CAMILO DÍAZ

Un dólar caro no es malo

La reciente depreciación del peso no es del todo mala para Colombia, al contrario muestra el verdadero valor de la economía local.

Camilo Díaz, Camilo Díaz
31 de agosto de 2019

El marcado ascenso que ha tenido el dólar en los últimos días lejos de ser una tragedia para la economía nacional más bien empieza a reflejar los fundamentales de nuestra economía y revela las vulnerabilidades que existen en el frente externo y el desempeño del aparato productivo local.

Durante años y hasta la primera mitad de 2014 cuando los precios del petróleo empezaron a caer, el peso colombiano mantuvo una fortaleza artificial frente al dólar fruto de las tasas de interés reales negativas en Estados Unidos y Europa, así como de los elevados precios del crudo que se mantuvieron arriba de US$ 100 el barril. 

La fortaleza del peso en ese entonces no fue fruto de aumentos en la productividad del país, tampoco de tasas importantes de expansión, era fruto de una distorsión de los precios del dinero provocada por la respuesta que dieron los principales bancos centrales del mundo a la crisis financiera internacional de 2008 bajando sus tasas de interés a cero o casi cero por más de cinco años para tratar de reanimar sus economías. Y por otra parte al ciclo de precios altos de las materias primas que estuvo animado por el crecimiento de China e India, pero que como se ve, en algún momento tenía que moderarse a las tasas de crecimiento actuales del 6 % para China y cerca del 5 % para India.

Ese ciclo de dinero barato llevó a que volúmenes importantes de capital llegaran a las economías emergentes como Colombia y a que el endeudamiento en moneda extranjera fuera menos costoso que en las monedas locales, dado el diferencial de tasas de interés existente. Sumado a eso los sectores "ganadores" asociados a las materias primas se convirtieron en los mayores receptores de inversión, en contraste con los sectores agropecuario e industrial que tuvieron que competir con importaciones baratas financiadas con deuda e ingresos provenientes de exportaciones de materias primas. La competencia del sector productivo con importaciones baratas a causa del tipo cambio desalineado simplemente redujo la producción, con la contrapartida del aumento de importaciones de productos que fueron financiados con los flujos de capital que llegaban y con las exportaciones de materias primas. 

Una vez se corrigió el efecto distorsionador de las tasas de interés negativas ocurrió que los flujos de capital se reversaron desde el mundo emergente hacia las economías más seguras. Al mismo tiempo las cotizaciones de las materias primas absorbieron parte de la apreciación de dólar lo que contribuyó a que sus precios descendiera más, puesto que en el intercambio internacional un dólar más costoso implica entregar menos unidades para obtener el mismo volumen de materias primas.

Ahora el tipo de cambio está mostrando el verdadero valor de la economía nacional, algo que beneficia las exportaciones nacionales y reduce las importaciones de productos, en particular el agro puede verse beneficiado por la nueva situación, de igual manera la industria de autopartes, el sector textil, y de cuero y calzado, que fueron duramente golpeadas por la enfermedad holandesa que sufrió Colombia en ese periodo de tasas de interés internacionales bajas y precios altos de las materias primas. La mejor protección para los productores colombianos es una tasa de cambio que refleje la verdadera capacidad de la economía del país, no un tipo de cambio artificialmente fortalecido que es insostenible en el tiempo y que lo único que produjo fue incremento en el déficit comercial y desplazamiento de la producción local.

Habrá quien diga que ahora la capacidad adquisitiva en dólares de los colombianos se redujo, o que el PIB per cápita en dólares se contrajo, que la deuda externa vale más, y que el Gobierno o el Banco de la República deberían ejecutar alguna acción para suavizar el alza del dólar. Lo cierto es que esos y otros efectos negativos pueden ser corregidos reemplazando las emisiones de deuda en dólares por emisiones en pesos; con aumentos de la producción nacional; y reducción de las importaciones diferente a bienes de capital que no producimos; y el paulatino traslado de inflación a causa de los bienes transables en los precios al consumidor.