Ser maestros hoy

18 de mayo de 2007

El 15 de mayo se celebra en Colombia el día del maestro, lo cual constituye una buena oportunidad para hacer una reflexión sobre un campo profesional del cual depende en alto grado el desarrollo del país.

No es fácil ser maestro o maestra en el mundo de hoy. Muchos cambios han ocurrido en la sociedad y todos ellos afectan de manera muy fuerte el acontecer diario de la vida escolar, exigiendo de los educadores nuevas habilidades y nuevos conocimientos que usualmente no atraviesan por las aulas universitarias.

Nuestros estudiantes son muy diferentes a los de hace diez o quince años y, por supuesto, muy diferentes al recuerdo que tenemos los adultos de nuestros tiempos escolares. Quienes estudiamos en el colegio hace quince, veinte o más años, sabemos que por esos días los niños y jóvenes éramos relativamente dóciles, los adultos mantenían su autoridad sin necesidad de grandes esfuerzos y los niños y niñas más complicados o con menos motivación al estudio eran gradualmente excluidos de las aulas. Tampoco había una influencia tan marcada de los medios de comunicación que ahora distribuyen una enorme cantidad de información que generaciones anteriores no teníamos a la mano.

Las cosas, sin duda, han cambiado mucho. Nuestros estudiantes actuales son muy diferentes y las exigencias del mundo actual son mayores. Ya no es posible someter a niños, niñas y jóvenes a una obediencia ciega, no solamente porque ellos y ellas no la aceptan, sino porque se impone una pedagogía que les ayude a desarrollar una mayor capacidad crítica, una mayor autonomía sobre sus actos, un mayor desarrollo de su oportunidad de participación y un extenso espectro de conocimientos fundamentales para progresar en una sociedad basada en la inteligencia.

Se hace imperativo, entonces, la necesidad de ampliar la preparación intelectual de los educadores, de manera que logren integrar en una profunda cultura general los acontecimientos históricos y políticos del mundo, los dilemas éticos que surgen en sociedades marcadas por la diversidad, los avances vertiginosos que se dan cada día en el ámbito de la ciencia y la tecnología, los conflictos cotidianos que se manifiestan en la vida escolar y que provienen de las experiencias vividas por los estudiantes en sus familias, en sus comunidades y en el contexto de un país lleno de grandes injusticias, violencias y contradicciones.

Si bien muchos maestros le dan, todavía, una gran importancia a la didáctica específica de las asignaturas que enseñan, es indispensable tener en cuenta que su papel deberá ir fortaleciéndose en su capacidad de formar en los niños, niñas y jóvenes la capacidad de reflexión y comprensión sobre la multitud de circunstancias que afectan su vida y la de las comunidades en que viven. Seguramente tendrán que fortalecer nuevas habilidades que conduzcan a procesos de construcción social del conocimiento, pues así funcionan las sociedades actuales altamente dependientes de la ciencia y la tecnología. Se requerirá de ellos y ellas que formen en sus estudiantes modos de expresión que les permitan ingresar en el mundo de la política y en los circuitos globales de la comunicación. Y, por supuesto, se verán enfrentados con urgencia creciente a la necesidad de formar ciudadanos de pleno derecho, respetuosos de la ley, solidarios, recios de carácter, capaces de asumir responsabilidades públicas con los más altos niveles éticos.

No hay la más mínima duda de que la profesión del magisterio es dura, pues requiere años de preparación, experiencia y esfuerzos personales enormes. En esto, precisamente descansa su alta dignidad, pues cuanta mayor responsabilidad social se asume mayor dignidad adquiere quien ejerce la profesión a plenitud. Ser maestro o maestra hoy no es fácil, pero sin profesionales de las más altas calidades intelectuales y éticas no habrá posibilidades de progreso para las grandes mayorías de niños y niñas que desde la pobreza se debaten por hacer que sus vidas tengan significado.

Es claro que los primeros que deben tener conciencia de los nuevos desafíos que enfrentan son los educadores, pero también es muy urgente que el resto de la sociedad comprenda que sin un apoyo decidido a quienes se desempeñan en el magisterio será muy difícil un progreso notorio. Las dificultades que las nuevas realidades sociales imponen pasan necesariamente por los maestros, a quienes corresponde garantizar cotidianamente el derecho a la educación desde las aulas escolares. Para que puedan actuar debidamente requieren equipos, instalaciones, apoyo de diversos sectores como la salud y los organismos de seguridad, protección social y justicia. Pero, además, requieren estímulos y reconocimientos permanentes. No es sana una sociedad que cada semana condecora y destaca el sacrificio de soldados, policías y oficiales, mientras guarda el más profundo silencio en torno a la labor de los educadores que tienen que asumir responsabilidades muy grandes bajo condiciones de restricción económica evidentes.

Por esto, conviene una y otra vez, recordar el papel de los maestros y maestras que son los únicos representantes del Estado en los lugares más alejados del país.