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La debacle de Brasil

Los logros de Brasil provienen de sacar a millones de personas de la pobreza. La recesión detendrá eso o incluso comenzará a revertir el proceso. El sector público de Brasil compite con estados de bienestar europeos en tamaño, pero emergentes en eficiencia.

Invitado
8 de enero de 2016

El 16 de diciembre Fitch se convirtió en la segunda de las tres grandes agencias de calificación crediticia en rebajar la deuda de Brasil a la categoría de basura. Días después el ministro de Finanzas Joaquim Levy renunció después de menos de un año en el cargo. La economía se contraerá entre un 2,5 y 3% en 2016, no mucho menos que en 2015. Incluso Rusia va a hacerlo mejor.

El sufrimiento de Brasil, como el de otros emergentes, se debe en parte a la caída de las materias primas. Pero Rousseff y el Partido de los Trabajadores han empeorado la situación. Durante su primer mandato en 2011-14, gastó imprudentemente en altas pensiones y deducciones fiscales improductivas para industrias favorecidas. El déficit fiscal aumentó de 2% del PIB en 2010 al 10% en 2015.

Con un 70% del PIB la deuda pública es preocupantemente grande para un país de ingresos medios, y sigue aumentando. Debido a las altas tasas de interés, el costo del servicio de la deuda es de un aplastante 7% del PIB. El Banco Central no puede utilizar simplemente la política monetaria para combatir la inflación (actualmente 10,5%), ya que tasas más altas pueden desestabilizar aún más las finanzas públicas. Brasil no tiene más remedio que subir impuestos y recortar el gasto.

Levy recortó el gasto en un cifra récord de 18.000 millones de dólares en 2015 y adelgazó los subsidios de desempleo. Pero no fue suficiente. La recesión arrastró los ingresos fiscales. Rousseff dio a su ministro un apoyo tibio y el PT fue hostil con él. La oposición tampoco cooperó.

Según The Economist, Nelson Barbosa puede ser capaz de lograr más como ministro de Finanzas. Tiene apoyo político dentro del PT. También tiene poder de negociación, ya que Rousseff no puede permitirse el lujo de perder a otro ministro de Finanzas. Una primera prueba será si persuade al Congreso para restablecer un impopular impuesto a las transacciones financieras.

Un objetivo central deben ser las pensiones. La prestación mínima es igual al salario mínimo, el cual ha aumentado casi un 90% en términos reales durante la última década. Las mujeres por lo general se retiran cuando tienen 50 años y los hombres a los 55, casi una década antes que la media de la Ocde. El Gobierno paga el 12% del PIB a los pensionistas, es decir, más proporción que en Japón por ejemplo, a pesar de ser éste más rico y tener una población de mayor edad.

Una empresa típica industrial emplea 2.600 horas al año en cumplir con la burocracia tributaria; el promedio latinoamericano es de 356. Las leyes laborales hacen costoso para las empresas despedir a empleados incluso incompetentes. Brasil ha protegido a sus empresas de la competencia internacional. Razón por la cual, entre 41 países cuyo desempeño fue medido por la Ocde, su productividad es la cuarta más baja.

Alrededor del 90% del gasto público está protegido contra los recortes por la Constitución. El sector público de Brasil compite con estados de bienestar europeos en tamaño, pero emergentes en ineficiencia.

En Brasil se hace todo más difícil por un sistema político que favorece la fragmentación partidista y la compra de votos, y que atrae mercenarios políticos con poco compromiso. El umbral para que un partido entre en la cámara baja del Congreso es pequeño: hoy 28 están representados, añadiendo más parálisis legislativa. Los congresistas representan estados enteros, algunos tan poblados como países vecinos de Latinoamérica, lo que hace que las campañas sean ruinosas, motivo por el que los políticos han metido la mano en la caja de Petrobras.

La oposición se empeña en el juicio político a Rousseff, una batalla que podría dominar la agenda política durante meses. El PT no tiene apetito por la austeridad. Lograr el apoyo de tres quintos en ambas cámaras del Congreso necesarios para las reformas constitucionales será una tarea difícil.

La mayoría de los préstamos de Brasil están en moneda local, lo que hace poco probable el default. En lugar de ello, el país puede llegar a inflar sus deudas. Los logros de Brasil provienen de sacar a millones de personas de la pobreza. La recesión detendrá eso o incluso comenzará a revertir el proceso.