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Competitividad

Cómo se construye la competitividad

La visita de Michael Porter al país pone de nuevo en el tapete la discusión sobre los factores que necesita Colombia para ser más productiva y para construir una economía más próspera para sus habitantes. Los métodos para adoptar tecnología y el desarrollo del entorno de negocios son la clave.

15 de octubre de 2005

La visita al país el próximo 20 de octubre de Michael Porter, pionero en los temas de competitividad de las naciones, despertó un interés renovado en el tema. Es un buen momento para revivir la discusión sobre productividad y eficiencia, cuando Colombia de nuevo se pregunta qué debe hacer para aumentar su tasa de crecimiento económico y, cómo mejorar el nivel de vida de todos sus habitantes.



Los datos del World Economic Forum (WEF) entregan algunas respuestas. Más de 20 años de estadísticas para algo más de 100 países permiten llegar a cuatro conclusiones claras sobre el proceso de desarrollo. En general, muestran la importancia de los factores empresariales e institucionales -microeconómicos- para acelerar la competitividad. Y entre ellos, para Colombia, la necesidad de mejorar en la capacidad de adoptar tecnología.



La primera conclusión que sacan los estudios del WEF es que la calidad de la administración macroeconómica es crucial, pero no es el único elemento que debe preocupar al sector público para hacer que una economía crezca. Debe garantizar la transparencia de su gestión, la eficiencia de los jueces, la facilidad de los trámites y definir su actitud de confianza, miedo o ambivalencia frente a las relaciones con el resto del mundo, y además, debe aumentar la eficiencia del país para absorber las innovaciones técnicas, un aspecto que está muy relacionado con la calidad de la educación.



La segunda es que la importancia de todos estos factores varía de un país a otro, dependiendo de su desarrollo. En particular, el WEF define tres etapas específicas para el desarrollo. La primera es el crecimiento motivado por la disponibilidad de factores productivos; la segunda, ocurre cuando el crecimiento es movido por las mejoras en la eficiencia productiva y la tercera, cuando lo induce la innovación. Cada etapa requiere condiciones distintas.



La tercera conclusión es que la importancia de los determinantes del crecimiento cambia con el tiempo y en particular, con las fuerzas de la globalización. La inflación, por ejemplo, ya no es tan importante en el mundo como lo fue en los 70.



Por último, que el entorno microeconómico es crítico para la competitividad nacional "ya que la riqueza es realmente creada por las empresas que operan en una economía", dice un informe del WEF.



Distintas Vías hacia la cima

De estos análisis queda claro que hay varios caminos para llegar al éxito competitivo. Algunos países -como Finlandia- tienen instituciones particularmente fuertes y las empresas operan en un entorno de gran transparencia y respeto a la ley. Las instituciones no son un elemento menor. De hecho, le sirvieron al país nórdico para ser el más competitivo del planeta de acuerdo con las clasificaciones del WEF.



Otros, como Estados Unidos y Japón, son extraordinariamente fuertes en tecnología. Pero no son buenos en todo. Ninguno de los dos sobresale por su manejo macroeconómico, pero quedan en los puestos 2 y 9 del ranking de competitividad mundial.



Por su parte, los países nórdicos, que en conjunto son los más competitivos, tienen uno de los niveles de vida más altos del mundo y un manejo macroeconómico sobresaliente.



Instituciones, tecnología o macroeconomía son vías para ser competitivos. El WEF mide estas tres dimensiones por separado y las resume luego en el Índice de Competitividad para el Crecimiento (ICC), que define la posición competitiva de cada país. Con este índice, Colombia ocupa el lugar 57 entre 117 países. Cuando se fracciona en sus componentes, se encuentra que en instituciones sale mejor librada, al conseguir el puesto 49. En entorno macroeconómico queda relegada a un pobre 61, en particular por la inhabilidad de controlar los problemas de déficit y pensiones que se traducen en un régimen de impuestos con tarifas demasiado elevadas (ver gráfico). Pero la peor parte está en tecnología, en la cual el país ocupa el lugar 74.



Para conseguir un crecimiento balanceado, es importante salir de la condición atrasada en tecnología. Por supuesto, no se trata de promover la investigación de cielo azul. "A pesar de que la tecnología importa mucho, importa de maneras distintas para países distintos, dependiendo de su estado de desarrollo", señala el Informe de Competitividad del WEF. Así, por ejemplo, la innovación puede ser crucial en Suiza, pero en Colombia es más importante la adopción de tecnologías disponibles en el mercado. Por eso preocupa menos el número de patentes obtenidas en el año, que la calidad de la educación, el entrenamiento profesional y el número de estudiantes matriculados en ingenierías y ciencias biológicas.

También es difícil pensar en adoptar tecnologías más avanzadas, cuando, como lo identifica el Ministerio de Comercio en sus estudios sobre restricciones a la competitividad, el país tiene una de las tarifas de energía más altas de la región (ver gráfico), y cuando cobra por el agua de uso industrial más que los vecinos. Con datos del Ministerio, en 2003 en Bogotá se pagaban US$1,58 por m3 de agua en la industria, en Cali US$1,47 y en Medellín US$1,22. Mientras tanto, en Lima pagan US$0,93 y en Managua US$0,57.

"La educación y el nivel al cual los países son capaces de mejorar las habilidades y el entrenamiento de la fuerza de trabajo han obtenido una importancia creciente como indicador del potencial de crecimiento futuro", dice el informe de WEF. Esa sigue siendo la clave para el desarrollo colombiano en tecnología, sobre todo, porque el país seguramente nunca podrá optar por el modelo de mano de obra barata (ver gráfico).



Otras tareas

¿Pero sería la adopción de tecnología donde el país puede ganar mayor competitividad más pronto? La respuesta es sí, pero hay que hacer más. Por ejemplo, construir un entorno más atractivo para los empresarios.



La competitividad de las empresas depende, en líneas gruesas, de la sofisticación de las operaciones y las estrategias de las empresas y, de otra parte, de la calidad del entorno para los negocios.



En el Índice de Competitividad de las Empresas que mide el WEF, Colombia ocupa el lugar 56 entre 116. En sofisticación empresarial está en el puesto 49, un lugar asimilable al de un país de Europa del Este. Mientras tanto, en calidad del entorno de negocios, se ubicó exactamente antes de China y en su grupo cercano están Brasil, Costa Rica, Turquía, El Salvador, Indonesia y Kazajstán, un grupo que con pocas excepciones no tiene un ambiente favorable para los negocios.



La fórmula para subir en la tabla es sencilla. Los países con el mejor índice de competitividad de las empresas en el mundo -Estados Unidos, Finlandia, Alemania, Dinamarca y Singapur, entre otros- son buenos en las dos dimensiones: sofisticación administrativa y entorno de negocios. A medida que se baja en el ranking, la calidad del entorno se vuelve el más importante para determinar el lugar del país.



Por eso, para que el país tenga empresas más competitivas debe invertir en perfeccionar sus instituciones. Esto incluye temas tan diversos como mejorar las telecomunicaciones, la calidad y moderar el costo de la energía, eliminar trámites, erradicar la corrupción y desarrollar los mercados financieros.

Pero las decisiones relevantes no implican la fusión de dos oficinas públicas ni deben tener la envergadura de una central hidroeléctrica. En muchos casos, la solución está en el detalle. A pesar de que se ha avanzado en reducción de trámites, los costos de la formalidad siguen siendo elevados. Cuando solo los formularios para declarar impuestos nacionales y municipales valen $111.000 al año, casi la tercera parte del sueldo mensual del propietario de muchas de las microempresas del país, las cosas no marchan bien para la formalización empresarial.



La competitividad es una colección de factores, políticas e instituciones que determinan el nivel de productividad de un país y que por esa vía afectan el desempeño de la economía y la riqueza de los ciudadanos de un país. Escoger los caminos que aumenten la competitividad como lo hará el 20 de octubre en Cartagena un grupo de empresarios con Michael Porter es un reto interesante, que ojalá permita cerrar la brecha que hay entre el dicho y el hecho, lo realmente imprescindible para el país.