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Tengo un jefe narcisista

Egocéntricos, arrogantes, calculadores. Estas son sólo algunas de las características que definen a los llamados “narcisistas”, aquellos seres –únicos y especiales– con una excesiva carga de autoestima, pero con bajos niveles de ética y empatía.

Jaime Bárcenas, Jaime Bárcenas
28 de abril de 2017

Cuando la necesidad de destacar y de ser admirado se está interponiendo en el camino de la empresa, ¡alerta!, estamos ante un jefe que inevitablemente causará problemas y posiblemente la caída de su equipo.

Solo para salir de las dudas, veamos cuales son los cinco síntomas más comunes de un jefe narcisista:

1. Presumir es su mayor virtud

Una cosa es el compromiso, el orgullo organizacional y la satisfacción de pertenecer a una gran empresa; pero si a cada post, comunicado, intervención o mail le añade: “somos la mejor compañía de todas”, hay un exceso de narcisismo, por lo tanto, menos competente lo verán los demás. Entre más se jacte de lo impresionante que es su lugar de trabajo, más sospechosas se vuelven sus palabras para los clientes, socios y empleados.

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Un líder verdaderamente valioso no necesita recordar a su personal que ha creado, con su sudor, la mejor compañía de todas. Por el contrario, su energía y entusiasmo deben transmitir naturalmente el deseo de convertirse en embajadores de la compañía.

2. Son la estrella que más brilla

Los jefes narcisistas por su puesto creen que la mejor cara que puede dar la empresa es la de ellos, quieren ser los protagonistas de todos los videos promocionales, quieren ser la fotografía que aparece en los encabezados de la página web o lo expositores principales para cada feria comercial. Se agradece su gran voluntad, pero verdaderamente lo que están haciendo es desviar la atención de la verdadera misión de la empresa.

Un líder humilde no requiere ser el centro del mundo, sino que permite a otros empleados emprender iniciativas y se centra en lo verdaderamente importante, la visión de la empresa, no en su agenda privada.

3. Todo es para todos

Esta gran especie de jefes presupone que cualquier mensaje, producto o servicio es fundamental para todos, ven al mundo entero como una audiencia cautiva y no segmentan a su público y esto se hace evidente en todos sus esfuerzos de marketing, en los mensajes que publican en las redes sociales y en la imagen que proyectan de la marca. 

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En cambio, los mejores líderes quieren aprender de sus clientes, se implican en la comunicación con el público y así logran transmitir de la mejor manera la misión de la empresa, interactuando con ellos. Están dispuestos a avisar los beneficios de su organización y no en presumir de sí mismos todo el tiempo.

4. No tienen errores

Estos jefes quieren ocultar constantemente sus tropiezos, dan excusas para todo y culpan a los demás por sus fallas, incluso a sus clientes. Pedir disculpas no está mínimamente contemplado, ni siquiera cuando los errores son más que evidentes.

En el otro lado están los líderes más efectivos, aquellos que aprenden de sus errores, que son suficientemente humildes para admitir sus equivocaciones y están sumamente interesados en aprender de sus falencias para poder hacerlo de la mejor manera la próxima vez.

5. No aceptan comentarios

Escuchar los comentarios con una mente abierta no es una práctica común para los jefes narcisistas, descartan opiniones y se hacen los sordos ante las críticas; además de minimizar las ideas de los demás para que no sobresalgan. Toda su energía se centra en defenderse a sí mismos, en lugar de escuchar lo que otros tienen que decir.

Los líderes verdaderamente poderosos acogen positivamente desde una preocupación de un empleado hasta la queja de un cliente, pues están dispuestos a escuchar, incluso cuando son palabras difíciles de oír. Están dispuestos a proponer cambios, si eso beneficia a la empresa.

Estoy totalmente seguro que alguna vez se ha cruzado con algún jefe con todas o algunas de estas características, unas más evidentes que otras o con algunas variables; lo que sí es claro es que este tipo de jefes son la piedrita en el zapato, no únicamente de sus trabajadores, sino de toda la organización.

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