OPINIÓN ONLINE

Trumpnomics

Un error de diagnóstico desemboca en terapias subóptimas.

Gustavo Rivero
18 de noviembre de 2016

Probablemente, en esa mayoría silenciosa afectada por la globalización y sus efectos en el tejido industrial norteamericano encontremos buena parte de la explicación a lo ocurrido en las elecciones estadounidenses. El 67% de los blancos no universitarios o el 62% de los habitantes del medio rural son los estratos de población que han terminado de decantar el resultado. Los sociólogos y analistas norteamericanos van a tener mucho trabajo en los próximos meses.

Aunque tan difícil como lo anterior es intentar anticipar las consecuencias económicas de lo ocurrido, pues de momento no existe nada parecido a un "Trumpnomics" (programa económico), sino sólo un conjunto de propuestas inconexas sin una memoria económica, mezclando recetas keynesianas (aumento del gasto público) con otras de carácter liberal (bajadas de impuestos), todas ellas condimentadas con ideas proteccionistas en las relaciones con el exterior. Por tanto, de momento sólo se puede anticipar un incremento del riesgo político, al menos a corto plazo, y de la vulnerabilidad de la recuperación global. Vamos a ver un país más aislacionista en términos políticos y económicos, lo que puede poner en peligro los acuerdos comerciales actuales (NAFTA) y, sobre todo, los que se estaban negociando en estos momentos (TTIP, TTP). Es decir, el retroceso de los intercambios comerciales de los últimos años amenaza con convertirse en algo estructural, más que en una consecuencia de la crisis económica. Por tanto, el proceso de globalización cambiará.

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Además, la incertidumbre sobre el tono a medio plazo de la política económica ha aumentado, lo que puede dañar las expectativas y, por tanto, las decisiones de inversión y consumo. Es decir, la duda es cómo se puede ver afectada la expansión económica estadounidense y, por tanto, el ciclo de recuperación mundial. En teoría, una política fiscal como la que pretende poner en práctica Trump (aumento del gasto público y bajada de impuestos) debería retrasar la llegada de la próxima recesión. El problema es que tardará en ponerse en marcha y, seguramente, las medidas se quedarán diluidas en las Cámaras por su elevado coste (al menos 5 billones de dólares en los próximos 10 años). Por el camino, existe el riesgo de que estos anuncios desencadenen una fuerte corrección en el mercado de bonos, por los potenciales efectos negativos de estas políticas sobre la inflación y el endeudamiento público (más de 25 puntos de PIB).

En este sentido, mientras la atención estaba centrada en el buen comportamiento de Wall Street tras el anuncio de la victoria de Trump, menos foco se puso a la fuerte corrección en los mercados de bonos. Esta subida de rentabilidades vino de la mano de un intenso aumento de las expectativas de inflación (cuatro décimas, hasta el 2,5%) que podría obligar a la FED a normalizar la política monetaria a un ritmo superior a lo esperado, lo que tendría efectos negativos sobre la estabilidad financiera mundial. El otro punto de debilidad puede ser el comportamiento de los tipos de cambio pues, tras la calma de los últimos meses, podríamos ver el retorno de la "guerra de divisas", especialmente con China, lo que terminaría alentando las tentaciones proteccionistas e incrementando las tensiones en la inflación antes comentadas. Aunque también se debe señalar que todo esto se produce en un momento de elevada fortaleza de la economía norteamericana, con un crecimiento sólido (por encima del potencial) y una intensa creación de empleo.

Nos encontramos ante el enésimo shock negativo que afronta la economía mundial, en el accidentado camino desde el final de la última crisis. La esperanza es que esa nueva normalidad, en la que estamos inmersos y que implica un bajo crecimiento potencial, también parece conllevar una elevada resiliencia ante este tipo de eventos. Pero, la incertidumbre nunca es buena y menos para una economía como la estadounidense que, aun manteniendo un elevado dinamismo, ya está en la parte madura del ciclo expansivo. Por tanto, será vital que el nuevo presidente despeje rápidamente las dudas sobre cómo y con quién va a gobernar y que funcione el tradicional sistema norteamericano de equilibrios y contrapesos.

También la comunicación va a ser esencial en los primeros meses de mandato, por su influencia en las expectativas de los mercados. De momento, se puede anticipar una economía estadounidense menos abierta al exterior, con un tono de la política fiscal más expansivo, en parte compensado por una política monetaria más restrictiva. Y ese cambio de régimen de la política económica, indudablemente aumentará la volatilidad y fragilidad de los mercados financieros, sobre todo en la renta fija. Y, tampoco será muy positivo, como ya se ha visto, para los países emergentes y, especialmente, para América Latina.

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