OPINIÓN ONLINE

Recalculando. Destino: Chirimía

Entre los sueños de los colombianos, viajar es una de las opciones que más peso tiene. El pacífico colombiano es quizá una de las últimas opciones que contemplamos a la hora de pensar en turismo por nuestro país, pero en donde además de la biodiversidad, abunda la amabilidad, la buena mesa, la exuberancia y el colorido.

Samir Campo
25 de mayo de 2016

Cerrando la Tasa Representativa de Mercado en $3.042 y avisando el ciclo de consumo que tenemos a la vuelta de la esquina las vacaciones de mitad de año, no resulta tan fácil pensar en los destinos que hasta hace un tiempo se hacían atractivos para una clase media emergente, que con el incremento de sus ingresos avizoraba la oportunidad de atravesar las fronteras y coleccionar sellos en su pasaporte.

Con este particular panorama y tejidos nuevos normales en nuestra economía, se establecen originales formas de interpretar el turismo local, que al final y como en todo, plantea tantas opciones como consumidores de este: desde grandes cadenas, grandes hoteles, formas glamurosas, con estilo y algo de lujo para quienes así lo prefieren; hasta el descubrimiento de poco convencionales experiencias enmarcadas por la restauración básica, pero que al final, y como si se tratase de una piedra preciosa en medio de la roca, nos permiten contemplar lo espectacular, pero al mismo tiempo simple, que resulta un país en medio de la cordillera, dos mares y la variedad natural y de ecosistema, propia del ombligo del planeta.

Abriéndonos a esta reflexión específicamente, bien vale decir que entre los sueños de los colombianos viajar es una de las opciones que más peso tiene; de hecho, estamos frente a una nueva generación de consumidores que antes que pensar en tener casa propia, busca cosechar experiencias, lugares, historias y fotos para su red social favorita; pudiendo con ello también decir, que para muchos, solo hay vacaciones cuando hay sol, arena y mar, teniendo una particular preferencia por este tipo de destinos en el caribe.

No obstante, nuestro país abunda en secretos que poco a poco se han ido develando, mostrándonos que la ruta de destinos es más larga de lo que pensamos y que al sur del Castillo de San Felipe, o al sureste de la ciudad más innovadora del mundo, o que más allá de Juanchito, o que a 62 Kilómetros al sur de la Villa del Marques Leyva, o que tallada en piedra muy cerca de San Gil por el camino del Güane, hay un resquicio de nuestra historia y de nuestra cultura que terminará ayudándonos a redimensionar la visión que tenemos de este pedazo de tierra que limita nuestro habitad en el mundo.

La semana pasada celebramos nuestro orgullo Afro, partiendo de la importancia que tiene lo negro en nuestra identidad, no perdiendo de vista que es una raíz que explica parte de lo que somos, y de lo que nos representa como cultura; reconociendo además que el pacífico colombiano  es quizá una de las últimas opciones que contemplamos a la hora de pensar en turismo por nuestro país, pero en donde además de la biodiversidad, abunda la amabilidad, la buena mesa y ante todo la exuberancia y colorido, en una región en donde todo daría para pensar que se puede estar triste, pero que al final - como cualquier prieto orgulloso - muestra los dientes alegre y valiente, diciendo con ello que además de la tierra, su riqueza está en la gente. Por ello lo invito  a que se arriesgue a redireccionar su ruta:  no se pierda a Tumaco, Bahía Solano, Nuquí, Bahía de Satinga, Bahía Málaga, Guapi o Zapzurro, de seguro, en medio del espectacular color del cielo en una tarde junio, eche de lado la intervención del banco central al mercado cambiario y se deje tentar por otro giro de la ruta, antes de pensar en atravesar la frontera.