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¿Puede América Latina participar en las cadenas globales del comercio?

Diversificar exportaciones va más allá de apoyar iniciativas de emprendedores.

22 de mayo de 2015

Un estudio del Banco de Desarrollo de Asia encontró que de US$2.000 millones de exportaciones en teléfonos Iphone desde China, tan sólo US$73 millones corresponden a valor agregado en China. Esto es lo que se ha dado en llamar las cadenas de valor globales (CVG), en las cuales las empresas fragmentan la producción de un producto en diversos países o entre geografías dispersas y donde especializan en cada una de ellas una contribución del proceso de manufactura del producto final.

La idea de producir todo el bien en un país y usando sólo recursos domésticos viene quedando obsoleta en un mundo mucho más especializado y competitivo.

¿Cuál es la perspectiva de América Latina para participar en las CVG?
Juan Blide, del Banco Interamericano de Desarrollo, señala que sería la forma ideal de “diversificar la producción y obtener la mejor transferencia de tecnología”.

América Latina crece menos porque es menos productiva, pero debe considerarse que las modernas cadenas productivas requieren grandes desarrollos logísticos y de infraestructura, para movilizar mercancías y modernos puertos agiles en cargue y descargue.

Las empresas internacionales saben que un país sin adecuada logística e infraestructura no puede ser parte de su cadena de valor y ese factor pesa más que los aranceles y las tarifas al comercio.

A su vez, un país debe tener varios acuerdos comerciales firmados de forma que sea viable importar y exportar a países en la cadena de valor. También resulta crítico que los procedimientos aduaneros estén armonizados, exista estabilidad jurídica y reglas estables para la inversión. Sin esos factores difícilmente América Latina puede incorporarse al moderno comercio mundial. Incluso puede perderse de las ventajas crecientes del comercio electrónico y beneficiar a pequeñas y medianas empresas.

Algunos resultados de investigaciones adelantadas resaltan que no solo se trata de logística sino de productividad del sector de servicios, pues en las exportaciones de manufacturas hay una importante componente de servicios de exportación y de comercio. En el G20 por ejemplo “la mitad de las exportaciones de bienes son exportaciones de servicios” señala Raed Safadi de la OECD.

Si las cadenas de valor globales son una realidad del comercio moderno, tanto el proteccionismo de aranceles como las ventajas de tasa de cambio serían inocuas. Una depreciación de la moneda doméstica no apoyaría del todo un aumento de las exportaciones en la medida que tendería a debilitar las importaciones por ejemplo.

Un informe del Banco Mundial a su vez resalta que la intensidad y calidad de integración de un país a las cadenas globales de valor se puede medir entre otros aspectos a través de los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante que determinan la composición del comercio. América Latina tiene apenas 30% de encadenamientos hacia atrás, es decir bienes comprados para elaborar bienes finales y 70% de encadenamientos hacia adelante, es decir ventas de bienes para ser usados en otros procesos productivos, lo que refleja su condición de proveedor de bienes primarios.

Otra forma de medirlo es a través de las fusiones y adquisiciones que implican llegadas de capitales del exterior. Inversión desde otras economías emergentes refleja que 92% de las fusiones y adquisiciones en la región fueron destinadas a sector primario.

Cadenas de Valor en Diferentes Regiones


Fuente: Banco Mundial