OPINIÓN ONLINE

¿“Paz Querida”? ¿Sin coherencia del sector privado y sociedad civil?

En una sociedad que demanda más derechos que deberes y que desconoce que detrás de cada derecho hay una profunda responsabilidad, se permite que, incluso el debate y la reflexión sobre la paz, se revista de violencia.

Víctor Hugo Malagón Basto
30 de junio de 2016

Será la coherencia del sector privado y de la sociedad civil el principal argumento y el gran movilizador para el logro verdadero de esa, seguramente compartida por todos, Paz Querida.

En medio del bombardeo mediático y político alrededor de los avances del proceso de terminación del conflicto armado en Colombia y de una marcada tendencia a la especulación sobre las consideraciones económicas y empresariales del mismo, surge un grupo plural, incluyente, multidisciplinario y representativo de ciudadanos provenientes de diversos sectores políticos y sociales: la paz querida, con el interés de movilizar la opinión, mucho más allá de los procesos coyunturales y sobre todo de las euforias pasajeras y superficiales.

La configuración de esta masa crítica, esperanzanda en la posibilidad de paz, es también consciente de que su verdadero logro significará la promoción e implementación de cambios estructurales y culturales en la sociedad colombiana para los cuales es indispensable la participación comprometida de la sociedad civil, la academia, el sector privado y la ciudadanía en general. Y es que no se trata de polarizaciones partidistas, ni de acuerdos o desacuerdos con el Gobierno, ni siquiera de cómo se va a votar en el probable referendo; se trata de probar si seremos capaces, como país, de construir una nueva lógica económica, política y social, una nueva narrativa propia de una sociedad que ha abandonado la lógica del conflicto y propone a la ciudadanía un nuevo rumbo de paz y progreso.  

Es fácil, en el campo de la retórica, proponer estas ideas sin embargo, y a pesar de las mejores intenciones, no somos, ni la sociedad civil ni el sector privado, aún suficientemente conscientes de la enorme responsabilidad que nos concierne en el logro de esa verdadera Paz Querida. Insisto, más allá del debate de la coyuntura actual, tenemos serios retos y prioridades que abordar de inmediato entre los que quiero destacar:

1. Lograr una acción que supere de una vez por todas la polarización y no la profundice, superando la idea nefasta y falsa de que la Paz se limita al actual proceso de negociación. Tenemos que salirnos de la tendencia monotemática de la agenda nacional, y proponer un nuevo rumbo integral, completo y que aborde la complejidad multidimensional de la paz. Tenemos que resistirnos a dejarnos encasillar en la ridícula y perversa dicotomía aparente entre los que supuestamente si quieren la paz versus los que supuestamente no la quieren.

2. Lograr que este ánimo positivo de la sociedad hacia la paz, se traduzca en transformaciones concretas para el ciudadano de a pie, aquél que no ha empuñado nunca un arma y que ha procurado jurgarle limpio a la institucionalidad. De lo contrario tendremos que enfrentarnos a probables frustraciones masivas de la ciudadanía que, sumadas a la incertidumbre que proviene del complejo panorama macroeconómico que se avecina, pueden degenerar en nuevas inestabilidades.

3. Uno de los grandes desafíos nacionales es definitivamente el logro de la certidumbre jurídica y la recuperación de confianza en nuestro sistema de justicia.

4. Afrontar con inteligencia el reto de la reintegración económica, política y social de los desmovilizados, no sólo los presentes sino los pasados. Superando, en el caso de la empresa privada, el simple papel de financiadores por vía de impuestos, o de empleadores en modelos tradicionales, inflexibles y carentes de innovación.

5. Superar con urgencia, eficacia y eficiencia la lucha contra el narcotráfico: el gran lastre, la terrible herencia y el gran combustible de la violencia terrorista en Colombia.

Este cambio de paradigma debe traducirse en una nueva forma de ver el mundo, de entender la sociedad y sobre todo de actuar en conformidad, por eso la coherencia se erige como uno de los principales valores sobre los cuales cimentar la verdadera responsabilidad del sector privado y de la sociedad civil.

¿Cómo hablar de paz para Colombia, cómo criticar los procesos coyunturales, cómo acudir a la anunciada consulta popular, si nuestros hogares no son territorios de paz, si nuestros comportamientos no son acciones de paz, si la cultura y el clima de nuestras empresas irrespetan al ser humano, lo subestiman, lo usan y lo violentan?

¿Son realmente nuestras prácticas, decisiones y comportamientos empresariales acciones de paz?

¿Al tiempo con defender ideas y propuestas de paz, permitimos, cohonestamos y participamos en actitudes y acciones de violencia?

¿Es la coherencia en nuestra vida personal y empresarial, la principal fuente de nuestra autoridad para opinar y participar?

En una sociedad que demanda más derechos que deberes y que desconoce que detrás de cada derecho hay una profunda responsabilidad, se permite que incluso el debate y la reflexión sobre la paz, se revista de violencia, y se evita que logremos sumar y multiplicar, por nuestra costumbre de restar y dividir. Será la coherencia del sector privado y de la sociedad civil el principal argumento y el gran movilizador para el logro verdadero de esa,  seguramente compartida por todos, Paz Querida.