OPINIÓN ONLINE

Ocupándonos de las 'pre-ocupaciones'

Cuando hay dificultades uno puede entrar en un estado de “parálisis preventiva”. Las experiencias y conocimiento acumulado nos dan elementos para encontrar soluciones y actuar.

2 de abril de 2016

Muchos saludamos al 2016 con algo de susto. A medida que han ido pasando los días las charlas de negocios han ido adquiriendo un tono un poco más oscurito. Si bien muchos empresarios dicen que el año no comenzó mal, las expectativas respecto al segundo semestre no son las mejores. Esas charlas informales se han empezado a reflejar en algunos indicadores de confianza.

De acuerdo con la encuesta de opinión industrial de Fedesarrollo del pasado mes de febrero, si bien este grupo de empresarios declaran tener hoy el mayor nivel de confianza sobre sus resultados desde el año 2011, la percepción de las condiciones económicas y, especialmente, sociopolíticas para invertir a futuro se ha deteriorado.

El resultado ha sido una especie de “parálisis preventiva” en la que los negocios no se mueven “porque las cosas no se ven bien”. En otras palabras, hay la percepción (y, para algunos, la realidad) de que no se están adquiriendo nuevos bienes y servicios o que se están posponiendo algunas compras, inversiones y renovaciones porque es posible que se nos venga una crisis económica. O que, de hecho, la estemos empezando a vivir.

Vámonos al extremo y supongamos que ese fuera el caso. ¿Hay razones para estar muy preocupados? Creo que no necesariamente.

Mi relativo optimismo se sustenta en que, si ocurre, ésta no sería la primera “crisis” a la que nos enfrentáramos en nuestras cortas o largas vidas. A muchos nos quitaron la televisión, las salidas al parque, el internet y los jueguitos hasta que sacáramos adelante una materia o un cúmulo de logros.

Tantos más experimentamos Armagedón cuando nos echó vilmente el hombre o mujer de nuestra vida…a los 14 años. A la implosión vital de algunos se le adicionaron los “ires y venires” de la relación de nuestros papás. Después, a otros tantos casi se nos paraliza el corazón cuando nos tocó salir al mercado laboral en plena crisis de la economía colombiana de finales de los noventa, o después del duro dotcom bust que afectó a los Estados Unidos y a algunos países de Europa. El pánico para muchos fue aún mayor cuando la “gran recesión” de hace un par de años, les quitó sus casas, sus ahorros o sus trabajos.

Todas estas experiencias nos vuelven no solo más resilientes sino que nos permiten ganar conocimiento y desarrollar capacidades para adaptarnos. Ese conocimiento no necesariamente queda encapsulado en cada uno de nosotros. Podemos ponerlo al servicio de nuestras organizaciones.

¿Cómo? En tiempos de mar revuelto, debemos leer las cambiantes necesidades de nuestros clientes. Reaccionar no sólo ofreciéndoles nuevos productos y servicios sino también ajustando nuestra estrategia de precios, de financiación y de mercadeo. Como resultado, puede ser necesario hacer otros ajustes, por ejemplo, en procesos internos de nuestro negocio. Es así como las crisis nos dan la oportunidad (y, en ocasiones, ¡nos empujan!) a usar las herramientas ganadas en el pasado y también a experimentar e innovar. Por ejemplo, el desarrollo de la sharing economy (Zipcar, Airbnb, Uber, etc) ha sido impulsado por la “gran recesión”.

Uno podría pensar “sí, muy interesante todo lo anterior, pero el problema es que el mercado está en pánico” o, más pausadamente, que “las cosas no pintan muy bien”. La realidad es que el mercado lo hacemos cada uno de nosotros cuando decidimos sí y qué comprar, y qué o cómo ofrecer. Esas decisiones no las toma entonces una mano ajena.

Además, si todos nos asustamos al tiempo, la crisis sucederá, existan o no razones fundamentales para ella. Informarse, determinar las posibles implicaciones de diferentes escenarios, consumir e invertir estratégicamente tomando el conocimiento y experiencias ganadas y experimentando e innovando es mejor para nosotros, para nuestras empresas y para la economía y el país en general.

No nos ‘pre-ocupemos‘ sino que ocupémonos. Y, como dicen en árabe, ¡YALA!