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CONTAMINACIÓN

La nube de esmog sobre Bogotá genera costos por $2 billones

Muerte y sobrecostos para los bogotanos es lo que deja la nube de polución que día tras día respiramos los 8 millones de habitantes. Las pérdidas anuales para la ciudad llegan a $2 billones, pero lo peor es que miles de muertes se podrían evitar.

8 de marzo de 2019

Lo peor de toda la historia que rodea los penosos días de contaminación en Bogotá no está atado a las molestias que se generan por el pico y placa. Lo más complejo es que desde 2011 está engavetado en un archivo del Distrito un plan a 10 años que buscaba descontaminar el aire de los bogotanos.

Si eso se hubiera implementado se habrían evitado unas 1.500 muertes de niños por año asociadas a temas respiratorios y se habrían generado unos ahorros por $16 billones entre 2010 y 2020.

Ese Plan Decenal de Descontaminación del Aire en Bogotá fue elaborado por la Universidad de los Andes, luego de una inversión de $2.000 millones que hizo el Distrito.

Peor aún, el concejo de la ciudad adoptó este plan mediante el decreto 098 de marzo de 2011. Todo quedó en el papel y los platos rotos se pagan hoy.

Según la detallada investigación de la Universidad de los Andes, liderada por el actual Vicerrector, Eduardo Behrentz, las mejoras ambientales que se lograrían a través del Plan de Descontaminación, conllevarían a beneficios muy importantes para los habitantes de la ciudad. “Para el caso de la población infantil de la ciudad, se evitarían unas 27.500 hospitalizaciones por causas respiratorias, 75.000 atenciones en salas ERA y alrededor de 7.500 atenciones en unidades de cuidados intensivos. Adicionalmente, estaríamos bajando un escenario de 1.500 casos potencialmente evitables de mortalidad en niños”, concluye el informe.

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Para el caso de los adultos, “la implementación del plan representaría evitar la muerte de 14 mil personas, más 40 mil casos de atención en urgencias y alrededor de 11 mil casos de atención hospitalarias por causas respiratorias”.

Los costos de las medidas para mejorar el aire que se detallaron en 2011 ascienden a $1,7 billones (para ejecutarse en el periodo 2011- 2020), mientras que los beneficios se calcularon en $16 billones en ese periodo. En resumen, por cada peso que se hubiera invertido en la descontaminación del aire bogotano se habrían logrado beneficios económicos de $9.

No solo mejoraba la vida de las personas, era un buen negocio.

¿En qué consistía el plan?

La formulación de soluciones eran tan simples como efectivas. La Universidad de los Andes concluyó que la instalación de filtros en los buses del SITP, así como la formalización de empresas en Bogotá - que podrían pasar del uso del carbón al gas natural- contribuirían notablemente a mejorar la concentración de material particulado en la Capital.

Las medidas son sencillas: instalar catalizadores oxidativos en todos los vehículos de transporte de carga que circulen en Bogotá, medida que también debe aplicarse a los vehículos nuevos; instalar estos mismos catalizadores y sistemas secundarios de inyección de aire en motocicletas de menos de 250 cc y la transformación tecnológica de todas las industrias que usan carbón para que se pasen al gas natural y renovar las flotas del SITP, son algunas de las estrategias que debían implementarse.

Las gráficas que proyectó en su momento la Universidad de los Andes daban cuenta de una caída dramática en los niveles de contaminación del aire en Bogotá. En 2008 se registraron unas 2.500 partes por millón (material particulados, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono e hidrocarburos) con una proyección a 2020 de 500 partes.

Lo más curioso del tema es que uno de los investigadores de este estudio es Juan Pablo Bocarejo, actual secretario de Movilidad y el responsable del pico y placa ‘de emergencia’ que se vive este fin de semana en Bogotá.

El Ministerio de Transporte ha pasado de agache en este tema pues es necesario que se tomen medidas como la instalación de estos filtros, con especial urgencia a los vehículos de carga que hace años cumplieron su vida útil.

Así mismo, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) concluyó en un informe en 2017 que los costos en la salud asociados a la degradación ambiental en Colombia ascienden a $20,7 billones, equivalentes al 2,6% del PIB del año 2015, relacionados con 13.718 muertes y cerca de 98 millones de síntomas y enfermedades.

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Dentro de estos costos, la contaminación del aire urbano aportó el 75%, con $15,4 billones (1,93% del PIB de 2015) asociados a 10.527 muertes y 67,8 millones de síntomas y enfermedades.

El DNP concluyó en ese entonces que a la contaminación del aire interior se atribuyen 2.286 muertes y 1,2 millones de enfermedades con costos por mortalidad prematura y atención de enfermedades que superan los $3 billones, equivalentes al 0,38% del PIB del 2015.

En cuanto a la distribución de las muertes, el mayor porcentaje es aportado por la contaminación del aire urbano con el 77%, le sigue la contaminación del aire interior con el 17% y por último las deficiencias en la cobertura de agua potable, saneamiento básico e higiene, con el 6%.

En Bogotá, el 10,5% (3.219) del total de las muertes que se presentan en la ciudad, son atribuidas a la contaminación del aire urbano, lo que generó costos estimados en $4,2 billones, equivalentes al 2,5% del PIB de la ciudad.

¿Por qué se quedó en el papel?

En diálogo con DINERO, el profesor Eduardo Behrentz explica que las tres últimas administraciones  (Moreno, Petro y Peñalosa) no han hecho mayor cosa para mejorar la calidad del aire en la ciudad.

“No se hizo nada. Se asignaron recursos y equipos pero no hubo avances”, dijo.

El académico fue más allá y aseguró que esta situación va a seguir pasando en la ciudad “con más frecuencia y cada vez más grave”.

Behrentz dijo que es necesario que este tema sea incluido en la agenda pública y política de cara a las próximas elecciones de octubre.

Así mismo, aseguró que no es cierto que solo el Ministerio de Transporte o Ambiente pueden regular el tipo de vehículos que se pueden usar. El Distrito podría expedir una norma que obligue la instalación de filtros o la renovación de los automotores. En últimas, se trata de una responsabilidad compartida entre el Distrito y la Nación.

Por último, dejó en el papel un dato poco más que preocupante: el 95% de la flota de carga pesada del país, es decir unos 400.000 vehículos que se mueven con diesel son los mayores causantes de la contaminación y ni siquiera entran en la clasificación Euro, de la que tanto se habla (Transmilenio pasará de Euro II a Euro V).

“Tampoco se le puede achacar a Ecopetrol que el diesel que distribuye en Bogotá es de mala calidad. En la actualidad, ese combustible que llega por tubo a Puente Aranda es uno de los mejores del mundo”, dijo. Es decir, el problema es que la tecnología de los buses es muy vieja.

El diagnóstico está y hace rato, es el momento de las decisiones.

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