Los Tea Parties y la desconfianza en el Estado

Por qué este movimiento es escéptico frente a la intervención estatal y a las políticas típicamente Demócratas. Sus posiciones se enmarcan en una tradición intelectual respetable, no es asunto de animadversión por Obama. Opinión de Daniel Gómez.

Dinero
6 de octubre de 2010

Los Tea Parties, son sin duda el fenómeno electoral del año en Estados Unidos. Con su ayuda, los Republicanos parecen tener buenas opciones de arrebatarles a los Demócratas las mayorías en la Cámara y hasta de pronto en el Senado. Como todo movimiento, los Tea Parties son heterogéneos y han terminado aglutinando a muchos de los que se oponen a las políticas del gobierno Obama: desde social conservadores, hasta anarquistas pasando por libertarios moderados (y menos moderados).

 

A pesar de lo disímil de las posiciones de muchos de estos grupos, el grupo libertario ha logrado, hasta el momento, fijar la agenda y los lineamientos básicos de muchos de los capítulos locales de los Tea Parties enfatizando una disminución del tamaño del Estado y principios de libertad individual. Naturalmente, grupos Demócratas sintiendo pisadas de animal grande, han hecho esfuerzos considerables por tipificar a los Tea Parties de racistas, supremacistas blancos, ultra-conservadores financiados por magnates inescrupulosos de intenciones oscuras.

 

Esa es la versión que he visto publicada en muchos medios Colombianos. En esta columna quiero argumentar que muchas de las posiciones de los Tea Parties se enmarcan en una tradición intelectual liberal respetable que debe ser entendida para no caer en la trampa de ver a los Tea Parties únicamente desde la perspectiva de su animadversión por Obama.

 

En mi primera columna para Dinero.com (Economistas de Izquierda contra Economistas de Derecha (09/22/2010)) mencioné 6 diferencias que resultan en una concepción bastante diferente del Estado en la sociedad. Esta semana quiero profundizar en el punto (4) La eficiencia del Estado, y en particular, esbozar las razones por las cuales el movimiento libertario es tremendamente escéptico cuando de intervención estatal y políticas típicamente Demócratas se trata.

 

Esta desconfianza se basa en las enseñanzas de varias escuelas de pensamiento y tradiciones intelectuales: 1) derechos individuales e individualismo; 2) la eficiencia de los mercados y los teoremas del bienestar (desarrollados matemáticamente por Allais, Lange, Arrow y Debreu) que formalizaron las ideas de los economistas clásicos como Adam Smith en su libro Riqueza de las Naciones; 3) el orden espontáneo y el problema del conocimiento y la información, desarrollado por la Escuela Austriaca y en particular Hayek y Mises; 4) la Escuela de la Escogencia Pública (o la toma de decisiones políticas) de Buckanan y Tullock; y 5) la Escuela de Bloomington en cabeza de Elinor Ostrom.

 

El punto de partida del liberalismo clásico y del libertarianismo es el individuo como unidad de análisis. El individualismo como filosofía política, filosofía moral y metodología hace énfasis en la libertad individual y los derechos inalienables de los individuos en contraposición con ideas totalitarias y colectivistas. Los individuos deben ser libres de vivir su vida como mejor les parezca siempre y cuando no interfieran con la libertad de otros de hacer lo mismo.

 

Teniendo su origen en la Era de la Ilustración y el desafío a teorías de gobierno que legitimaban regímenes monárquicos, las ideas de John Locke fueron inspiración para la Declaración de Independencia Americana y son el fundamento primordial de la desconfianza de libertarios hacia acciones estatales que violan libertades individuales so pretexto del “bien común”.

 

El liberalismo clásico del siglo XIX y las teorías económicas neoclásicas del siglo XX tomaron el liberalismo como punto de partida añadiendo ideas de libre mercado para argumentar que en el ámbito de sus decisiones económicas, el individuo también debería ser autónomo y libre. Los teoremas del bienestar, que muestran que dadas ciertas condiciones, el equilibrio de mercado es eficiente en el sentido de Pareto (nadie puede estar mejor sin que alguien este peor) y que toda asignación eficiente puede ser un equilibrio competitivo, le dieron un nuevo ímpetu desde la economía a las ideas que favorecían la libertad individual y la interacción libre en un sistema de mercado sobre otros sistemas de asignación de recursos guiados por el Estado.

 

Tal vez el mejor representante de este renacimiento fue Milton Friedman, quien adicionalmente, postuló la tesis de que todas las libertades—políticas, económicas, civiles—van de la mano y una no puede existir sin las otras.

 

El liberalismo clásico y el movimiento libertario no sólo se nutrieron de las ideas de equilibrio y la economía neoclásica. La Escuela Austriaca, representada por Hayek y Mises, enfatizando los procesos de mercado también sumó a la larga historia intelectual liberal. En particular, Hayek explicó en 1945 en el American Economic Review en su artículo “The Use of Knowledge in Society,” que luego apareció en el compendio de ensayos “Individualism and Economic Order,” cómo el sistema de mercado es un agregador de información dispersa. Ningún individuo, y ningún gobierno o junta planificadora, tiene la capacidad de agregar la información y los conocimientos repartidos en la sociedad para así poder determinar el mejor uso de todos los recursos disponibles. Sólo un sistema descentralizado donde la información se transmite a través de precios fluctuantes puede aspirar a lograr una asignación eficiente de recursos.

 

En los años 60 y 70 James Buckanan y Gordon Tullock iniciaron el área de economía conocida como “Public Choice” o la escuela de la escogencia pública. Esta nueva rama, junto con la “nueva economía política,” usa los instrumentos de la economía para analizar temas que tradicionalmente eran estudiados por politólogos. Al analizar el funcionamiento del Estado como se analiza cualquier otro actor económico, enfrentado a restricciones y respondiendo a incentivos y al reconocer que los agentes del Estado son gente de carne y hueso en lugar de déspotas benévolos omniscientes, la escuela de la escogencia pública y la nueva economía política permitieron entender fenómenos como la captura del Estado, el lobby y la apropiación de rentas, el proceso de formulación de la política económica y la corrupción. En general, nos permitió entender mejor el fenómeno de las “fallas del Estado” en contraposición a las famosas “fallas de mercado”.

 

El concepto de falla de mercado y de bien público desarrollado por Paul Samuelson sigue siendo la piedra angular de muchas de las justificaciones para programas de gobierno. Aun cuando Ronald Coase elocuentemente le restó importancia al fenómeno con su teorema de Coase y sus ejemplos históricos de provisión privada de “bienes públicos.” Más recientemente la Escuela de Bloomington y Elinor Ostrom han contribuido más ejemplos de situaciones donde Samuelson probablemente hubiera justificado una intervención estatal, pero donde las comunidades son capaces de resolver problemas sin necesidad de la mano del Estado.

 

Los cinco puntos anteriores enfatizan la superioridad de mecanismos de mercado en la asignación de recursos escasos, las posibles deficiencias en argumentos de fallas de mercado, y en caso de que si haya una justificación válida para la intervención del gobierno en un mercado, los muchísimos costos y riesgos asociados a la vulneración de libertades individuales, la posibilidad de fallas de gobierno debido a problemas de información y problemas de economía política.

 

Estos factores explican la desconfianza en soluciones estatales a problemas sociales y el deseo de reducir el tamaño del aparato estatal que oímos con frecuencia en las manifestaciones de los Tea Parties. Aun cuando ahora forman parte de una coalición extraña al lado de grupos poco o nada libertarios, los grupos genuinamente libertarios financiando y contribuyendo ideológicamente a este movimiento político, tienen la posibilidad de imponer los ideales liberales en el sentido clásico (con todo el bagaje intelectual que lo acompaña) sobre los intereses de los grupos conservadores opuestos a Obama y los Demócratas. Ojalá lo logren.


El autor es PhD(c) Business Economics, Universidad de Chicago