OPINIÓN OLINE

Del DOFA los innovadores se mofan

Las herramientas tradicionales de planeación generan resultados tradicionales, pero no permiten pensarse en términos de innovación. Para que esto sea posible, se requiere seguir procesos diferentes.

Invitado
26 de enero de 2016

Durante estas semanas, la mayoría de las empresas se encuentran dándole los últimos toques a su planeación estratégica para el año en curso. Generalmente estos planes se encuentran orientados a mejorar los indicadores financieros, sin embargo, no muchos se preocupan por incluír estrategias de innovación y sostenibilidad, pero esperan que sus resultados se den por obra y gracia del Espíritu Santo. 

Aun así, el común denominador que existe entre ellos es el deseo de mantenerse en el mercado y de ser más competitivos cada día. En mi experiencia he podido comprobar que cuando se siguen procesos tradicionales de planeación, se obtendrán resultados tradicionales; pero si lo que deseamos es la innovación, se debe seguir un proceso diferente.

Esto no quiere decir que las herramientas de planeación que se aprenden en las escuelas de negocio tales como el DOFA, el Balanced Scorecard y la matriz de Boston no sirvan, pues no se puede negar el gran valor que estas han traído al crecimiento y desarrollo de las empresas del mundo. El problema radica en que los análisis que brindan son rígidos, sus procesos son pasivos, al punto de ser casi somníferos y sus dinámicas son una danza de egos en el que gana el que mejor sepa imponerse.

No obstante, cuando el objetivo es la innovación, debe existir un espacio para la colaboración y participación, en el que se dé la bienvenida a opiniones de diferentes niveles de la organización ya que esto brinda una nueva mirada sobre las realidades del negocio. No simplemente la perspectiva aérea que se aprecia desde arriba.

Un proceso de planeación que conduzca a resultados más disruptivos debe integrar herramientas de creatividad que permitan explotar el potencial de los empleados y generar opciones que van más allá de lo obvio. En este proceso debe haber un balance entre un primer momento en que se piensan en posibilidades locas y descabelladas y un segundo momento en que se evalúan, critican y priorizan dichas opciones. Si estos espacios no se separan, se terminan teniendo reuniones en las que alguien da una idea y el resto del grupo se dedica a atacarla hasta mandarla a una mejor vida, o lo que es peor, hasta hacerla ver como algo conocido, es decir, hasta que se obtiene más de lo mismo.

Hay que perderle el miedo a herramientas como la lluvia de ideas, que muchas veces no funcionan no porque haya falta de ideas, sino porque no se respeta el balance entre crear y evaluar, y porque posteriormente no se tangibilizan dichas ideas. Y como esta existen muchas otras herramientas creativas que le apuntan no solo a la generación de ideas, sino también a identificar oportunidades de crecimiento, a estructurar visiones y líneas estrategicas, a evaluar ideas, tomar decisiones, y realizar planes de acción, entre otros.

Un año incierto como el 2016 es una invitación, no a refugiarnos en lo conocido, sino a explorar nuevas oportunidades y esto solo se logra estimulando el cerebro con procesos poco convencionales. Recuerde que locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos.

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