OPINIÓN ONLINE

¿Y qué tal si enseñamos lo que los jóvenes quieren aprender?

Uno de los problemas más graves de los maestros, de los colegios y de la educación en Colombia es la manera tradicional en la cual los docentes, en la mayoría de los casos, educan a los estudiantes en el aula.

Ángel Pérez
4 de marzo de 2016

Lo anterior ocurre cuando los maestros transmiten conocimientos e información, en algunas ocasiones en forma autoritaria, a sus estudiantes, clase tras clase, con escasa innovación, sin la participación de los muchachos y sin apoyarse en el uso de herramientas educativas, como computadoras, videos, cine, emisoras o periódicos de los colegios o en las posibilidades que brindan las redes informáticas. Además, estos docentes olvidan o desconocen las posibilidades y las potencialidades de aprender fuera del aula.

Queremos a los estudiantes calladitos en el aula, ordenados en filas, unos detrás de otros, juiciosos, dirán algunos. Les solicitamos atención, desarrollo de capacidades de obediencia y escucha para el docente, quien con la misma sapiencia dicta su clase, sin renovación alguna, hace cinco, diez y hasta más años.

Qué bueno volver a leer y estudiar al gran pedagogo Brasileño Paulo Freire y sus ideas sobre la educación alcancía; para animar a los docentes a cambiar prácticas educativas, innovar de manera permanente con los estudiantes, indagar y buscar qué los hace felices en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, así como para interactuar con los niños y los jóvenes, quienes son personas con derechos a los cuales nos debemos como sociedad. Los docentes y los padres de familia no pueden creer que el cerebro de los niños o de los jóvenes es el lugar donde todos los días se introduce una moneda, y ellos son seres pasivos frente al conocimiento. Duro pensar que es posible que los estemos acostumbrando en la cotidianidad de la escuela a no protestar, más bien a asimilar. Al final del año puede que la alcancía este vacía, pero eso es lo que menos importa, se enseñó durante 180 días, aunque no se aprendió.

Por fortuna, cada vez más en diferentes regiones del país encuentro en los propios rectores, coordinadores y profesores un sentido crítico a estas prácticas educativas que olvidan las responsabilidades morales que tienen los docentes de formarse, prepararse e innovar de manera constante en sus prácticas pedagógicas; así como las responsabilidades éticas frente a los niños y jóvenes frente a su proceso de formación, de manera especial con los estudiantes más pobres o los de menos oportunidades. Por ello los docentes que trabajan en la educación oficial tienen mayores deberes éticos y morales.

En el código de ética que elaboró un equipo encabezado por el gran maestro Guillermo Hoyos Vásquez para los docentes de Bogotá encontramos llamados como: “Estamos comprometidos con la calidad de la educación si asumimos a los seres humanos como el centro de nuestras prácticas pedagógicas”; “nos comprometemos con la calidad si concebimos la educación como un proceso de formación integral”, o, “somos educadores respetuosos cuando promovemos el reconocimiento del pluralismo, la cooperación, la participación y la solidaridad en la comunidad educativa”.

La calidad de la educación mejorará cuando el alumno sea el centro del sistema educativo y del trabajo del docente en el aula y, por lo tanto, la práctica educativa de manera permanente esté indagando sobre qué quieren ellos aprender, qué le gusta o los atrae del conocimiento y cómo ponerse de acuerdo estudiante, familia y docentes para disminuir los efectos de un entorno social o familiar adverso.

Una educación que no motiva a los estudiantes y a los padres de familia, porque no valora a la persona o porque la desconoce, termina en fracaso escolar (tasa de repitencia nacional del 2,14 para el año 2014) o deserción escolar (la tasa de deserción intra-anual en la educación básica y media en Colombia supera el 3%), estos dos indicadores son mayores en los municipios y regiones más pobres o con mayor población rural, que es donde necesitamos más y mejor educación.  Recordemos también que en Colombia los jóvenes a los 12 o 13 años empiezan a retirarse de la escuela, muchos de ellos lo hacen, en parte, porque pierden interés en su proceso educativo.

La educación es un acto humano en donde el afecto, la felicidad y la alegría deben ser elementos transversales. El conocimiento es construcción social y los docentes también aprenden, se requiere humildad.