FREDDY CASTRO

¿Pagar para evitar el pico y placa?

Formadores de opinión y tuiteros se fueron lanza en ristre contra una medida que no entendieron. Estas son las cuentas.

Freddy Castro Badillo, Freddy Castro Badillo
29 de agosto de 2017

La Secretaría de Movilidad de Bogotá volvió a estar en el ojo del huracán. Resulta que, como quedó establecido en el Plan de Desarrollo, en los próximos meses será posible evitar el pico placa con el pago de una tarifa. Como ha sido costumbre en el ecosistema bogotano, las críticas no se han hecho esperar. La segregación entre ricos y pobres, el impacto ambiental, la incoherencia con un discurso que “desincentiva” el uso del carro y el atentado al principio constitucional de igualdad, son solo algunas respuestas ante la medida.

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Otros reciclaron la propuesta de limitar el número de vehículos por persona o familia. Esta es la negación de la economía de mercado, cuota inicial para repetir la historia de Venezuela, donde se restringe la compra de productos básicos.

Pese a que los reparos de formadores de opinión y tuiteros son válidos en una democracia, pocos se tomaron la molestia de revisar, más allá de sus pasiones, el sentido de la propuesta. Repasemos las cuentas del dinero que gasta alguien al que le incomoda, por la razón que sea, compartir su espacio con otras personas en un bus, subirse a una bicicleta, caminar, o esperar que un taxista le diga que por allá no va.

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Sumas y restas

Imagínese que Mauricio Romero, un bogotano adverso al transporte público, adquiere un segundo carro. Mauricio, adicionalmente, está en un segmento de ingresos en el que los económicos Twingo o Spark no son opción, por ello busca un sedán de $35 millones. Asumamos que paga de contado el vehículo y no debe asumir costo del capital. La aclaración es financieramente relevante. Créanme, tengo amigos preparadísimos que, sin darse cuenta, adquieren créditos en los que pagan un 40% más del valor original del vehículo.

Pero el valor del carro no es lo único. Existen una serie de gastos anuales que se deben contemplar. Uno de esos es la depreciación. Con solo sacar el carro del concesionario ya perdió $1,5 millones. El señor Romero, además, debe destinar $1,4 millones para asegurar el carro; $380 mil para el SOAT; $100 mil mensuales de un nuevo parqueadero en su residencia ($1,2 millones anuales), que en caso de que le sobre parqueadero, el valor puede ser visto como lo que perdió al no poder arrendar ese espacio; y $500 mil para talleres.

Si no lo ha notado, la suma de estos ítems, que excluyen impuestos y costo del capital, es cercana a los $5 millones anuales. Ese valor, que Mauricio pagó con gusto, se fue para el concesionario, aseguradoras, parqueaderos y talleres. Nada quedó en la Tesorería de Bogotá. Para el señor Romero habría sido más atractivo, financieramente, pagarle $4 millones al Distrito para evitar el pico y placa, dejándole a la ciudad unos recursos que mejorarían su propia movilidad.

Un observador agudo sugeriría que los gastos que se presentan en esta columna son debatibles. Tiene razón, dependen del tipo de vehículo, la disponibilidad de parqueaderos, entre otros factores. Sin embargo, la lógica no cambia: existe un grupo de personas que no se bajan del carro y le podrían aportar a las finanzas de la ciudad, evitando el pico y placa.

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Próximos pasos

Queda pendiente la definición del mecanismo de recaudo y los ajustes para evitar fraudes, como los denunciados en algún momento por el concejal Julio César Acosta. Mientras la iniciativa se materializa, no está de más que los mandatarios de ciudades intermedias con la misma problemática, y que buscan constantemente recursos, le hagan seguimiento a un proyecto que tiene sentido.

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