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¿Eres emocionalmente inteligente?

Un reciente estudio analizó a 500 líderes de negocios para descubrir por qué hay personas que tienen más éxito que otras, trabajando en lo mismo. ¿La clave? La personalidad, más que las afinidades culturales o las habilidades de trabajo.

Invitado
27 de noviembre de 2015

Según un artículo realizado entre el Foro Económico Mundial y Jimena Azinovic de Forbes, el problema está en saber qué quiere decir “personalidad” en el ámbito de los negocios: se compone de un conjunto estable de preferencias y tendencias a través del cual nos acercamos al mundo. Ser introvertido o extrovertido es un ejemplo de la personalidad. Sus rasgos se forman a una edad temprana y se fijan en los primeros años de la edad adulta. Muchas cosas de nosotros cambian a lo largo de la vida, pero la personalidad es una excepción.

Pero la personalidad no es lo mismo que el intelecto, ni que la inteligencia emocional. Esto lo han malinterpretado los líderes. Las cualidades que han llamado personalidad eran en realidad de inteligencia emocional, algo que cualquiera puede incorporar en su vida. Para tener inteligencia emocional se debe estar en contacto con tus propios sentimientos y con los de los demás, así como gestionar de una manera que nunca sea amenazante pero sí inspiradora y energizante. Éstas son las habilidades de las personas emocionalmente inteligentes:

1. No están preocupados por la recompensa. Un buen empleado nunca dice: “Ése no es mi trabajo”. Los más exitosos son aquellos que trabajan más allá de la descripción de sus trabajos, en lugar de estar esperando reconocimiento.

2. Toleran el conflicto. Ni buscan situaciones conflictivas, ni huyen del conflicto. Son capaces de mantener su compostura mientras exponen su postura con calma y lógica. Son capaces de resistir a los ataques personales.

3. Se centran en lo importante. A los alumnos pilotos se les suele decir: “Cuando las cosas empiezan a ir mal, no te olvides de pilotar el avión”. Los mejores empleados no se distraen con los clientes de mal humor o las quejas entre oficinas. Saben diferenciar los problemas reales del ruido de fondo.

4. Tienen coraje. Están dispuestos a hablar cuando otros no lo están, ya sea sobre algo complicado o para impugnar una decisión ejecutiva. Piensan antes de hablar y eligen sabiamente el mejor momento para hacerlo.

5. Tienen su ego bajo control. Están dispuestos a admitir cuándo se equivocan y a hacer cosas de otra manera, ya sea porque es mejor o porque es importante para la armonía del equipo.

6. Nunca están satisfechos. Tienen la convicción de que las cosas siempre pueden ser mejores sin importar lo bien que vayan las cosas.

7. Reconocen cuándo las cosas están rotas y las arreglan. No pasan los problemas por alto, sino que buscan remedios de inmediato.

8. Son responsables. “No es mi culpa” es la frase más irritante en una oficina. Los empleados más exitosos son dueños de su trabajo, de sus decisiones y de todos sus resultados, sean buenos o malos.

9. Son agradables. Son queridos por todos los compañeros. Tienen habilidades de integridad y liderazgo (incluso si no están en una posición oficial de liderazgo). Externamente, son personas en las que se puede confiar para representar a la empresa.

10. Neutralizan a la gente tóxica. Tratar con personas difíciles es frustrante y agotador para la mayoría. Los empleados exitosos controlan sus interacciones con personas tóxicas al mantener sus sentimientos bajo control. Saben identificar sus propias emociones y no permiten que la ira o la frustración alimente el caos.

Finalmente, merece la pena recordar estas palabras de Teresa de Calcuta en el 50 aniversario de la ONU:

"Así que queréis cambiar a la gente, pero ¿conocéis a vuestra gente? Porque si no conocéis a las personas, no habrá comprensión, y si no hay comprensión, no habrá confianza, y si no hay confianza, no habrá cambio. ¿Y queréis a vuestra gente? Porque si no hay amor en lo que hacéis, no habrá pasión, y si no hay pasión, no estaréis preparados para asumir riesgos, y si no estáis preparados para asumir riesgos, nada cambiará. Así que, si queréis que vuestra gente cambie, pensad: ¿conozco a mi gente?, ¿y quiero a mi gente?…"