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Alejandra Carvajal Reyes, Phd en Derecho, con DEA en Economía Financiera y Contabilidad. Consultora, especialista en Finanzas del Clima. | Foto: Archivo privado

ANÁLISIS

Colombia y el Nobel de Economía

Colombia no puede seguir metiéndole goles a los organismos internacionales, disfrazando la realidad. Y lo que es mucho peor, el país no puede seguir dándole prelación a otros temas, pues como bien advierte el IPCC, el futuro de la humanidad está en juego y nuestro país no es la excepción.

18 de octubre de 2018

La comunidad científica celebra de manera reciente la asignación del premio Nobel de Economía a William Nordhaus y Paul Romer. Los modelos macroeconómicos diseñados por ellos demuestran que, sin lugar a dudas, el cambio climático y el uso de nuevas tecnologías tienen un papel determinante en el desarrollo y producción de los países.

Ambos modelos económicos parten del modelo neoclásico de crecimiento desarrollado por Robert Sollow en 1956. En este se plantea que el progreso tecnológico es la única fuente de desarrollo económico cuando se mantiene constante el crecimiento de la población, siendo este de carácter exógeno, es decir, que la tecnología aumenta sin que la economía dirija recursos para ello.

La variación de este modelo, el endógeno, propuesto por Romer, afirma que es fundamental que la economía implemente recursos y esfuerzos para el desarrollo de conocimiento y de los avances tecnológicos. Su trabajo se cimenta en la creación de condiciones adecuadas para el desarrollo tecnológico, lo cual genera en el largo plazo más innovación e inversión en el capital humano. Es así como el conocimiento puede ser un motor de expansión económica, siendo las decisiones económicas y las condiciones de mercado determinantes para el desarrollo de nuevas tecnologías, las cuales actúan en favor del desarrollo sostenible.

De otro lado, William Nordhaus plantea a través de sus Modelos Integrados de Evaluación (Integrated Assessment Models , IMAs), que el remedio más eficiente para combatir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) es la creación de un esquema global de impuestos al carbono, los cuales deben ser aplicados de manera uniforme en todos los países del mundo. Es así como Nordhaus extiende el modelo de Solow, introduciendo externalidades negativas, tales como el calentamiento global producido por las emisiones de GEI.

El enfoque que da Nordhaus es similar al de Arthur Pigou, quien propuso en los años 20 del siglo XX, que “el que contamina, paga”, sugiriendo que los impuestos podrían ser una medida gubernamental para frenar la contaminación. Asimismo, Nordhaus también replica las propuestas de Ronald Coase (premio Nobel de Economía en 1991), al manifestar que un sistema de comercio global de emisiones de carbono pondría un límite a las emisiones siempre que estas se restrinjan lo máximo posible, lo cual generaría un precio alto en el mercado.

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El premio Nobel otorgado a Romer y Nordhaus llega simultáneamente con el último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cual enciende todas las alarmas, afirmando que las decisiones que se tomen en los años siguientes serán determinantes para el futuro del planeta.

¿Qué pasa con Colombia?

Una de las recomendaciones que la Ocde hizo al gobierno colombiano para poder ingresar a este organismo fue la implementación de impuestos verdes (Pigou, Nordhaus), lo cual se materializó en la última reforma tributaria por medio del impuesto al carbono.

La recomendación de la Ocde fue clara, al señalar que la finalidad de este tipo de impuestos era actuar en pro del ambiente y en contra del cambio climático; sin embargo, el impuesto al carbono que comprende el Estatuto Tributario no es efectivo, ya que no se restringe la contaminación como externalidad negativa, puesto que el precio del combustible es completamente inelástico.

Esto significa que a pesar de que el precio aumente la demanda no disminuye, entre otras porque los incentivos para la utilización de nuevas tecnologías y nuevos combustibles no generadores de GEI son escasos en nuestro país, es decir, los consumidores no tienen otras alternativas.

Del impuesto al carbono se recaudaron en 2017, $476.000 millones, de los cuales el sector ambiental no ha visto hasta ahora uno solo, ya que olímpicamente el gobierno anterior dio la interpretación que quiso al estatuto tributario y adjudicó estos recursos al Fondo para la Paz.

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Con relación a la inversión en conocimiento, desarrollo y tecnología, si bien es cierto que tal y como lo advierte la Ocde se ha aumentado por cuenta del aumento del presupuesto de regalías, en la vida real, al igual que con el impuesto al carbono, $1,3 billones que habían sido asignados al Fondo de Ciencia y Tecnología el gobierno pasado los reasignó para el desarrollo de proyectos de infraestructura.

Así las cosas, Colombia no puede seguir metiéndole goles a los organismos internacionales, disfrazando la realidad. Y lo que es mucho peor, el país no puede seguir dándole prelación a otros temas, pues como bien advierte el IPCC, el futuro de la humanidad está en juego y nuestro país no es la excepción.

Por: Alejandra Carvajal Reyes, 

Phd en Derecho, con DEA en Economía Financiera y Contabilidad. Consultora, especialista en Finanzas del Clima.

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