Opinion on line

Precisiones al expresidente Uribe

En Colombia hay un conflicto armado, pero aceptar su existencia no significa legitimar a la guerrilla o conferirle estatus de beligerancia. La opinión de Ernesto Borda M.

Dinero
19 de mayo de 2011

El Derecho Internacional Humanitario establece que existe un conflicto armado cuando, en los hechos, se registran tres circunstancias: hay confrontación armada, ésta es de carácter permanente y se libra entre grupos o bandos organizados. Basta su convergencia para que exista la condición básica de aplicación de normas que regulan el comportamiento de los combatientes frente a los indefensos. No es necesario que se declare y ni siquiera que se reconozca por las partes en conflicto. De allí que la discusión que abre el expresidente Uribe sobre su existencia en Colombia sea inane.

Un asunto distinto es comprender el tipo de conflicto armado que se libra en Colombia y estimar sus efectos políticos internacionales y nacionales. Aquí es donde existen varias confusiones que es conveniente resolver.

No es cierto que reconocer la existencia del conflicto armado signifique legitimar a la guerrilla. El Derecho Internacional Humanitario no entra, en ningún caso, a evaluar las razones de la confrontación ni a considerar si los fines de quienes la libran son o no legítimos. Su interés exclusivo es regular los medios y métodos de combate; se soporta en una ética de medios. Si tras el conflicto armado hay un conflicto social es una discusión distinta y que no ha concluido en el país.

Reconocerlo, por el contrario, significa imponer a todos los combatientes las obligaciones jurídicas humanitarias. En nuestro caso, las establecidas en el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949 y su Protocolo II de 1977, previstas para los conflictos armados de índole no internacional. Al negar la existencia del conflicto en Colombia se incurre en la torpeza de exculpar a los insurgentes de esas obligaciones.

Tampoco es cierto que aceptar la existencia de un conflicto armado signifique conferir estatus de beligerancia a los guerrilleros. Tal condición solo podría reconocerse si éstas, como resultado de su acción armada lograran adquirir y mantener los atributos de un Estado. En tal caso tendrían el carácter de sujeto autónomo frente al derecho internacional, el conflicto pasaría a asemejarse a los de carácter internacional y el Derecho Internacional Humanitario aplicable sería el previsto para conflictos internacionales y no el aplicable en casos de conflicto armado no internacional.

Aunque el reconocimiento de la beligerancia ha sido una de las pretensiones más importantes de las guerrillas en Colombia, y para buscarla contaron en el pasado con aliados en el vecindario, hoy ese es un escenario imposible, tanto por razones militares como políticas. Esta institución hace parte de la prehistoria en las relaciones internacionales y eso lo han entendido hasta los viejos amigos de las insurgencias colombianas.

Decisiones del anterior gobierno dieron mayor relevancia a la discusión sobre el carácter beligerante de las guerrillas colombianas. Para recordar algunas, el anuncio de solicitud a las Naciones Unidas de la presencia de Cascos Azules en nuestro país -lo cual significaba una clara aceptación de la incapacidad de las instituciones para ejercer la soberanía sobre el territorio-, y la solicitud al presidente Chávez para intermediar en la liberación de quienes las Farc y él mismo consideraban “prisioneros de guerra”.

En resumen: por los hechos, y sin perjuicio de las palabras, en Colombia hay un conflicto armado. El único efecto real de reconocerlo es asegurar la aplicación de las obligaciones humanitarias de los combatientes. Aceptar su existencia no significa conferir un ápice de legitimidad a la guerrilla ni reconocer estatus de beligerancia. Es falso decir que aceptar su existencia es retroceder en la consolidación de la seguridad en el país. Por el contrario, si no existe conflicto armado se quedan sin sustento y legitimidad la búsqueda de soluciones militares y políticas a la violencia que vive Colombia.


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