Opinión Online

Y mi empresa… ¿hace algo por el valor compartido?

“No son suficientes la responsabilidad clásica de los empresarios ni la filantropía para responder con efectividad a las necesidades sociales. Se debe redefinir el propósito de las empresas porque de eso depende su progreso y existencia” Michael Porter

Invitado
16 de octubre de 2015

Uno de los factores clave de éxito de las empresas actuales que poseen una ventaja competitiva, es su capacidad de gestionar y adaptar procesos de cambio, enfocados al concepto de valor compartido. Esto les ha permitido mejorar, tanto las condiciones con respecto de  la competencia, como las situaciones del entorno del cual hacen parte. Lo han hecho con el fin de mostrar progreso en los ambientes económico, social y cultural. 

No cabe la menor duda que esto ha sido inducido por un entorno de negocios cada vez más complejo y volátil, en el que inclusive, se ha llegado a tildar negativamente al “capitalismo”, que pasó de ser un impulso económico a ser el enemigo de la sociedad, por lo que se hace necesario enfocar a las organizaciones hacia la contribución de crear impacto social.

Durante un viaje reciente, me encontré con una colega, quien está estudiando en el extranjero y, uno de los temas de conversación durante nuestra comida, fue precisamente, su posición alrededor del concepto del valor compartido, concepto introducido hace unos años por Porter y Kramer (expertos en temas de estrategia corporativa). Es decir, la manera cómo las empresas piensan y actúan en relación a sus empleados, las comunidades y el entorno social en general.
 
Mi colega estaba consternada, por la poca importancia que le dan las empresas, a la responsabilidad como corporación dentro del entorno social. Y para ser sincero comparto completamente el punto de vista de mi colega, pues como lo expone, se hace necesario generar una sólida “raza” de líderes, esos que tengan dentro de su ADN un conjunto de habilidades distintivas y con miras a mejorar los impactos sociales y comunitarios. Una generación que no conozca jerarquías o estructuras formales, sino que reconozca el poder de la creatividad y la pasión, que quieran mejorar su competitividad, impulsando la economía y la calidad de vida de las comunidades donde operan, que realmente estén convencidos de que las empresas son parte de un ecosistema y que gracias a sus decisiones, logren hacerlas sostenibles en el tiempo y de manera genuina sepan que hacen parte de una sociedad.

Y pongo a su consideración la siguiente reflexión: muchas empresas fracasan en el desarrollo del cambio, porque carecen de una visión dentro de un contexto cambiante y una sociedad variable. No han logrado en definitiva consolidar un firme y definitivo valor compartido dentro de sus empleados, en su cultura organizativa y mucho menos a su entorno.

Y puedo asegurar que esto sucede en los períodos en los que hay procesos críticos de cambio, los cuales son obviados, mal interpretados o subestimados. Y es en estos momentos de descuido que afloran conductas de resistencia al cambio u oposición al proceso de transformación, debido al pobre enfoque social, una insuficiente comunicación sobre el concepto de valor compartido y  la poca aplicación de reforzamientos positivos hacia este fin por parte de los líderes.

Considerando entonces, que una empresa es un sistema social orientado al trabajo coordinado de un grupo de personas que comparten una visión, que agregan valor a diversos grupos de interés y que benefician a un entorno; tiene sentido poner el acento en las conductas y en las motivaciones bajo un enfoque social. Haciendo frente a necesidades y desafíos de la realidad circundante y apuntando al progreso social; volver parte de la operación el planteamiento responsable del negocio.

Si quiere iniciar la tarea en su empresa deberá crear una propuesta de valor única, con programas de responsabilidad corporativa que contemplen las múltiples dimensiones de la sociedad, que superen prejuicios de la rentabilidad en temas de mejoramiento social y que conozcan los aportes reales que pueden hacer.

Si bien, las organizaciones no son culpables de todos los problemas sociales y no cuentan con los fondos suficientes para solucionar todos los problemas, cuando estas se encargan de un programa, que incluye el valor compartido, sí son los entes más idóneos para generar un movimiento exitoso y fundamentado en el conocimiento de su mercado.