Opinión On Line

La Tierra: ¿acumulación o generación de riqueza?

¿Los artículos del Plan de Desarrollo sobre agricultura y desarrollo rural son micos? La oposición es buena con las palabras. Ahora resulta que todo lo que les disgusta o con lo que están en desacuerdo es mico. Opinión de Daniel Gómez Gaviria.

Dinero
24 de febrero de 2011

La oposición califica los artículos 45, 46 y 47 del proyecto de ley del Plan Nacional de Desarrollo sobre agricultura y desarrollo rural de “micos.” La oposición es buena con las palabras. Ahora resulta que todo lo que les disgusta o con lo que están en desacuerdo es “mico” del “uribo-santismo o del santo-uribismo.” La oposición dice que el “Plan de Desarrollo modifica a fondo la Ley 160/94 para promover la mayor concentración de la tierra en la historia del país.” La visión del gobierno es que “la tierra no puede seguir convertida en un mecanismo de acumulación de riqueza, sino en mecanismo de generación de riqueza.” El debate me hizo pensar en una famosa carta de Thomas Jefferson a James Madison.

 

En 1785, en carta a James Madison desde Fontainbleau, Thomas Jefferson hace una reflexión sobre la distribución de la riqueza en Francia y las lecciones que se deben tomar para los nacientes Estados Unidos. Jefferson comienza sus reflexiones después de encontrarse con una mujer desempleada y le dice a Madison que la fuente de esta pobreza es la concentración de la tierra en manos de pocos.

 

Critica en particular lo que hoy llamaríamos el especulador en tierras que invierte para engorde sin tener actividades productivas en la tierra. Jefferson concluye que “cuando existen en un país tierras ociosas y desempleados pobres, es claro que las leyes de propiedad han ido demasiado lejos hasta el punto de violar las leyes naturales.” Finalmente, Jefferson le dice a Madison que deben asegurar que el mayor número de gente posible sea propietaria de algo de tierra y que los minifundistas son la parte más preciada de un estado.

 

La Ley 160/94 parece calcada de las reflexiones de Jefferson. Y al igual que Jefferson, la oposición, la ley 160 y el artículo 64 de la Constitución del 91, parecen dar especial importancia a la tenencia de tierra y a las pequeñas propiedades en la construcción de un Estado justo. La razón parece ser un vínculo estrecho entre desigualdad en la tenencia de la tierra, desigualdad del ingreso, desigualdad del consumo y desigualdad en el bienestar de la población. Estos vínculos son débiles y cada vez serán menos relevantes, pero la ley 160/94 codifica esta visión a través de la Unidad Agricola Familiar, UAF, definida como la pequeña área que le permite vivir a una familia campesina y generar ahorros. Es una visión de pequeños productores en autarquía.

 

A pesar de la visión de un país de pequeños propietarios campesinos felizmente cultivando su parcela de la cual viven y ahorran, es difícil encuadrar esta visión con la transformación estructural de países en desarrollo, con las ganancias del comercio y la especialización, y las fuentes de crecimiento económico y prosperidad de un mundo globalizado donde el cambio tecnológico, las capacidades humanas y la productividad son las principales fuentes de riqueza. En efecto, la UAF parece más apropiada para tiempos pre-industriales como los de Jefferson que a los tiempos de industrialización y crecimiento de la Colombia del siglo XXI.

 

El gobierno, por su parte ha indicado en las Bases del Plan Nacional de Desarrollo que se busca “mejorar los procesos de innovación en los sistemas productivos con miras a mejorar la productividad, reducir los costos de producción y aumentar la producción agroalimentaria;” y que parte de la estrategia es “establecer mecanismos que faciliten la inversión privada en proyectos agroindustriales a través de las zonas de desarrollo agro empresarial y la flexibilización de las restricciones asociadas a la Unidad Agrícola Familiar.” Esta visión parece más acorde con las realidades de la Colombia del siglo XXI.

Contrario a lo que sugería Jefferson a finales del siglo XVIII, la propiedad de la tierra en una sociedad industrial no es la única, ni la principal fuente de riqueza. Sigue siendo importante, sin duda. Pero la importancia de la tierra radica en su posibilidad de generación de riqueza. Y no hay nada que sugiera que ser dueño de una pequeña parcela va a generar más riqueza y mejores ingresos y llevar a una mejor calidad de vida que ser empleado de una gran empresa agroindustrial.

En lugar de aferrarnos a un modelo de desarrollo rural basado en el minifundio como única alternativa, debemos poner en el centro del debate indicadores más amplios de bienestar del trabajador y en particular del trabajador del campo. Este modelo, como lo sugiere el Plan Nacional de Desarrollo puede, y debe, incluir la colaboración entre grandes productores del campo y campesinos.

En la medida en la que los grandes productores logran economías de escala en la producción rural y transferencia de tecnología, se pueden lograr mejoras productivas de la tierra y la mano de obra que redunden en beneficios para los campesinos. Beneficios inalcanzables en el modelo que Jefferson exponía a Madison desde Francia.