OPINIÓN ONLINE

Responsabilidad = Más Competitividad

Carecer de algún referente ético al interior de las empresas y organizaciones implica propiciar graves riesgos e impactos negativos de tipo económico, político y social en la misma organización y en el entorno.

Víctor Hugo Malagón Basto
11 de agosto de 2016

El buen desarrollo de las organizaciones empresariales, implica el desarrollo y la vivencia de tres valores fundamentales: confianza, lealtad y responsabilidad; este último, vinculado de manera especial con la ética y comportamiento empresariales.

Durante 15 años de investigación y evidencia en el mundo de las empresas, particularmente mi reciente paso por la asesoría empresarial en sostenibilidad, comunicaciones estratégicas y relacionamiento con grupos de interés, evidenció todos los días que las organizaciones se constituyen finalmente como un conjunto de personas y que, por tanto, el comportamiento organizacional es la expresión del comportamiento colectivo de todos y cada uno de los seres humanos que lo componen, en aquello que los expertos llaman modelo antropomórfico o antropológico de las organizaciones.

Esto significa que la búsqueda del bien común y el espíritu de servicio, como lo mencionaba en un columna anterior, se traduce en la vocación propia de sus integrantes y especialmente de sus directivos. Aquí tenemos, como sociedad, un reto fundamental: superar la visión de liderazgos individuales (mesiánicos y unipersonales) a una más moderna y necesaria visión de Liderazgo Colectivo (colaborativo, incluyente, diverso).

En este sentido, los valores antes mencionados no solo se ubican en el estudio de la ética como disciplina del individuo, sino que resulta necesario aplicarlos al plano del comportamiento “colectivo” de las organizaciones. La semana pasada tuvo lugar en Bogotá el World Quality Forum liderado por ASOSEC con el apoyo de importantes entidades públicas y privadas; tuve la oportunidad de participar en el panel de reputación corporativa como fuente de riesgo y/o oportunidad para la competitividad de las empresas en compañía de importantes colegas de empresas que respeto y admiro como Paula Ecobar de CEMEX, Ana Isabel Martínez de Good Will y Ramón Madriñan Presidente de ASOSEC, con quienes evidenciábamos, cada vez con mayor claridad en la realidad corporativa, que carecer de referentes éticos al interior de las empresas puede implicar, y ha implicado en muchos casos, la posibilidad de generar graves riesgos para la empresa y propiciar impactos negativos en los aspectos económico, político y social, tanto dentro la organización como en el entorno.

Las organizaciones somos cada vez más concientes de que la responsabilidad ya no es solamente una bonita intención retórica en la formulación de la estrategia, es definitivamente una fuente de competividad y de generación de valor para todos los públicos relacionados.

Todos estos asuntos nos otorgan una base para entender y fundamentar la realidad de la empresa de hoy en cuanto a la demanda social sobre la responsabilidad empresarial. De un modo u otro estamos exigiendo de las organizaciones una legítima participación activa en el sano ejercicio de las formas de responsabilidad corporativa.

Al aplicar el valor de la responsabilidad en el comportamiento empresarial, se contempla a la compañía como una organización económica y social dedicada especialmente al servicio del bien común. La responsabilidad corporativa implica entonces que la empresa debe tomar conciencia de los efectos de sus actividades, en las dimensiones interna y externa y debe guiarse por el deseo de mejorar las condiciones en todo sentido, en vez de limitarse solamente a la obligatoriedad jurídica.

Hemos superado por fin, esos viejos mitos de que la responsabilidad se refiere a filantropía o a aproximaciones ajenas a la cadena de valor o que la responsabilidad supone grandes inversiones e incompatibilidad con la consecución de mayor rentabilidad económica y financiera, por eso el concepto de inversión socialmente responsable ha evolucionado hacia un mayor y mejor direccionamiento de recursos hacia instituciones dedicadas a la generación de fondos, basándose para ello en criterios sociales y ambientales, por eso la hoy llamada Economía Social, envuelve un concepto de organización y actividad económica dentro del cual se da un espacio preponderante a los proyectos empresariales desarrollados con base en el valor de la solidaridad, sin dejar de lado la rentabilidad y la eficiencia empresarial.

Se establece entonces una estrecha e inseparable relación entre la responsabilidad y la generación de valor para toda la sociedad, sostenida esta última por la armonización necesaria entre una visión estratégica y la aplicación de criterios de gobierno basados siempre en valores y referentes éticos. Aunque la sociedad "moderna" es una sociedad de "ismos", relativismos, pragmatismos, tecnicismos…, la actualidad  reclama con urgencia organizaciones – por tanto hombres y mujeres- conscientes, responsables y eficaces, cuya autoridad dependerá también de su comportamiento, su responsabilidad, su obsesión por el cumplimiento de la promesa de valor y por el sentido de solidaridad social que brinde impulso a su labor.