bursátil resultó en una burbuja que pronto se desinfló, es natural que el dólar también reaccione para corregir su valor.

En los mercados financieros, hoy otros activos diferentes a la moneda estadounidense son más atractivos para los inversionistas mundiales. Estados Unidos ha dejado de ser la aspiradora de recursos del resto del planeta y los capitales se están moviendo hacia otras latitudes.

El comportamiento de la economía de Estados Unidos en el último año ha tenido una fuerte incidencia en este resultado, pues la debilidad de los principales indicadores confirmó las expectativas de los inversionistas y estimuló la reducción en el flujo de recursos hacia ese país. Ni siquiera durante el conflicto de Iraq el dólar se fortaleció, negando su condición histórica de moneda refugio en momentos de tensión geopolítica. Incluso en los meses recientes, cuando las bolsas de valores han tendido a recuperarse, la evolución del tipo de cambio ha seguido su trayectoria hacia la devaluación.

El dólar no ha caído más aún porque los fundamentos macroeconómicos en la Unión Europea y Japón no son mejores que los de Estados Unidos. Por esto, es factible que su precio baje aún más frente al euro y al yen.



Las consecuencias

El riesgo al que temen las principales economías del mundo es que la debilidad del dólar tarde más en reactivar la economía estadounidense que en debilitar al resto del mundo desarrollado. Por esta razón, Horst Koehler, director gerente del FMI, hizo un llamado a los bancos centrales y a los gobiernos del mundo para que se pongan de acuerdo y actúen conjuntamente, en caso de que el dólar se siga debilitando.

Para Colombia, la depreciación del dólar frente al euro y el yen tiene un efecto fundamentalmente positivo. Una recuperación de la economía estadounidense por cuenta de la mayor devaluación favorece a Colombia, en la medida en que lleve a un aumento del consumo en Estados Unidos y de su demanda por importaciones.

En la medida en que el peso colombiano mantenga una tendencia a la devaluación frente al dólar, Colombia se beneficia, pues más del 50% de sus exportaciones tiene como destino Estados Unidos.

Por otra parte, más allá del comercio exterior, en los mercados de capital los inversionistas se están desplazando hacia los países emergentes en busca de mayores rentabilidades ante la depreciación del dólar, los bajos rendimientos en Estados Unidos y la falta de claridad respecto a la capacidad de las economías europeas para crecer. Esto es positivo, en la medida en que los países emergentes logren canalizar estos recursos hacia inversión productiva. En Colombia, el ingreso de estos capitales ya se ve en la bolsa de valores y ellos explican parte del excelente comportamiento de la misma en los últimos meses, así como la reciente revaluación del peso. Sin embargo, no hay que perder de vista el hecho de que este es un fenómeno coyuntural y puede revertirse en cualquier momento.

El descenso del dólar favorece a Colombia. Como van las cosas, la tendencia de largo plazo del precio del dólar en Colombia apunta hacia la devaluación del peso. Las perspectivas de nuevos hallazgos de petróleo son poco optimistas y el país aún tiene mucho trabajo por hacer en cuanto a las exportaciones. Es el momento para que nuestros exportadores aprovechen la ventaja cambiaria en Estados Unidos con miras a adquirir posiciones importantes en ese mercado.