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¿El triunfo del pesimismo?

El alarmismo por la caída de las bolsas genera un ambiente de pesimismo que unido a las cabañuelas puede configurar una profecía autorrealizada que termine redundando en un año decepcionante para la actividad económica global.

Invitado
13 de enero de 2016

Ahora que el año ha comenzado con una importante desvalorización del mercado de renta variable, especialmente en China, y una fuerte caída en el precio del petróleo se intensifican las dudas sobre la capacidad de la economía global de mantener la recuperación económica de años recientes.

En efecto, el precio del crudo alcanzó el mínimo en más de una década al caer casi 12% en la primera semana del año, el S&P 500 se desvalorizó más de 5% y la bolsa de Shanghai cayó 10%.

Sin embargo, este pésimo inicio de año en los mercados financieros luce bastante paradójico puesto que la caída en el precio del petróleo y de otros commodities  beneficia el consumo (y, por ende, la actividad económica) en las economías desarrolladas y en Asia emergente al ser importadores netos de materias primas.

De hecho, también en la primera semana del año se conocieron cifras que dieron cuenta de una mayor fortaleza del mercado laboral en EE.UU. al cierre de 2015, mientras que en Europa los índices PMI sugieren un mayor crecimiento económico en el último trimestre del 2015, a pesar de los atentados terroristas en París.

El alarmismo a propósito de la caída de las bolsas contribuye a la generación de un ambiente de pesimismo, lo cual unido al hecho sicológico de ser la primera semana de año (recordando las tradicionales cabañuelas) pueden configurar una profecía autorrealizada que termine redundando en un año verdaderamente decepcionante para la actividad económica global.

Vale recordar que una profecía autorrealizada es un proceso por el cual una creencia o expectativa, correcta o incorrecta, afecta el resultado de una situación o la manera en que una persona o grupo se comportará.

El mal sentimiento de los inversionistas financieros durante meses recientes se ve reflejado en la concurrencia de recurrentes ataques especulativos contra la bolsa en China y la guerra en el mercado petrolero (que parece no tener un fin próximo). Esto seguirá siendo el combustible del pesimismo a lo largo del 2016 y el principal riesgo es que tal situación termine afectando la confianza de inversionistas y consumidores lo suficiente para modificar sus decisiones, al punto de provocar un freno súbito en la actividad económica.

Lo anterior se evidenció claramente en el castigo a todas las economías emergentes que vieron salidas de capitales a lo largo de 2015, aunque en este proceso jugó un papel relevante el temor por el inicio de un ciclo alcista de tasas de interés en EE.UU.. El fin de los altos precios de commodities (especialmente del petróleo) ha tenido una doble consecuencia: Por un lado ha ocasionado riesgos de deflación en las economías desarrolladas y, por otro, ha mermado los ingresos públicos y por exportaciones en muchas economías emergentes, con el consecuente deterioro fiscal y la creación de fuertes presiones inflacionarias derivadas de la rápida devaluación de sus monedas.

No obstante, según las proyecciones de crecimiento económico publicadas por el Banco Mundial para el periodo 2016 - 2018, economías emergentes como India, México, Vietnam, Nigeria, Indonesia, Irán, Filipinas, Polonia, Panamá, Perú o Egipto parecen tener la capacidad de sostener ritmos de crecimiento económico favorables aún sin contar con el beneficio de altos términos de intercambio (relación entre precios de exportaciones e importaciones).

Incluso Colombia cuenta hoy con un plan de construcción de infraestructura vial que podría compensar, en gran medida, el efecto negativo de la caída en los precios del petróleo sobre la actividad económica, permitiendo mantener ritmos de crecimiento entre 3% y 4% éste y los siguientes años.

En todo caso, los riesgos que parecen estar desenmascarando el comportamiento de los mercados financieros en los últimos meses son: el exceso de apalancamiento en sectores clave de la actividad económica global en años recientes; una eventual guerra de monedas que genera desbalances financieros insostenibles; y, sin duda, el exceso de liquidez que migra de activo financiero en activo financiero ante la escasez de activos reales y la urgencia de obtener rentabilidades atractivas.

En conclusión, aunque en efecto hay grandes desafíos para que la economía global alcance un ritmo de crecimiento sostenible, ya están en curso muchas medidas para lograrlo. Sin embargo, la inmediatez y la volatilidad características de los mercados financieros pueden terminar siendo factores en contra de difícil manejo para la forma en que funciona hoy la política económica.