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Colombia puede convertirse en una de las grandes despensas del mundo

Colombia muestra un fuerte potencial, a nivel mundial, al contar con tierra suficiente para expandir sus cultivos y ser un proveedor fuerte de alimentos.

29 de septiembre de 2016

Apoyar el desarrollo productivo y mejorar la competitividad del agro colombiano es una tarea que no se puede postergar por más tiempo, especialmente ahora, con la reducción de los precios de los hidrocarburos y minerales exportados por Colombia, y con la necesidad apremiante de reconfigurar la producción y oferta para el exterior.

También hay una razón poderosa. Según el Fondo Internacional para Desarrollo Agrícola (Fida), en el año 2050 la producción de alimentos en los países de desarrollo tendrá que duplicarse, teniendo en cuenta el crecimiento del ingreso disponible de las economías emergentes, la mejora de la calidad de la dieta y del incremento en la población mundial, que se estima en 9.000 millones de personas.

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Ante este panorama, la FAO sostiene que Colombia puede convertirse en una de las grandes despensas del mundo: es uno de los siete países en Latinoamérica con mayor potencial para el desarrollo de áreas cultivables. “Entre 223 países en los que se evaluó el potencial de expansión del área agrícola –sin afectar el área del bosque natural– esta nación ocupó el puesto 25, ya que de las 22 millones de hectáreas cultivables, solo están sembradas 4,8, sin incluir el potencial de la Altillanura, estimado en 3,5 millones de hectáreas”, enfatiza la entidad.

Sin embargo, la FAO reitera que 80% de la cantidad de alimentos nuevos que se produzcan para 2050 tendrá que contar con mayor eficiencia en el parque productivo y que solo 20% será de nuevas áreas. Esto constituye un gran desafío para iniciar una verdadera transformación del sector productivo nacional, con mejores tecnologías, agricultura de precisión, automatización, economías a escala, mejoras genéticas y valor agregado.

¿Cómo está hoy?

El ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Aurelio Iragorri Valencia, enfatiza que el agro está en un proceso de cambio que se inició recientemente, el cual está marcado por el aumento en el interés de hacer negocios; y esto se ve reflejado en las intenciones de los pequeños y medianos productores (actuales actores de Colombia Siembra); en las apuestas agroindustriales que nacen y en los diferentes fondos de inversión, que enfocan sus intereses en el desarrollo productivo del campo.

Según explica, el acceso a mercados externos se ha venido fortaleciendo de manera paulatina y a mediano plazo se podrán ver exportaciones importantes de productos como carne bovina, frutas (aguacate Hass y piña), cacao, piscicultura y cafés especiales, entre otros, llamados a liderar el crecimiento.

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“Sin embargo, el Gobierno debe promover el fortalecimiento y desarrollo de macroproyectos que, de manera inclusiva, logren los estándares de calidad y cantidad requeridos por el mundo. Este esfuerzo ya dio comienzo de forma articulada con el sector privado, en la intención de consolidar clústeres productivos con orientación exportadora. Aun así hay que reconocer que el sector cuenta con rezagos que generan desventajas y que obstaculizan el aprovechamiento del potencial. La informalidad en la tenencia de la tierra y en los canales de comercialización, los altos costos logísticos y el conflicto armado son apenas algunas de las limitantes históricas. Aunque actualmente el Gobierno avanza hacia las soluciones, a través de las vías 4G, el acuerdo de paz y el fortalecimiento de las agrupaciones de productores”, anota el Ministro.

Para la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) existe algo mucho más vital que ayudará a subirle el estrato al campo y quitarle ese estigma de ‘Cenicienta’ dentro de las prioridades del Gobierno: adjudicarle un presupuesto decoroso.

“Es preocupante el descenso de 33,6% en el presupuesto público para el agro, que pasó de $2,5 billones en 2016 a $1,7 billones a 2017. Esta baja deja la institucionalidad pública del sector en una grave situación, teniendo en cuenta que es el momento de poner en marcha distintos proyectos y el trabajo de diferentes instituciones, para ofrecer mejores oportunidades a la población rural, especialmente bajo una política que brinde garantías después de la firma definitiva del Acuerdo de Paz”, subraya Rafael Mejía López, presidente saliente de la SAC y nuevo presidente de la Bolsa Mercantil.

Agrega la SAC que hay seis puntos a los que se les debe dar la mayor importancia: aranceles, agua e infraestructura, legislación laboral, mecanización, asistencia técnica e impuestos (incentivos tributarios para atraer más inversión al sector).

“Para que se puedan atender estas prioridades rurales es necesario que el Gobierno entienda que la tarea no depende de una sola entidad, sino que es transversal y requiere del apoyo y del aumento de presupuesto de varios ministerios para beneficiar el campo, como por ejemplo: el de Educación (que participa con 19,7% y el crecimiento fue de 6,3%), el de Vivienda, Ciudad y Territorio (participa con 2,2% y aumentó 16,9%) y el de Trabajo (que aporta el 16,2% y creció en 13,1%), entre otros”, agrega Mejía.

Las cifras

Una radiografía de las cifras en los últimos tres lustros (2000-2015) permite establecer la situación del sector. Según la SAC, en el año 2000 se produjeron en Colombia 25’669.000 toneladas de alimentos (aquí se incluye la parte agrícola y pecuaria); se exportaron 4’082.000 y se importaron 5’508.000.

En 2015 se produjeron 32’016.000 de toneladas, con un crecimiento de 2,7%; se exportaron 4’276.000, con un incremento de 4,8% y se importaron 11’403.000 toneladas. “Esto quiere decir que 30% de lo que se consume en el país es importado”, sostiene Rafael Mejía.

A junio de este 2016 Colombia importó 6’700.000 toneladas de alimentos; es decir, 11,4% por encima del mismo periodo de 2015. “A esto hay que explicar los efectos coyunturales desde 2015, como el fenómeno de El Niño, las heladas, el paro camionero y la devaluación. Pero calculamos que a diciembre de este año la inflación de alimentos llegará a 8,10% y la general a 7%”, agrega Mejía.

¿Cuál es la estrategia? Iragorri anota que, “teniendo en cuenta los resultados de diversos estudios que corroboran el potencial de Colombia como productor de alimentos para el mundo, fue que nació el programa Colombia Siembra, como un plan que da los lineamientos de política pública para el desarrollo de un millón de hectáreas nuevas. En su construcción, los aportes de diferentes gremios permitieron evidenciar oportunidades de emprendimiento en las diferentes cadenas productivas. Para el mercado local, el arroz, maíz, caucho y forestales han sido priorizados. Para el fomento de las exportaciones, las frutas, el cacao, la piscicultura, la carne bovina y los aceites refinados que ofrecen oportunidades.

“Este programa –dice Iragorri– ha tenido muy buena acogida en el ámbito nacional y ha permitido contrastar las metas de la política pública con las intenciones de desarrollo en los diferentes departamentos para el sector agropecuario. En un escenario de largo plazo, Colombia Siembra aportará bases consolidadas que continuarán apalancando el fortalecimiento agropecuario del país en el marco de buenas políticas públicas”.

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Fortalecer lo rural

Hay cifras que insinúan cambios en lo social. Por ejemplo, la pobreza. Según la SAC, en 2010 la pobreza urbana era de 33,3% y la rural de 49,7%, mientras la total fue de 37,2%. La brecha entre ambos alcanzó 16,4%. Para 2015, la urbana bajó a 24,1%, la rural a 40,3% y la total en 27,8%, pero la brecha se mantuvo: 16,2%.

La pregunta es ¿qué se puede hacer para mejorar la condición de la población rural, conformada por cerca de la tercera parte de la población –14 millones de personas–? “Además del Acuerdo de Paz, el campo requiere empresarización, buscando una mayor rentabilidad a través de una mejor productividad; es la manera en que puede empezar a cambiar su situación”, agrega Mejía López.

Según el Banco Mundial, el crecimiento económico que ofrece la agricultura es 2,7 veces más efectivo para reducir la pobreza, que el que se presenta en otros sectores. Esto se debe al efecto multiplicador que tienen las inversiones en el área, las cuales impactan entre 30% y 80% el resto de la economía.

Según Mejía, el país tiene mucha tierra y necesita fortalecer el Estado, para poderla trabajar con todas las garantías. “Según el censo de 2010, tenemos 110,4 millones de hectáreas, de las cuales 42,3 millones son para uso agropecuario, 33,8% es para pastos y 8,4% para cultivos. Esas hectáreas están presentes en 5’300.000 en cultivos permanentes y 1,1 millones en cultivos transitorios y 610 hectáreas en otros. El sector agrícola produce 60% de ese valor, del cual 30% son cultivos transitorios (arroz, papa, hortalizas, etc.) y 70% de cultivos largos; mientras el pecuario tiene 21% con productos bovinos, 16% avícolas y 3% porcícolas. Este PIB de 2015 creció 3,3% frente a 2014”.

Para el líder gremial, si el sector rural cuenta con excelentes bienes públicos, seguridad jurídica y tributación, que inviten a invertir, el país puede enfocar sus objetivos al estudio realizado por la Ocde, la FAO y la Usda, que dice que de aquí al año 2020 el precio que más va a aumentar es el de las proteínas animales y vegetales.

Además considera que con garantías de logística o de traslado del producto desde el sitio de producción hasta el puerto; seguridad en los lugares de producción y en los caminos; con asesoría y capacitación a la población rural; con unas buenas condiciones de vivienda y con agua y distritos de riego, “podemos enfocar el mercado hacia estas áreas a 2020, y mejorar la fuerza exportadora nacional. El objetivo es que todas estas entidades, en conjunto, trabajen unidas por una riqueza agraria de Estado, cuyo lema sea: El campo es mi prioridad”, reitera el presidente de la SAC.

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Por su parte, el Ministro de Agricultura considera que el reto principal para el posconflicto será generar la confianza para invertir en el campo, sin importar el tamaño. “En los últimos años se han incrementado los fondos de inversión con enfoque agropecuario en Colombia, y varios de ellos cuentan con Finagro como inversionista ancla”, dice.

Agrega que en la actualidad hay cerca de 120.000 hectáreas de cultivos permanentes que están cobijadas por la exención del impuesto de renta, siendo la palma de aceite el principal subsector beneficiado.

Para 2020, su cartera visualiza un campo diferente, en el que las cadenas productivas, como las frutas, el cacao, la carne bovina y la piscicultura habrán avanzado en su desarrollo y serán las protagonistas en la oferta exportable del país. “En arroz y maíz esperamos competir con la producción de terceras naciones; además, que cadenas productivas en fase de desarrollo temprana encuentren nichos de mercado que apalanquen su desarrollo competitivo. Si Colombia avanza en esta dirección, cumplirá con los requisitos existentes en los comercios extranjeros, abastecerá la demanda nacional y continuará con la inmersión de la producción en los mercados internacionales”, pronostica. Amanecerá y veremos..

Cosecha de créditos Con un mejor portafolio, ágiles respuestas y hasta tasas beneficiosas, el sector financiero busca la forma de apoyar el emprendimiento y el desarrollo en el campo.

En materia de crédito agropecuario y rural, el Gobierno viene afinando la estrategia.

De hecho, pese a la desaceleración del crédito en los primeros seis meses del año, debido al alza en las tasas de interés, el sector tuvo una irrigación de crédito por valor de $8,1 billones.

Lo interesante es que, de acuerdo con el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Aurelio Iragorri, el crédito para el campo –a través de Finagro– aumentó 27% con respecto al mismo periodo de 2015, al totalizar $4,9 billones.“Los desembolsos –señala Iragorri– a pequeños productores aumentaron 18%, lo que demuestra mayor acceso (porque el número de operaciones creció) y más inyección de capital de trabajo para las etapas primarias de las cadenas agropecuarias”.

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Así mismo, los desembolsos del Banco Agrario de Colombia crecieron 23% en valor, a $3,2 billones, de los cuales $1,9 billones fueron desembolsos para el renglón de agropecuarios y rurales a 196.000 productores. Finagro, particularmente, durante el primer semestre colocó 121.343 créditos, de los cuales 83,6% correspondió a pequeños productores (110.582 créditos), que se tradujeron en $839.667 millones para el desarrollo de actividades productivas.“Las cifras nos muestran un excelente comportamiento del crédito con crecimientos muy importantes. Se destaca que en el primer semestre accedieron al crédito en condiciones Finagro 11.317 nuevos productores, de los cuales 84% corresponde a pequeños”, sostiene Carlos Ramiro Chavarro, presidente de Finagro.

Se han logrado disminuir los tiempos de respuesta en las solicitudes de los pequeños productores agropecuarios en promedio unos siete días, al pasar de 18 a 11 días en los últimos dos años. Así mismo, se destacan los desembolsos de crédito de Finagro, que sumaron $8,5 billones, gracias a los cuales se apoyaron 227.000 proyectos y se beneficiaron cerca de 214.000 productores y empresarios agropecuarios. “En cuanto a las garantías, como administramos el Fondo Agropecuario de Garantías (FAG), avalamos a los productores ante los diferentes intermediarios financieros”, subraya el presidente de Finagro.

Para el Ministro, aunque se ha avanzado en los últimos años, todavía quedan grandes retos en materia de acceso a crédito. “El Censo Nacional Agropecuario muestra que solo 11% de las unidades productivas solicitaron crédito. Para tal efecto, el objetivo es fortalecer los programas de las entidades; el Banco Agrario, por ejemplo, está comprometido a ofrecer servicios financieros cada vez más adecuados, para lo que se busca que los créditos comprendan los periodos de gracia requeridos y definan la frecuencia y plazo de pago de acuerdo con los ciclos productivos”.

Tecnología y educación, las claves

El campo se debe tomar en serio, redoblando esfuerzos para no solo ampliar la extensión de suelo cultivado, sino también formar técnica y profesionalmente a su población y ofrecerle las más avanzadas herramientas de trabajo.

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Si el objetivo es poder llevar al sector agropecuario a otros niveles y enfrentarlo a satisfacer una la demanda internacional, hay dos puntos fundamentales que no se pueden dejar al azar: el desarrollo tecnológico y la preparación educativa en el campo.

La tecnología será una herramienta clave para hacerlo más competitivo, e incluye la adquisición de una avanzada maquinaria agrícola o mecanización, automatización, equipos de poscosecha, distritos de riego, redes de frío, almacenamiento, tecnologías de punta y economías a escala.

Sin embargo, la era virtual hace que el agro sea mucho más dinámico, tenga herramientas más eficientes y les dé acceso a muchas personas que antes no lo tenían.“Para agilizar esta actualización tecnológica, disponemos de herramientas financieras para acompañar las inversiones de los productores hasta en 40%.

En lo que va de 2016, el Incentivo a la Capitalización Rural invirtió más de $94.000 millones apoyando la actualización tecnológica de productores en todo el país. Este apoyo permitió apalancar $392.431 millones en inversiones de productores pequeños, medianos, grandes y asociados”, sostiene el ministro Iragorri.

En el campo de la educación y capacitación, el Ministro enfatiza que “las escuelas de emprendimiento rural han mostrado ser una gran alternativa de educación práctica para la población rural. En la actualidad, el Ministerio cuenta con la experiencia de Fundapanaca, que ha permitido capacitar a más de 600 líderes campesinos, entre 2015 y 2016, para que repliquen el conocimiento en sus regiones. Al finalizar este año se espera contar con 400 líderes adicionales capacitados. Además, cada uno de ellos queda con el conocimiento necesario para formar a ocho personas por año”.

Se destaca la presencia regional del Sena y la oferta relacionada con el sector, con programas académicos prácticos en articulación con varios de los gremios de la producción. Esto permite desarrollar las capacidades requeridas y generar mano de obra calificada. Por otro lado, es necesario fortalecer los convenios internacionales y la apertura para que profesionales de otros países vengan a Colombia y transmitan sus conocimientos.

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