¡Ay China!

La severa contracción de su comercio exterior puede ser un mal presagio, pero China tiene todas las posibilidades de estimular rápidamente su economía.

Dinero
6 de enero de 2009

En forma dramática, China está acusando los efectos de la recesión mundial: sus exportaciones tuvieron en noviembre su primera caída en más de siete años, y sus importaciones se desplomaron.

Las cifras son alarmantes: después de haber crecido 26% en el 2007 y 21% los diez primeros meses del 2008, las exportaciones cayeron 2,2%, no con respecto al mes anterior, ¡sino en relación con noviembre del 2007! Semejante frenazo es indicativo de las tendencias negativas de la producción y el consumo mundial.

Más grave aun es lo que ocurrió con las importaciones, que venían creciendo a un ritmo de 15,6% hasta octubre, y tuvieron una reducción de 17,9% respecto al año anterior. El desplome de las importaciones es una demostración fehaciente de que China está contaminada de recesión y que, como ocurre con quienes no han estado expuestos antes a un virus, pueden sufrir la enfermedad con mucho mayor rigor.

Al resto del mundo no suelen importarle mucho los sufrimientos de los chinos, pero esta vez será distinto. Una razón es que, como las importaciones han caído más que las exportaciones, el superávit comercial chino ha alcanzado un nuevo récord: 5,8 miles de millones de dólares en solo el mes de noviembre.

Ya han resurgido las acusaciones de manipulación del tipo de cambio y de estímulos indebidos a las exportaciones. Es cierto que el yuan tuvo una leve devaluación recientemente, pero eso ignora que, en parte por estar atado al dólar, que se ha apreciado, y en parte por su propia apreciación nominal, se ha fortalecido cerca de 20% con respecto a sus socios comerciales desde mediados de 2005. Esta es la mayor apreciación de cualquiera de las grandes economías mundiales. También es cierto que ha habido un pequeño aumento en los incentivos fiscales a algunas exportaciones, pero estos han sido ante todo un gesto político interno frente al cierre de miles de empresas exportadoras. El mundo desarrollado cometería un grave error si permite que tomen fuerza estas acusaciones y cede a las inevitables presiones de protección de sus industrias domésticas.

El gobierno chino no tiene la menor intención de tomar el liderazgo para rescatar al mundo desarrollado de la recesión o a las economías emergentes del inevitable apretón financiero (que también desembocará en severas recesiones en muchos países). Lo que sí tiene claro, sin embargo, es que debe salvarse a sí mismo, y eso puede ser bastante para ayudar a estabilizar la economía mundial.

Previendo lo que se venía, el gobierno chino anunció a comienzos de noviembre un plan de gasto público por cerca de 600 mil millones de dólares para los próximos dos años, equivalentes a 14% del PIB, posiblemente el mayor estímulo fiscal conocido (se dice que el programa de gasto público de Obama estaría entre 500 y 700 mil millones de dólares, o 3 a 5% del PIB de Estados Unidos).

Buena parte de los programas de gasto anunciados no son nuevos. Los ambiciosos proyectos de construcción de carreteras, ferrocarriles, aeropuertos y redes eléctricas ya estaban programados. Solamente son nuevos algunos programas de construcción y de estímulos financieros para la compra de viviendas, y algunas modalidades de transferencias de dinero a agricultores y residentes urbanos pobres.

Pero justamente por no ser nuevos, los proyectos podrán acelerarse y será posible gastar en dos años lo que se pensaba gastar en cuatro o cinco años. El gasto adicional, que será de un 3% del PIB en el 2009, no compensará totalmente la caída prevista de la demanda interna en los países desarrollados. Difícilmente podría: sólo para contrarrestar la reducción del consumo privado de Estados Unidos, el consumo en la China tendría que aumentar 40%.

Lo importante es que China tiene la determinación de su gobierno comunista, la presión de su beligerante población, y la maquinaria fiscal y financiera que necesita para poner a andar un programa de estímulo que le permitirá sostener su propio crecimiento económico alrededor de 8% (frente a cerca del 11% de los últimos años). De paso, fortalecerá su capacidad productiva y le hará un gran favor al capitalismo en el resto del mundo.


Nota: El autor está vinculado al BID, pero se expresa aquí a título personal.