Cultura del emprendimiento y competitividad

El emprendimiento y la necesidad de ser competitivos en los mercados internacionales: ¿será que en Colombia estos dos elementos son compatibles? La opinión de Álvaro Hurtado.

Dinero
19 de mayo de 2011

El emprendimiento y la necesidad de ser competitivos en los mercados internacionales son dos elementos que han sido abordados de manera recurrente. Sin embargo, ¿será que en Colombia estos dos elementos son compatibles?

A primera vista pareciera que sí, ya que a partir de 1990 se han desarrollado lo que Douglas North denomina las instituciones formales, que tienen como eje transversal la Constitución de 1991. Bajo el amparo de ésta se formularon leyes como la Mipyme (ley 590/2000), la de Fomento a la Cultura del Emprendimiento (ley 1014 de 2006), la de Ciencia y Tecnología (ley 29 de 1990) y la de Racionalización del Gasto Público (articulo 16 de la ley 344 de 1996), que privilegian el emprendimiento, buscando desarrollar un tejido empresarial que proporcione un entorno competitivo.

Sin embargo, la apreciación inicial puede cambiar. Si se acude al Diamante de Porter, al informe General Entrepreneurship Monitor (GEM, 2010) y, a la cultura como elemento determinante de la creación de empresas - definida como el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad se manifiesta -, se podrían formular una serie de interrogantes que al darles respuesta no apoyarían la tesis inicial.

 

Interrogantes como: ¿Cuál es el elemento dinamizador de la creación de empresas en Colombia, y quienes son nuestros emprendedores? La respuesta a esta pregunta se infiere del informe GEM 2010 para Colombia, donde se presenta una relación inversa entre la tasa de actividad emprendedora y la tasa de empleo, lo que muestra que las personas que crearon empresa en Colombia en los últimos años, lo hicieron por estar desempleados y no para aprovechar una oportunidad. Además, el 25,47% de los emprendedores no tienen bachillerato y el 28,89% son bachilleres.

 

A lo anterior se podría sumar las siguientes inquietudes: ¿Se pueden generar mayores niveles de empleo con estas nuevas unidades empresariales? Según el GEM 2010, uno de los hallazgos interesantes, es que los emprendedores no tienen aspiraciones de crecimiento, medido a través de la generación de empleo. Esto se puede complementar argumentado que uno de los principales obstáculos de los nuevos emprendedores es el capital financiero. Surge un elemento transversal del Diamante de Porter y es: ¿Qué sucede entonces con las instituciones de apoyo? Es entonces posible referirse a la cultura del emprendimiento. La costumbre será “si estoy sin empleo creo una unidad empresarial con poco capital”.

 

Además de las costumbres, la cultura incluye las prácticas. De acuerdo con esto parece pertinente inquietarse acerca de la condición de los factores y del contexto de la estrategia y rivalidad que estas empresas pueden asumir, donde el 63,2% de las nuevas empresas creadas en el 2010 no utiliza tecnología. ¿Será que un país puede aumentar sus niveles de crecimiento del PIB a través de un modelo de estas características?

 

Para que realmente se exprese una cultura del emprendimiento que genere competitividad, se debe pensar en el largo plazo. Es decir, ser empresario no se decreta, es parte del tejido social y empresarial existente, donde entran a jugar los factores formales e informales.

Con el fin de mejorar esta condición se debe de acudir a lo propuesto por Palma Martos en el sentido de cambiar las reglas de juego. En este caso: para que haya empresarios exitosos se debe instaurar una política de educación que genere como resultado la formación de competencias y no solamente enseñarles a realizar planes de negocios. Es decir, se debe iniciar desde el preescolar formando seres humanos creativos, con capacidad de liderazgo, dispuestos a solucionar problemas. Continuar en la primaria y secundaria fortaleciendo las competencias del empresario para que cuando tengan formación universitaria puedan ser personas con ideas emprendedoras dispuestos a enfrentarse a los mercados internacionales. Y no esperar que un decreto, una ley o el estar desempleados los lleve a propiciar una idea emprendedora, que si bien puede que sea exitosa estará determinada por elementos aleatorios. Máxime cuando hoy en día, la corrupción entra galopante en los que suponemos empresarios exitosos.

Cuando se entienda que la cultura del emprendimiento es un elemento estructural para lograr competitividad y, que por ende debe abordarse desde esta óptica, se habrá superado el primer umbral para lograr un mayor nivel de crecimiento económico soportado sobre empresas competitivas.