Trampas Familiares

Perder valores, virtudes y principios del fundador

La segunda y tercera generación ha venido desconectándose, aspectos que sin lugar a dudas, forman parte de las ventajas competitivas de la empresa familiar frente a la no familiar. Opinión Gonzalo Gómez-Betancourt.*

Gonzalo Gómez-Betancourt, Gonzalo Gómez-Betancourt
12 de agosto de 2013

La segunda y tercera generación ha venido desconectándose de los valores y virtudes del fundador, que sin lugar a dudas forman parte de las ventajas competitivas de la empresa familiar frente a la no familiar.

Los fundadores que surgieron en los años 70, tienen valores y principios fundamentales en sus compañías familiares como la honestidad, honorabilidad, religiosidad, respeto a los mayores y amor por el trabajo. Entre sus virtudes sobresale la esmerada atención al cliente, excelentes relaciones interpersonales con todos los miembros de la organización y un gran interés por brindar estabilidad a sus empleados.

En el día a día de la consultoría y la investigación en el tema de Empresa Familiar (EF), encontramos que las primeras generaciones tenían propósitos relacionados con el bienestar del país y de su gente, si hablamos de mujeres empresarias, es recurrente el tema del servicio a la comunidad. Fundadores emblemáticos del país, como Jorge Carulla Soler, quien convirtió a los empleados en socios de la compañía, o Luis Mayorga, Presidente de Challenger, quien contaba con las mejores condiciones laborales, son dignos representantes de su generación, con valores y virtudes como la excelencia, la laboriosidad, la iniciativa, la sencillez, la austeridad, la honestidad y la transparencia alrededor de sus negocios.

La trampa familiar a la que hacemos referencia en esta oportunidad es la de no trabajar para lograr que esos valores, virtudes y principios del fundador que trajeron prosperidad a la familia, a sus empleados y por ende a todo un país, trasciendan a las siguientes generaciones. Esta situación se evidencia en muchos aspectos que trataré de resumir a continuación.

El primero está relacionado con la pérdida de la sencillez y austeridad de la segunda generación, no saben lo que es un “paseo de olla”, ya casi ni conocen el país, pues todos sus viajes son al exterior, no conocen Santa fe de Antioquia o Girardot, pero si París, Londres u otros destinos europeos. Muchos están perdiendo sus raíces, no les interesa tener presente su origen. La tendencia es positiva en la medida en que no les quede grande el mundo, conocen nuevas culturas, hablan dos o tres idiomas y esas son cualidades necesarias en un empresario de hoy, pero negativo porque esa desconexión con sus raíces no les permite que trasciendan los valores del fundador y los distancia de sus empleados y más cercanos colaboradores.

Las universidades también juegan un papel determinante en los valores y principios de la segunda y tercera generación, porque incorporan nuevas formas de pensar frente a la manera de gestionar una empresa, con lo cual un buen porcentaje de estas generaciones, al terminar el pregrado o el postgrado, no desea trabajar en la empresa de su familia, básicamente porque identifican sus conflictos y pueden percibir un choque entre lo que aprendieron durante sus estudios, contra lo que en realidad ven en la empresa.

En ocasiones, algunos valores van cambiando o transformándose, por ejemplo, el valor de la honestidad tiene otra mirada. La gran mayoría de los fundadores son personas honestas, que hicieron cada peso de su empresa a pulso y con arduo trabajo, la segunda generación está en un conflicto ético pues aunque no actúan deshonestamente, prefieren no trabajar tan arduamente como lo hacían sus padres y a cambio obtener la misma rentabilidad incorporando estrategias distintas, como ofrecer salarios más bajos, rebajar al máximo la ganancia de los proveedores etc., de alguna manera actúan así porque el sistema creado por el fundador los lleva a hacerlo.

Casos analizados en empresas de tercera generación, muestran nuevos valores y principios con respecto a los de la primera generación. Al ser muchachos que crecieron “bombardeados” por información de toda índole sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, la equidad de géneros, la responsabilidad social empresarial, el amor por los animales, sus valores y principios son más un propósito de vida, con lo cual se van al otro extremo y muchas veces no encajan en la empresa. Es tanta su sensibilidad con el medio ambiente y con los animales, que terminan por dificultar ciertas actividades o proyectos de la compañía, les parece que todo lo que allí se desarrolla va en contra del planeta.

Un ejemplo de esta tendencia es la de un empresario de segunda generación, dueño de una compañía de producción de tabaco, su hijo no desea saber absolutamente nada del negocio, por considerar que la empresa atenta la salud de los seres humanos. Las objeciones de conciencia pueden ser tan altas en estas generaciones, que prefieren no involucrarse con sus empresas.

En cuanto a principios fundamentales para todas las generaciones, está el de ejecutar el poder de manera responsable, pues he visto muchos casos en los que el abuso de poder lleva a los empresarios a involucrase sentimentalmente con sus empleados, lo cual no debe suceder nunca cuando se tiene una familia constituida, pues termina en la mayoría de los casos con una disolución familiar. Se puede dar el caso que un directivo de la familia se enamore de una empleada, aun así esta relación debe darse bajo términos de criterio y decisión de las dos partes y nunca por el ejercicio de poder.

Otro aspecto que vale la pena tener en cuenta al analizar los valores y principios de la empresa familiar, es que en la familia hay una tendencia natural de los fundadores a no incluir a los familiares políticos como miembros de su familia, siendo que ellos, son también generadores de valores o de antivalores. Para los fundadores ni el yerno ni la nuera lo son, pero si los nietos. Mientras los fundadores no entiendan que los familiares políticos hacen parte de la familia, se van a seguir presentando desavenencias familiares. En la medida en que logremos incluir a familiares políticos dentro del núcleo encontraremos una familia extraordinaria que termina siendo un gran apoyo para nuevas generaciones, por otro lado si no se hace una adecuada incorporación del familiar político, éste no termina convirtiéndose en un transmisor del legado empresarial a las generaciones que vengan.

Estimados empresarios, si usted es fundador de empresa familiar, o pertenece a la segunda o tercera generación tenga en cuenta que hay valores inmutables como el respeto a la vida y la honra, que hay otros que con el tiempo pueden ir evolucionando o transformándose, como la religiosidad, ahora entendida como espiritualidad, la laboriosidad, o la libertad. Infortunadamente como padres y empresarios no le estamos dando a la familia lecciones de valores y principios inmutables en el tiempo y/o en las generaciones.

Los valores empiezan en la familia, luego los transmitimos a la propiedad y a la empresa. Es un tema fundamental que los valores coincidan en los tres ámbitos y siempre sean transmitidos con el buen ejemplo, este es un tema que debe ser ejercitado desde el vientre materno y reforzado por el núcleo y no caer en la tendencial natural de querer podar el árbol.


* Ph.D, Director del Área Family Business, INALDE Business School, Universidad de La Sabana. – gonzalo.gomez@inalde.edu.co,