Opinión On-Line

Adiós a la fiesta del Lobby

La regulación del cabildeo o lobby en Colombia garantizará la transparencia de estas acciones y obligará a las empresas a revisar con cuidado la forma, quién lo hace y cómo lo hace para proteger su imagen y su reputación. La opinión de Santiago Ocampo Gómez.

Dinero
10 de agosto de 2011

Gracias al recién aprobado Estatuto Anticorrupción se establecieron reglas claras para el ejercicio del cabildeo (lobby) en Colombia y tendrán que seguirse al pie de la letra por todos aquellos que deseen interceder por intereses privados o públicos ante organismos del Estado. Tal vez con ello, entre otros muchos beneficios, podamos anticipar actos de corrupción como el de los señores Nule o simplemente tener claridad de los intereses de las diferentes empresas sobre los proyectos legislativos nacionales y, también, como ciudadanos del común, tengamos la posibilidad de opinar o manifestarnos.

Pero vayamos brevemente a las raíces. El cabildeo es y seguirá siendo una herramienta de la estrategia de comunicación de cualquier entidad pública o privada que pretende influir, incidir o influenciar una decisión administrativa, legislativa o de cualquier otro tipo ¿Cómo se originó este término de cabildeo o lobby?

La historia dice que el concepto nació gracias al General Ulysses Simpson Grant presidente de los Estados Unidos entre 1869 y 1877. Simpson, sin proponérselo, creo el cabildeo o lobby cuando empezó a recibir, en el vestíbulo del Hotel Willard’s en Washington, a delegados de los diferentes Estados para recibir información importante y sobre ello tomar decisiones.

Y desde allí ha sido una herramienta de uso frecuente para acercarse a los decisores dentro del Gobierno. Alguna revista nacional publicó que tan solo en Estados Unidos se movieron en los últimos 10 años por contratación del cabildeo cerca de US $24 mil millones, una cifra astronómica, a la cual el gobierno colombiano ha aportado una importante cuantía gracias a su frenética intención de influenciar la aprobación del Tratado de Libre Comercio con ese país. El costo de los cabilderos elegidos por el Gobierno nacional para este fin es de US $300.000 al año, una cifra nada despreciable.

Sin embargo, es muy fácil confundir el ejercicio profesional del cabildeo con el “lagarteo”. O en algunas ocasiones también se puede confundir con acciones comprometedoras enmarcadas dentro de lo que conocemos como corrupción. Y es por esta razón por lo que en repetidas ocasiones, cinco—si me memoria no fe falla—se ha presentado ante el Congreso el proyecto para regular el cabildeo en el país. Y por fin lo lograron, gracias al soporte del ministro Germán Vargas Lleras, que en últimas, es el principal cabildero de los intereses del Gobierno colombiano ante el Congreso de la República.

En diciembre de 2010 quedó aprobado el texto del proyecto de ley 142 en plenaria del senado de la República, que es conocido como el Estatuto Anticorrupción y que contiene en su capítulo IV la regulación al cabildeo o lobby.
Las reglas son claras y entre otras, de ahora en adelante, toda persona que desee hacer cabildeo deberá registrarse y, además, deberá registrar sobre qué asunto tratará su gestión y a qué empresa representará para estos servicios.

Sin duda esto podrá acabar con el cabildeo directo que hacen algunas empresas pues querrán permanecer en el anonimato y, por el contrario, se fortalecerá el rol y las funciones de las agremiaciones, que son cabilderos por naturaleza.

Las empresas, entonces, deberán mirar con detenimiento esta ley y revisar con sus cabilderos la conveniencia de hacer cabildeo o no hacerlo, pues todo será transparente, abierto y por supuesto dentro de lo que dicta la ley. Ahora deberán cuidar mucho cómo se comunican ante al Gobierno, en qué momento lo hacen y quiénes lo hacen, pues la ley exige que el cabildero se inscriba, es decir, que no sea anónimo como hasta ahora lo ha sido, y esto implica que su tarea podrá ser monitoreada y es allí en dónde la imagen de la empresa que representa está en juego.

Este cabildero tendrá que prepararse no solo en su conocimiento profundo de la problemática que representa, del sector en dónde se enmarca y de las leyes que lo rigen, sino en la forma de su comunicación. Sus competencias comunicativas o habilidades de comunicación tendrán ahora un rol fundamental pues de su tacto y buen juicio dependerá el cuidado de la reputación y la imagen que su representado ha formado con años de trabajo.

La experiencia mundial ha sido positiva como en Estados Unidos. En este país, buscando la transparencia y pensando en combatir la corrupción todos los cabilderos deben estar inscritos, y sus acciones registradas, en la Federal Lobby Disclousure Act. Tal vez algunos recuerden que hace unos años nos enteramos gracias a esta acta de registro de cabildeo que una empresa colombiana hacía cabildeo en Estados Unidos: La Federación Nacional de Cafeteros, que pagó US$ 60 mil a la firma Wilmer, Cutler and Pickering. Pues ahora todos los colombianos podremos conocer quién hace cabildeo en nuestro país, para qué lo hace o que objetivo tiene y para quién lo hace.

Enhorabuena por la medida y mucha atención a todas las empresas que utilizan el cabildeo como herramienta de presión, pues su reputación e imagen estará en juego.


*Socio de Aljure&Ocampo Comunicación Estratégica, santiago@aljureyocampo.com