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Bernanke aprovechó el encuentro de Jackson Hole para lanzarle duros dardos al Congreso de su país, al que culpa de buena parte de la incertidumbre que reina por estos días en los mercados.

Coyuntura Internacional

Banqueros al banquillo

Jackson Hole, el encuentro más importante de todos los banqueros centrales del planeta, dejó más preguntas que respuestas. Bernanke contra la pared.

31 de agosto de 2011

Como dicen los ajedrecistas: en tablas. Así terminó el encuentro de banqueros centrales que se celebró el fin de semana el pasado 27 de agosto, en Jackson Hole, Wyoming. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, –quien presidió la reunión– no resolvió la principal pregunta con la que llegaron más de 100 asistentes de todo el mundo al evento: ¿se implementaría un tercer paquete de estímulos fiscales (QE3) en Estados Unidos?

En un discurso, para muchos difuso, Bernanke aseguró que aunque está dispuesto a dar apoyo al crecimiento de su país con medidas adicionales a las ya existentes, por ahora no emitirá un nuevo paquete de estímulos. Sus palabras dejaron impertérrito a más de uno y las reacciones no se hicieron esperar. Quienes apoyan la implementación del QE3 están convencidos de que si la FED no lo hace, podría haber una inminente doble recesión a la vuelta de la esquina.

El argumento de los escuderos del QE3 tiene que ver con el hecho de que el índice de la Reserva Federal de Richmond, que calcula un promedio entre la disminución y el aumento de la actividad manufacturera, acaba de sufrir su peor caída desde junio de 2009. Y, aunque la urgencia de poner en marcha un nuevo paquete de estímulos salta a la vista, por lo pronto habrá que esperar hasta el próximo 21 de septiembre, día en el que la FED hará una nueva reunión, que los expertos auguran más concluyente.

Pero mientras eso ocurre, Bernanke aprovechó el encuentro de Jackson Hole para lanzarle duros dardos al Congreso de su país. El funcionario responsabilizó al Parlamento de la desaceleración de la economía durante el segundo trimestre del año a una tasa de 1% anual. El mensaje del funcionario fue contundente: “el Congreso debe trabajar en pos de generar políticas de incentivos fiscales para impulsar la economía, y no depender estrictamente de la política monetaria”.

La única responsabilidad de la desaceleración no solo recayó sobre el Congreso. Para Bernanke, factores temporales como el incremento de los precios de los commodities y el terremoto de Japón, explican el frustrante crecimiento de la economía. Pese a lo anterior, el funcionario dejó claro en el encuentro que durante el segundo semestre ese desalentador panorama va a mejorar.

Las declaraciones de Bernanke no solo terminaron como un acertijo para los mercados financieros, sino también para el resto de banqueros centrales del mundo, que determinan parte de sus políticas al paso de la FED. De hecho, en el caso de Colombia, la incertidumbre externa ya llevó al Banco de la República a poner en pausa su política de incremento de tasas de interés, tras seis aumentos consecutivos en lo que va corrido de este año.

La última palabra aún está por decirse. Por ahora, solo se puede vislumbrar el gran compromiso que le espera a Bernanke para echar a andar hacia adelante la economía global. El mercado confía en sus buenas decisiones, que solo se conocerán a finales de este mes, cuando vuelvan a reunirse los bancos centrales. En consecuencia, el debate seguirá a la orden del día.