Columnistas On-line

Universidad del futuro debe hacer énfasis en la práctica

¿Cómo pueden las universidades mantener su relevancia en una era de información abundante y de proliferación de la educación on-line? Opinión de Rafael Ortega.*

Dinero
20 de mayo de 2013

Antes de dar respuesta a esta pregunta, quizás se debería comenzar por definir cuál es el rol que las universidades juegan en la formación de las personas. La teoría del capital humano, desarrollada originalmente por Gary Becker, Premio Nobel de Economía de la Universidad de Chicago, permite identificar al menos tres puntos de vista, los que no necesariamente son excluyentes entre sí. Bajo el primero de ellos, al tomar la decisión de asistir a la universidad, las personas realizan una inversión en su capital humano, pues al hacerlo adquirirán los conocimientos y habilidades requeridas para desempeñarse en su campo laboral seleccionado. 

Una vez las personas ingresen el mercado laboral, percibirán unos ingresos a lo largo de su carrera profesional, los que representan el retorno sobre la inversión realizada tanto en dinero como en tiempo durante los años de estudio en la universidad. Un segundo punto de vista establece que las universidades operan ante todo como un mecanismo que permite a los empleadores seleccionar el mejor talento, puesto que en principio, solamente las personas más competentes son las que ingresan y se gradúan de las universidades. Las personas a su vez deciden asistir a la universidad con el propósito de enviar esta señal a los potenciales empleadores, es decir, que son el talento de mejor calidad en el mercado. Un tercer punto de vista afirma que las personas también asisten a la universidad por su interés en los beneficios no pecuniarios de la educación. En otras palabras, no solo se asiste a la universidad por motivos puramente económicos. Aprender es un placer en sí mismo, al igual que la vida social que se desarrolla en la universidad.

En una columna recientemente publicada por el New York Times, David Brooks plantea que las personas asisten a las universidades para adquirir dos clases de conocimientos, los que el filósofo Michael Oakeshott denomina “conocimiento técnico” y “conocimiento práctico”.

El conocimiento técnico se requiere para entender las tareas, tal como el conocimiento en estadística que se requiere para entender qué hacen los investigadores de mercados, o el conocimiento en biología para entender qué hacen las enfermeras. El conocimiento técnico se parece a una receta de cocina. Son fórmulas, reglas y directrices que indican lo que debe hacerse. Este tipo de conocimiento puede capturarse en los “bullet points” de una presentación de Power Point. En la actualidad, muchos de los programas de educación on-line o que integran dentro de su contenido componentes del mismo, parecen ser efectivos para transmitir este tipo de conocimiento. En el futuro, estos programas tienden a ser incluso mejores, al incorporar elementos interactivos, tales como simuladores de toma de decisiones.

En la medida en que estos programas de educación On-line continúen proliferando y evolucionando, al igual que siendo más eficientes y económicos, las universidades no pueden quedarse en el negocio primordial de transmitir “conocimiento técnico” a sus estudiantes, pretendiendo cobrar por ello matrículas y pensiones de altos costos. Universidades tales como MIT han permitido el acceso on-line gratuito del contenido de muchos de los cursos de sus diferentes departamentos, así como de videos de sus clases, seminarios y eventos académicos. De igual manera, TED permite el acceso libre a sus conferencias, las cuales incluyen en muchos casos a expositores y académicos reconocidos a nivel mundial. Ni mencionar a YouTube, que permite un acceso prácticamente sin límites a conferencias, seminarios, entrevistas y eventos académicos de las más diversas índoles.

Para continuar siendo relevantes en el largo plazo, las universidades deberían dedicar menos tiempo a la transmisión del “conocimiento técnico”, y mucho más a la transmisión del “conocimiento práctico”. El conocimiento práctico no se refiere al qué hacer. Se refiere ante todo al cómo hacerlo. Va muchísimo más allá del seguir una receta, pues así todos podemos seguirla al pie de la letra, inevitablemente a algunos les quedará mucho mejor su plato que a otros. El conocimiento práctico no puede ser memorizado y transmitido en bullet points. Ante todo, se absorbe e interioriza a través del hacer. En este sentido, deja de ser simplemente conocimiento y se convierte en sabiduría.

Competencias tales como la habilidad de motivar a las personas, manejar conflictos, escuchar de manera activa, relacionarse bien con otros, la humildad, y aprender y aplicar lecciones de la experiencia, representan ejemplos de este segundo tipo de conocimientos. Estas habilidades no siempre son apreciadas por los colegios y las universidades, cuando en realidad son las que pueden hacer la diferencia entre quienes posteriormente son exitosos y entre quienes no lo son en el ámbito profesional.

Cómo graduar estudiantes integrales que además de contar con el conocimiento técnico cuentan con el conocimiento práctico para ser exitosos en su carrera profesional representa el gran reto de las universidades, e incluso de los colegios. Los conocimientos técnicos que pueden medirse con base en exámenes estandarizados y que con frecuencia determinan el ranqueo de colegios y universidades están muy lejos de capturar esta integralidad que las organizaciones del siglo XXI requieren de sus profesionales.

* Managing Principal LTC, 
Korn/Ferry International
Región Andina