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Talento: El único mercado a prueba de recesión

¡Talento! ¡Qué palabra!, más importante que nunca para las empresas.

Jaime Bárcenas
30 de septiembre de 2016

Hace algunos años, durante las grandes apuestas empresariales en los años 90, había claramente una escasez de talento, de hecho, ésta persistió hasta la última recesión. Las empresas solían reducir personal como “tapadera temporal” para responder a la revolución hacia la economía del conocimiento que se estaba gestando y que por supuesto incrementó dramáticamente el desempleo.

Curiosamente las empresas no hacen recortes en los niveles altos de la organización; tampoco expulsan a los “más baratos”, en lugar de ello, esta recesión fue la primera en la que no decidieron unilateralmente a quién iban a retirar y por el contrario los despidos se decidieron de acuerdo con: ¡El talento!

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Otra novedad fue la de romper la cadena en la cual se afirmaba que un “debilitamiento” del mercado laboral llevaba a una estabilización de la productividad, sin embargo, otra excepción, pues la productividad continuó pujante. Luego ocurrió algo que contradijo la norma histórica, pues incluso después de que la economía comenzase a repuntar, las cifras del empleo no se recuperaron tan rápida o sólidamente como en el pasado. Las empresas lo estaban logrando con el menor número de personas, es decir, con el “talento superior” que permanecía, y lo que fue más sorprendente, ese “talento” continuó generando resultados financieros.

El talento, por lo tanto, es más importante que nunca para las empresas; no es cuestión de número de cabezas o de cuerpos en cubículos, el talento es una cuestión de quiénes puntúan alto en la escala “diferentes”, pues el mundo va a hacer cola para adquirir servicios de los que realmente marcan una diferencia.

La era industrial ha pasado, el escritorio lleno de personas de cuello blanco está pasando; ya los productos y servicios “excelentes” no son suficientes. A la nueva economía no le basta el saber gestionar la calidad y la mejora continua, que fueron los métodos más usados hace algunas décadas, ahora son necesarios y urgentes nuevos fundamentos del valor agregado en las empresas. Y las fuentes de ese valor agregado son la creatividad, imaginación, capital intelectual… en resumidas cuentas de: talento.

Premisa fundamental: hemos entrado en la era del talento. Y el tema no es que las personas tengan un mayor estatus o que sean más importantes que otras, es que esas personas, su talento, su creatividad, su impulso emprendedor y su capital intelectual, son todo lo que hay; así pues, muchas empresas pueden pensar: “coloca a las personas en un cargo adecuado, déjalas ahí… solucionado”.

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Por desgracia cuando se habla de talento se limita tradicionalmente a unos cuantos reinos raros como las óperas, sinfonías, películas, deportes o el departamento de física de Stanford; con conversaciones que giran en torno a un barítono, o esa soprano, el violoncelista o el violinista, una actriz o un director, el primer jugador de medio campo o el físico de partículas y matemático. Temas que giran en torno al talento explorado, pero esa misma lógica debería aplicar para todos los demás sectores empresariales públicos y privados.  

Las generaciones van causando convulsiones laborales inevitablemente, de la granja a las fábricas, de las fábricas de producción a las fábricas con supervisor, de los supervisores a cubículos controlados y de los cubículos a prisiones de cuello blanco en grandes edificios de la gran ciudad.

Por no hablar de los robots, que ahora están asumiendo los puestos de trabajo de cuello blanco, para una vez más retar a los trabajadores a buscar nuevas formas de añadir valor. Y no se va a gestar con el traslado en masa, como ovejas, del puesto A de la fábrica al puesto B de los edificios. La esclavitud de los cubículos de los años ochenta no es muy diferente a la esclavitud de los años 20 dentro de las fábricas; es cierto que el trabajo físico disminuye, pero la inconformidad es la misma “son las ocho de la mañana, deja tu singularidad en la puerta, por favor”.

Pero el cambio ahora es diferente y promete ser mucho más radical y acelerado. Todo lo que sea vagamente repetitivo será automatizado y el único recurso que tendremos como trabajadores será superar toda actividad que sea ligeramente rutinaria para subirla por la escalera de la creatividad.

Nos hemos de convertir inmediatamente en contratistas independientes, no en espíritu, sino en la realidad. Debemos hacer gala de una singularidad auténtica, convertirnos en cocientes genuinos y no en meras cifras dentro de cubículos; personas realmente emprendedoras, innovadoras y que asumen riesgos, autosuficientes.

Creo que el cambio que está en camino es estupendo. La oportunidad de derribar las paredes de ese infeliz cubículo y trabajar para nosotros mismos, es un mundo abierto, es una liberación inminente. 

¡Qué reto! ¡qué oportunidad! ¡una oportunidad para la reinvención individual! ¡una oportunidad de creación de valor inmensa y llena de significado!

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