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Rompiendo las reglas de la corrupción

“Lo que importa acá es el efectivo. Un líder necesita dinero, oro y diamantes para gobernar sus cientos de castillos, alimentar cientos de mujeres, comprar carros y casas a millones de lagartos, necesita dinero para reforzar el ejército y terminar con dinero suficiente para depositarlo en la cuenta bancaria en suiza”. -MOBUTU SESE SEKO DE ZAIRE

Gustavo Valencia Patiño
22 de febrero de 2017

El colombiano trabajador está cansado de ser castigado con altos impuestos, mientras que quienes nos gobiernan se ven envueltos en un sinnúmero de escándalos de corrupción: Agro Ingreso Seguro, Transmilenio Calle 26, SaludCoop, Reficar, Odebrecht entre muchos otros.

La corrupción es transversal a las ideologías políticas. Este cáncer social, que es la verdadera causa de la violencia, ha estado presente tanto en la izquierda como en la derecha y se ha perpetuado en nuestra historia política.

Y es que la verdadera causa de la corrupción no yace en la ideología sino en arquitectura organizacional del poder.  Me refiero puntualmente a las reglas del juego.

La historia y la evidencia empírica muestra que entre más concentrado esté el poder, existe  una mayor propensión a la corrupción de dicho sistema político.

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Figura 1. Arquitecturas del poder político

La figura 1 muestra tres  tipos de arquitecturas organizacionales del poder.  La primera es una arquitectura autocrática, la segunda es el gobierno biopolar y la tercera es una democracia representativa.

 Gobierno autocrático

En un gobierno autocrático el líder debe estar decidido a oprimir, matar y silenciar a todos aquellos que no estén alineados con sus ideales. Dicho líder debe pagar un alto precio para que un grupo de personas que lo respalda haga el trabajo sucio por él. Si no está dispuesto a hacerlo, van existir otros líderes que sí están dispuestos a pagar dicho precio amenazando su supervivencia política.

Autócratas como Genghis Khan, Catalina la grande, Henry V, Stalin, Pinochet, Mobutu, Gadafi, Chávez, Kim Jong-un no gobiernan  solos, ellos necesitaron tener contenta una coalición, que reprima la oposición y  asegure su perpetuidad en el poder.

Gobierno bipolar

Este es el caso de un gobierno representado por dos coaliciones dominantes y donde una de las coaliciones se impuso en el poder. Para permanecer en el poder, el líder debe acceder a dar contrataciones, licitaciones y beneficios privados a  los grupos que lo respaldaron.

Esta arquitectura del poder no está diseñada para que nuestros dirigentes políticos honren el contrato social con sus electores, sino que honran un contrato con los grupos de interés y coaliciones que perpetúan al líder político en el poder.  Esta estructura de poder es la que prevalece en Colombia.

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Democracias representativas

Son sistemas democráticos que se encuentran representados por diferentes grupos de interés. Democracias donde los diferentes grupos de poder son independientes y representan múltiples nichos de necesidades de la sociedad.

Figura2. Mapa de corrupción mundial. Fuente Transparency.org

El mapa muestra en rojo los países más corruptos. Dichos países están gobernados por un dictador o un teócrata: este es el caso de Venezuela, Irán, Sudán, Libia.  En el punto medio de corrupción en naranja están los  países donde la democracia está determinada por muy pocos grupos de interés. Este es el caso de Colombia, Brasil, México, Rusia, India y China. El último grupo están los países  donde los pueblos se encuentran mejor representados en múltiples grupos de interés.

Si bien, este sistema  es mucho mejor que los anteriores, también corruptible. Países como Suiza, Suecia, Alemania, Noruega, Australia pertenecen a este tipo de democracias representativas.

En nuestra próxima columna, mostraremos cómo la redes sociales y diferentes plataformas de internet crean oportunidades para reestructurar nuestro sistema democrático. La tecnología nos da la oportunidad de redefinir la arquitectura del poder en un contrato social donde los líderes realmente son premiados para hacer bien su trabajo de maximizar el bienestar social y económico de sus votantes.

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