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Competitividad: Mucho por hacer

Los resultados del Informe de Competitividad del World Economic Forum indican que Colombia aún tiene mucho por hacer para poder beneficiarse de los acuerdos de libre comercio.

16 de abril de 2004

En la negociación del Acuerdo CAN-Mercosur que acaba de firmarse y que entra en vigencia el 1 de julio de 2004 hubo mucha cautela por parte de los negociadores en el sentido de lograr plazos de desgravación suficientemente amplios para que el sector privado colombiano se prepare adecuadamente para enfrentar la competencia. Esto era clave, pues los acuerdos de libre comercio deben ser benéficos para los empresarios para que también lo sean para el país.

Sin embargo, para poder sacarles partido a estos acuerdos no basta con que el sector empresarial se prepare, adecuando sus empresas, profesionalizándolas y volviéndolas cada vez más sofisticadas. Se requiere también que el gobierno y el Congreso trabajen conjuntamente para crear un entorno macro y empresarial sano que facilite el desarrollo de los negocios.

Colombia aún está lejos de tener estas condiciones. Así lo revelan los resultados más recientes del Informe de Competitividad Global, que prepara cada año el World Economic Forum, WEF o Foro Económico Mundial, con base en los índices de competitividad del crecimiento y de competitividad de los negocios que calcula para un determinado número de países, cada año. En 2003, el número de países aumentó de 80 a 102, que en conjunto representan el 97,8% del PIB mundial. Pero antes de entrar en el detalle de los resultados del índice, es preciso entender el verdadero sentido de la palabra competitividad.

Por lo general, por competitividad se entiende la participación de un país en los mercados mundiales, lo cual lleva a un juego de suma cero en el cual la ganancia de un país implica necesariamente la pérdida para otro. Esta definición -que no es correcta- se presta para defender todo tipo de intervenciones por parte de los gobiernos como subsidios, reducción de salarios y devaluación de la moneda. Lo grave de esta definición es que cuando se actúa con base en ella, en realidad se hace en contra del progreso del país.

La competitividad se relaciona con la prosperidad. La calidad de vida de un país está dada por la productividad de su economía, la cual se mide por el valor de los bienes y servicios producidos por unidad de recursos humanos, de capital y naturales. La competitividad se mide por la productividad. La productividad le permite a un país tener salarios altos, monedas fuertes, oportunidades de negocios y, con esto, un buen nivel de vida.

La economía mundial no es, por tanto, un juego de suma cero. Muchas naciones podrían aumentar su prosperidad, si aumentan su productividad. La clave está en generar las condiciones para el crecimiento rápido y sostenido de la productividad. Esto requiere el trabajo conjunto de todos los actores.



El informe

de competitividad

El informe de la competitividad global que evalúa la competitividad económica de un gran número de países se basa en:

* el índice de competitividad de crecimiento, creado por Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia y John W. McArthur, de The Earth Institute, y

* el índice de competitividad de los negocios, desarrollado por Michael Porter, de la Universidad de Harvard.



El índice de competitividad de crecimiento se utiliza para analizar el potencial de las economías para lograr un crecimiento económico sostenido a mediano y largo plazo. El índice se basa en tres ideas. La primera es que el proceso de crecimiento económico puede analizarse a partir de 3 categorías: el entorno macro, la calidad de las instituciones públicas y la tecnología. Para cada tema se construye un índice y a partir de ellos se produce el índice general.

La segunda es que, aunque la tecnología es -en última instancia- la fuente del crecimiento, su origen varía para cada país. En las economías desarrolladas, la innovación es la principal fuente de los avances tecnológicos. En las menos desarrolladas, la tecnología llega en parte por innovación pero también por copia y adaptación del conocimiento. En ellos, el mayor crecimiento aún se logra por mejoras en las condiciones macro y las instituciones.

Para captar esto, el índice separa los países en dos grupos. Los innovadores "core" y los innovadores "non-core". Los "core" son aquellos países cuyo crecimiento está jalonado por su capacidad para innovar porque están cerca de la frontera de la tecnología. Los "non core" dependen más de la adaptación al medio de la tecnología extranjera. La división está dada entre aquellos que tienen más de 15 patentes por millón de habitantes y los que no.

Para establecer que la innovación es más importante para los "core", el índice de tecnología da un mayor peso a este factor para estos países. De otra parte, la adaptación de la tecnología recibe mayor peso para el caso de los "non core" y se captura mediante el subíndice de transferencia de tecnología.

La tercera idea detrás del índice global de competitividad es que la importancia de los determinantes de la competitividad varía entre los dos tipos de países. Hacer las cosas bien en el ambiente macro y las instituciones es un tema crítico para los países "non core", en tanto que para los "core" no es un problema. En su lugar, la tecnología se ha convertido en el factor crítico para crecer.

En 2003, se añadió un nuevo criterio en la evaluación de las condiciones macro que, al incorporarlo a los resultados del año anterior, cambia ligeramente los resultados. El nuevo criterio examina el desperdicio en el gasto público (subsidios distorsionantes, mala asignación de recursos públicos, confianza en la honestidad financiera de los políticos). A raíz de este cambio, la posición de Colombia en el ranking mundial pasó del puesto 59 al 63 en 2003 y del 56 a 61 en 2002.

El índice de competitividad de los negocios, por su parte, mide la capacidad empresarial de las compañías en cada país, así como el entorno general para llevar a cabo los negocios. Este índice es clave, ya que en el nivel microeconómico se genera la riqueza de los países que, específicamente, depende de la habilidad de las empresas para crear bienes y servicios con valor a partir de métodos eficientes.

Para su cálculo se parte de dos subíndices, el primero mide la sofisticación de la operación y la estrategia de las empresas y, el segundo, la calidad del entorno empresarial nacional. Para Michael Porter, creador del índice, la sofisticación con la cual compiten las empresas locales o extranjeras en el mercado interno y la calidad del ambiente empresarial en el que operan, son determinantes, pues en últimas, la productividad de un país está determinada por la productividad de sus empresas.

Sin embargo, la sofisticación y la productividad de las empresas están relacionadas con la calidad del ambiente empresarial nacional. Las estrategias de las empresas más productivas requieren gente más capacitada, buena información, procesos gubernamentales más eficientes, infraestructura adecuada, mejores proveedores, instituciones de investigación avanzadas y más presión competitiva, entre otras cosas. Esto es lo que pretende captar el índice de competitividad de los negocios en cada país.