MARIO VALENCIA

Otros ocho años de crecimiento perdidos

La economía, durante el gobierno de Santos creció 3,8% promedio anual, 0,3 puntos porcentuales más bajo que el promedio de crecimiento de la década anterior.

Mario Valencia, Mario Valencia
26 de marzo de 2018

No es un secreto que el actual Gobierno ya se dio por rendido. No pudo (o no quiso) en ¡8 años! establecer la senda de crecimiento económico del país. No le bastó con la bonanza minero-energética que duró desde 2003 a 2013, con las 3 reformas tributarias, la regla fiscal, el grado de inversión, el 49% de deuda sobre el PIB, los TLC, las recomendaciones de la Ocde y las recetas del FMI y el Banco Mundial. Nada sirvió; en cambio, estas políticas fueron causantes de la crisis que heredará el próximo gobierno.

La economía, durante el gobierno de Santos creció 3,8% promedio anual, 0,3 puntos porcentuales más bajo que el promedio de crecimiento de la década anterior. ¿No se suponía que haría las cosas mejor? Entre 2010 y 2017, el pilar fundamental del Producto Interno Bruto del país fue la construcción, que creció 43,3%, seguido de la intermediación financiera con 39%, mientras la agricultura creció 23% y la industria 12,7%. Del primero, aparte de las importantes obras ejecutadas y en funcionamiento, ya sabemos que fue el combustible principal de la corrupción que desde el gobierno alimentó a una candidatura presidencial.

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Por lo demás, ¿algún economista serio en cualquier lugar del planeta consideraría como exitosa la política económica de un país que tiene todos los factores de producción ¡todos! y aun así lo que más fabrica es TES, lo que más exporta es petróleo y lo que más distribuye es mermelada? Lo evidente es que las escuelas de pensamiento económico de Los Andes, Fedesarrollo y Anif fracasaron. No pudieron (o no quisieron) hacer que el ingreso por habitante de Colombia se pareciera más al de Japón sino al de Gabón.

Es hora de dar paso a otras ideas, como las que propone el economista de Harvard, Dani Rodrik, en su libro Una economía, muchas recetas (2011). En este análisis histórico, queda demostrado que los ingresos por habitante de los países del sudeste asiático en los últimos 50 años crecieron el triple que los de América Latina y los de China 8 veces más. Según el autor, la principal explicación de lo anterior se dio porque “las políticas de crecimiento de Corea del Sur y Taiwán muestran importantes desviaciones del consenso convencional”, que siguió América Latina con el llamado Consenso de Washington. Según Rodrik “ninguno de estos países emprendió acciones significativas de desregulación ni de liberalización de sus sistemas comerciales (…) Lejos de privatizar, ambos dependieron ampliamente de las empresas públicas. Corea del Sur ni siquiera estaba abierta a la inversión extranjera directa”.

Sencillamente no siguieron las recetas. En cambio de eso, agrega Rodrik, “ambos países desplegaron una serie muy extensa de políticas industriales que tomaron la forma de créditos dirigidos, protección al comercio, subsidios a la exportación e incentivos fiscales”. Asimismo, “rechazaron el consejo estándar de que adoptaran un enfoque de plena competencia en sus empresas”.

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Decenas de académicos hemos cuestionado durante décadas la orientación económica del país. “El consenso no es ninguna tontería”, dice el profesor de Harvard, y en el caso colombiano se han seguido sus recomendaciones al pie de la letra. Es hora de aceptar que la teoría no correspondió con la realidad. Y si la teoría no es igual a la realidad, ¿cuál de las dos es la equivocada?

El asunto más complicado no es demostrar el desacierto de la política. Eso lo hacen muy bien las estadísticas, aunque algunos fundamentalistas de mercado las nieguen. Lo más complicado es convencer a la ciudadanía de que sí es posible parecerse más a Suiza que a Haití. Pero solo se logrará si existe la voluntad de hacer diferente lo que ya se demostró que funcionó mal. Para eso se necesita un gobierno distinto con distintas ideas.

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