Opinión Online

Perspectivas de un "Greece–out"

Si Grecia decidiera salir del Euro y regresar a la Dracma el Gobierno recuperaría su solvencia pero la nueva moneda se depreciaría significativamente frente a las divisas mundiales.

Invitado
7 de julio de 2015

Desde el estallido de la crisis financiera internacional, como consecuencia del colapso del mercado de hipotecas subprime en Estados Unidos, varios países, entre ellos los mismos Estados Unidos, pasaron a la línea de fuego en los mercados financieros y vieron como sus costos de financiamiento vía tasas de interés exigidas por los inversionistas para comprar sus bonos soberanos aumentaron a causa de una mayor percepción de riesgo. Para distinguirlos, los mercados financieros empaquetaron a un grupo en especial bajo el acrónimo de PIGS, allí estaban referenciados, Irlanda, Portugal, Italia, España y Grecia.

Para la mayoría de esos países lo peor de la crisis financiera internacional, que mutó a una crisis de deuda soberana es parte del pasado, la excepción ha sido Grecia que luego de las tensiones asociadas al repago de sus deudas tuvo que negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un paquete de rescate para evitar perder el acceso a los mercados financieros internacionales.

Los ajustes en materia macroeconómica exigidos por el FMI para desembolsar el rescate a Grecia incluyeron el aumento de la edad de jubilación de los ciudadanos, reducción de los salarios de los funcionarios públicos, rebaja sustancial del salario mínimo, y también disminución de los pagos a los pensionados helenos. Además de las medidas de austeridad que ha venido pagando la sociedad, se suman aquellas relacionadas a la disminución del gasto público y ajuste del déficit fiscal por la vía de aumentar los impuestos.

Esas medidas de austeridad llevaron a una fuerte disminución del consumo de los hogares y gasto del Gobierno, lo que terminó reflejándose en una marcada contracción económica de la cual Grecia no ha podido salir. El desempleo ronda el 26%, mientras la deuda equivale al 177% del PIB, así mismo el crecimiento del producto ha sido lánguido y la producción industrial apenas creció un 0,4% anual en abril frente a un 5,3% de marzo.

Con un costo social elevado y un desempleo rampante, la clase media vio esfumarse el otrora estado de bienestar del que había disfrutado, sin que se avistaran perspectivas positivas hacia el futuro. Varios reconocidos economistas como Stiglitz y Krugman han expresado que el mejor camino que puede tomar Grecia es salir de la Eurozona a menos que las medidas solicitadas por sus acreedores se suavicen, de lo contrario puede enfrentarse al inicio de un prolongado periodo perdido en términos económicos, lo que supone toda una generación de jóvenes educados pero sin perspectivas de empleo.

En cambio, si Grecia decidiera salir del Euro y regresar a la Dracma, el Gobierno recuperaría su solvencia, porque podría imprimir dinero para financiarse y suministrarlo al sistema financiero. Sin embargo, es de esperarse que la nueva moneda tendría una depreciación acelerada frente a las divisas mundiales pues su fortaleza estaría seriamente cuestionada por lo menos durante los primeros años. En contraprestación Grecia podría beneficiarse de tener una moneda devaluada en una zona económica que poco a poco tendrá que recuperar su dinamismo.

De salir de la Eurozona, Grecia podría convertirse en el mediano plazo en un foco para la inversión extranjera desde otros países de Europa o Asia, lo que traería devuelta el crecimiento económico y el empleo. Muchas de las empresas e inversionistas encontrarían en el país heleno un destino atractivo para sus capitales pues la ventaja geográfica de Grecia para la producción y exportaciones hacia Europa es innegable, así mismo la mano de obra es muy productiva si se le compara con los países de Europa del Este.

Pese a lo anterior, una salida de Grecia del Euro no será gratis para el país y su sociedad en general, el primer costo que tendrá que asumir será su exclusión casi total de los mercados financieros internacionales, así mismo la deuda que no sea cancelada se volverá más pesada dentro del presupuesto público dada la devaluación inevitable que sufriría la nueva moneda que sea adoptada, por otro lado volver a la senda del crecimiento requerirá mayoritariamente del esfuerzo estatal a través de gasto e inversión, lo que se traduce en mayor déficit público que tarde o temprano tendrá que ser corregido sino se quiere caer en una secuencia de auge – derrumbe, algo totalmente inviable para un país que aspire a garantizar bienestar a su sociedad.

Con el triunfo rotundo del “no” en el referéndum del domingo pasado, los griegos parecen haber preferido la opción de un ajuste guiado por su propia capacidad de autodeterminación y asumir los riesgos inherentes a su salida de la Eurozona, que la opción de un ajuste determinado por las políticas del Eurogrupo que en el último tiempo han causado descontento entre la población y han llevado a un fuerte frenazo en la actividad económica agravando aún más la situación.

Mientras la situación de Grecia se deterioraba, el Banco Central Europeo solamente se dio cuenta de que era hora de ser más audaz en su política monetaria hasta enero de este año cuando decidió lanzar su programa de compra de bonos por 60.000 millones de euros mensuales, para incentivar la actividad económica en la Eurozona y luchar contra un caída del consumo que amenazaba con llevar los precios hacia la deflación. En contraste, los Estados Unidos hizo lo propio desde 2012 hasta octubre de 2014, el resultado ha sido que mientras Estados Unidos salió de la recesión y bajó la tasa de desempleo, la Eurozona todavía lucha por esquivar los constantes riesgos de recesión y mantener el empleo.

Ahora parece, a juzgar por la decisión que ha tomado la sociedad griega que el turno será para políticas más flexibles dentro de la Eurozona, o políticas totalmente abiertas desde un país que tendrá que iniciar de nuevo, incluso desde la reconstrucción de su propia moneda.