Opinión online

Diplomacia Cachaca

No es claro aún por qué Colombia quedó al margen del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), pero no resultaría extraño frente al estilo diplomático desplegado en los últimos años.

Invitado
12 de octubre de 2015

Los Cachacos somos atentos pero algo enredados, no somos amigos de los enfrentamientos y preferimos a veces callar que asumir posiciones, creemos que hablando bajito pero con cara de serios obtenemos la atención que merecemos y pasamos por ser hipócritas por no decir de manera directa lo que pensamos. Nos gusta quedar bien con todo el mundo.

Y eso está bien para ciertos salones pero no para participar en el concierto internacional de naciones. La diplomacia hoy en países en desarrollo resulta ser un ejercicio de ventas más que otra cosa, pues todos le apuestan a atraer a los mismos inversionistas y buscan acuerdos dirigidos a que sus productos se vendan de manera competitiva en otros mercados, existiendo políticas de Estado dirigidas a esa finalidad.

De otro lado, aunque no nos guste, el lenguaje diplomático ha cambiado. La diplomacia del alarido, que prescinde de las notas diplomáticas para remitir mensajes a través de los medios, pareciera más eficiente y, repito, aunque no nos guste, supone un nuevo lenguaje que hay que aprender y aplicar.

En el caso de Colombia, hemos tenido lamentables reveces diplomáticos en asuntos trascendentales, que no dejan claridad sobre si existe o no un derrotero diplomático conocido.

Algunos ejemplos. La falta de una decisión de Estado de retirarse de la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia oportunamente, existiendo la contingencia de someterse a un fallo caprichoso en el caso de Nicaragua, como ocurrió, colocó al país en el actual escenario de estar rogando a dicha Corte que declare no ser competente para haber proferido el fallo que privaría al País de un inmenso territorio marítimo.

Muy a la cachaca, se prefirió seguir las reglas del juego que adoptar una decisión drástica y estratégica que sometiera el asunto exclusivamente a acuerdos bilaterales. Si estuvo o no fundamentada dicha decisión, no se sabe, pues no parecieran existir registros de los antecedentes de la misma.

Recientemente el gobierno venezolano “deportó” a colombianos ilegales, otros no, con el pretexto de que promovían el paramilitarismo  y creó una crisis social que frente a las protestas diplomáticas de Colombia, se resolvió manteniendo Venezuela su posición de cerrar la frontera y limitar el paso fronterizo a voluntad.

Entretanto, en medio de la crisis diplomática, Venezuela logró una reunión con el Secretario General de la ONU, sin Colombia, y que la OEA bloqueara la propuesta de Colombia de designar una comisión observadora que revisara el desplazamiento forzado y la persecución contra los colombianos. Al final, nuestro gobierno muy cachaco concedió a Venezuela una reunión en la que no pareciera haberse logrado nada diferente a que Venezuela respetara ciertos protocolos humanitarios. Sin embargo, la frontera sigue cerrada.

¿Que faltó? Probablemente entender que la diplomacia formal no funciona con contrapartes que se ríen de la formalidad, que no entienden del respeto a las normas internacionales y que solo atienden a lo que les convenga. Muy cachacos, seguimos únicamente las reglas y dignamente esperamos que el sistema internacional funcionara, cuando no hemos tenido jamás conexión real con los pequeños países del Caribe que votan agradecidos en la OEA por su proveedor de petróleo.

Sin desconocer que había que seguir tales protocolos, seguramente se dejó de lado la diplomacia sutil del chafarote, con la que a punta de abrazos y rones se logra más que con notas de protesta.

Finalmente, nos quedamos fuera del TPP, acuerdo que supone reunir un 30% del comercio mundial y que podría ser el bloque comercial con mayor proyección y contrapeso natural de China en el contexto internacional. Hasta ahora no se conocen explicaciones de si convenía o no entrar en ese grupo, de qué pasó si era de interés, o nos quedamos esperando una invitación, pero deja la duda de si obedece o no a una estrategia clara de Colombia.

Bombardear al enemigo dentro las fronteras de los vecinos no habrá sido diplomático, pero dejó un precedente inolvidable de a dónde estuvo dispuesta Colombia llegar para combatir el terrorismo y proteger sus nacionales. A veces es mejor pedir perdón que pedir permiso, y si bien cuestionable, ser agresivo (no violento) a veces sí paga.