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Expatriados: ¿vale la pena salir?

A la mayoría de repatriados se le da un trabajo sin definir correctamente. Vagan por los pasillos sin proyectos concretos ni motivadores. Lejos de ascender en la jerarquía, vuelven a un trabajo del mismo nivel que el que habían dejado al irse al extranjero.

Invitado
18 de diciembre de 2015

Las empresas teóricamente valoran el envío del personal más prometedor al extranjero, ofreciéndoles salarios más altos y grandes prestaciones, y a veces ayudan a encontrar trabajo para los cónyuges. Pero cuando se trata de repatriarles la historia es diferente. Un estudio sugiere que una cuarta parte de las empresas no ayudan a los repatriados.

El costo de esta negligencia es alto. La escuela de negocios IESE de España estima que entre el 10% y el 60% de los repatriados renuncia a su compañía en los dos primeros años posteriores al regreso. Su tasa de deserción es notablemente superior a la de los no expatriados.

Esto representa un despilfarro ya que los expatriados cuestan más que los locales de los países de destino. Daña la inversión en liderazgo. Puede haber un subsidio a las empresas rivales, que se hacen con las personas más indicadas para enterrar a las empresas que les han entrenado.

Los repatriados se quejan del choque cultural: sienten que han perdido su lugar en la sede central, en parte debido a que el equilibrio de poder ha cambiado (sus aliados se han ido y los recién llegados se han hecho hueco) y en parte porque se han acostumbrado a dirigir su propio feudo y ahora vuelven a una jerarquía. A esto hay que añadir que tienen que ajustarse a un nivel de vida más bajo, sobre todo si tienen que regresar a una ciudad cara como Londres. Hay signos de que la repatriación es más difícil que la integración en un país culturalmente distante.

A la mayoría de repatriados se le da un trabajo sin definir correctamente. Vagan por los pasillos sin proyectos concretos ni motivadores. Lejos de ascender en la jerarquía, vuelven a un trabajo del mismo nivel que el que habían dejado al irse al extranjero.

Un estudio de 2011 del Instituto de Empresa, otra escuela de negocios española, pone en duda la idea de que un cargo en el extranjero sea el camino a la cima. Analizaron a los primeros ejecutivos de las 500 mayores empresas europeas y de las 500 más grandes de EEUU, para ver el efecto que ser enviado al extranjero había tenido en sus carreras. Encontraron que los que más experiencia extranjera habían acumulado, más tardaron en llegar a la cima.

La mayoría de dichos CEOs (60% en Europa y 76% en EEUU) nunca había tenido un cargo en el extranjero. De las personas con experiencia en el extranjero, más de la mitad eran el CEO de una empresa distinta de la que les había expatriado. Por tanto, los jefes sobrepremian a las personas que ven todos los días.

Las empresas justifican la expatriación por la acumulación de nuevas ideas. Pero los repatriados se quejan de que sus jefes no les dan puestos de trabajo que les permitan aplicar su experiencia y difundir sus nuevos conocimientos a otros empleados.

¿Cómo pueden las empresas mejorar este triste récord? PwC celebra cócteles para ayudar a reintegrar al personal que regresa, y les proporciona mentores para ayudarles a encajar de nuevo. Las empresas también deben encontrar maneras para ayudar a los repatriados a difundir lo aprendido en el extranjero. Pero parte de la responsabilidad también recae en los propios trabajadores. No pueden desaparecer unos años y esperar ser recibidos como héroes: es necesario mantener el networking en casa.

Hay indicios de que las empresas están empezando a reconocer el problema, algunas incluso hablan de medir el retorno de la inversión en el extranjero y de responsabilizar a los altos directivos de la pérdida de repatriados.