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Mis hijas deben casarse con príncipes... o ¿Firmar capitulaciones?

Aunque parece un asunto pasado de moda, aún hay familias empresarias que sueñan con ver casados a sus hijos con una pareja de gran linaje. La frustración de no lograrlo, se convierte en otra de las piezas de ese pesado equipaje emocional que tanto daño le hace a la empresa y a la familia.

Gonzalo Gómez Betancourt
9 de noviembre de 2016

Esta cuarta pieza del equipaje emocional es un tema sobre el cual se habla en “voz baja” en las familias empresarias, porque se supone que los hijos tienen toda la libertad de escoger con quien se casan. Por tanto se aborda de manera informal y peyorativa cuando se emiten juicios como éste es un yerno poco distinguido pero con mucha iniciativa o la nuera es una mujer arribista, convirtiéndose así en la cuarta pieza de ese equipaje emocional familiar del que venimos hablando en este espacio.   

Por lo general todos los padres deseamos que los hijos se casen bien, tengan una pareja estable que los ame y respete, no queremos que sufran desilusiones amorosas. No obstante a lo largo de mi experiencia he escuchado frases que se dicen por chiste y que en realidad representan una creencia y una costumbre en muchos casos elitista, que termina por generar consecuencias negativas que no alcanzamos a imaginar. He escuchado frases como “Uno se debe casar por lo menos de igual a igual, y siempre con alguien que tenga más”, “Lo mejor del matrimonio es casarse con alguien que esté social y económicamente por encima, nunca por debajo”.

El Caso

Una familia empresaria bogotana de un nivel socioeconómico muy alto, me solicitó que les realizara un Protocolo de Familia. Cuando empecé a hacer el diagnóstico, parecía una familia unida y por lo tanto decidí iniciar el proceso sin ninguna salvedad o predisposición a que ocurriera algo inesperado.

En la primera sesión con todos los miembros de la familia, en la cual hablamos de la importancia de la visión familiar habíamos trabajado muy bien hasta cuando, en  el último minuto la hermana mayor, empezó a verse molesta, diría que herida y expresó abiertamente que mientras a ella no le aceptaran a su nueva pareja, no volvería a las reuniones y se marchó  abruptamente.

El problema familiar trascendió a la empresa porque ese dolor emocional de la hermana mayor, significaba para ella rechazo, por lo tanto se trabajaba con gran incomodidad.

Desafortunadamente casi nunca los miembros de una familia nos dicen la verdad completa, en las entrevistas de inicio de un proceso como el del Protocolo Familiar o cualquier otro, porque quieren ocultar los problemas. Cuando empecé a profundizar en las dinámicas familiares, ésta era la tercera relación de la hermana mayor, con una persona que claramente no era aceptada por ningún miembro de la familia por su clase social, por su lenguaje vulgar, su trato no elegante, pero curiosamente ese mismo patrón se había dado en sus anteriores parejas. Con ninguna ella había podido ser feliz.

En mi criterio, quizá a hija mayor sentía una profunda inconformidad con la actitud clasista del resto de los miembros de la familia, que siempre estaba comparando sus parejas a nivel de clase social, modales, trato, con las de su hermano, quien sí había logrado “casarse con una verdadera princesa, como ellos lo merecían”. Al analizar la situación, inconscientemente la hija le estaba diciendo a sus padres, que el amor es independiente de clase social, raza o religión, por lo tanto de esta manera y al no ser acetada su nueva pareja, la hija mayor se retira de la empresa, se va del núcleo familiar.

Cómo actuar

No es fácil entender por qué como padres no terminamos de comprender que los hijos adultos son responsables de sus decisiones y en especial de la persona con quien desean compartir su vida. Una vez cumplen la mayoría de edad, sólo queda esperar que tomen las mejores decisiones para que como padres estemos para ayudar, acompañar, pero no para juzgar. Este patrón se repite una y otra vez, con lo cual se cae en el error de ejercer una fuerza centrífuga que termina sacando a los hijos del núcleo familiar.

Mi recomendación es que cuando sus hijos decidan compartir su vida con la pareja, este cerca de ellos, pero no se involucre, puede apoyarlos en diferentes aspectos como el económico por ejemplo, pero nunca los haga sentir que porque escogieron una pareja que piensa, actúa distinto, o no es de la misma clase social, no son parte de la familia. Los hijos no se lo perdonarán a sus padres, tampoco a sus abuelos y a sus anteriores generaciones, porque seguro es una actitud que viene de generaciones atrás y se va replicando hasta que en algún momento un miembro de la familia genera la ruptura del patrimonio familiar.

¿Mis hijos deben firmar capitulaciones o mejor disolver sociedad conyugal?

Correlacionada con la anterior, la quinta pieza del equipaje emocional de las familias empresarias es la de exigir a los hijos que a la hora de casarse firmen capitulaciones como una manera de proteger el patrimonio familiar y no permitir que “extraños” vayan a disfrutar de algo que no les pertenece.

Esta pieza del equipaje merece una especial atención porque se deriva de una legislación proteccionista y anticuada como la colombiana, en la cual si los bienes adquiridos antes del matrimonio no se identifican plenamente en unas capitulaciones entran a la sociedad conyugal al igual que los ganaciales. En mi  experiencia de consultor, he visto la infinidad de problemas generados por este hecho. He tenido que asistir a cientos de rupturas familiares y patrimoniales, ver como se disuelven matrimonios felices, donde existía amor y compromiso, producto de la desconfianza que generan unas capitulaciones o peor una disolución de la sociedad conyugal, es un dolor tan fuerte que nunca se olvida.

El caso

En una familia empresaria de Bucaramanga,  de estrato social muy alto, el hijo mayor, líder empresarial y familiar, se casó con su novia de toda la vida, una historia de amor de esas que inician desde la adolescencia. La novia era una persona  humilde, muy católica, su mamá era hija natural de un señor que nunca la reconoció. La joven estudió administración de empresas en una universidad importante, pero en horario nocturno porque tuvo que trabajar para poderse pagar sus estudios. Los padres del novio le exigieron a su hijo que debía hacer capitulaciones y/o una disolución de la sociedad conyugal, la novia en medio de la emoción, no le dio importancia al tema, dijo que no tenía inconveniente en firmar ese papel.   

A la semana siguiente, ella le mostró el documento a su mamá quien se dirigió a un consultorio jurídico de la universidad, para que un abogado le explicara la figura. El abogado, un joven de corte socialista le dice que evidentemente esa familia no confiaba en su hija, que habían tomado esa decisión porque ella no era de su misma clase. Para madre e hija, por sus convicciones religiosas, les era inadmisible disolver la sociedad conyugal por motivos económicos, con lo cual se generó una desconfianza profunda tanto por parte de los padres del novio como por ella y su mamá.

Ese equipaje fue tan pesado que cuando llegó la hora de la sucesión ejecutiva en la empresa y él fue escogido por la familia para asumir la presidencia de la empresa, su esposa se opuso, él terminó por no aceptar el cargo y romper las relaciones con su familia, porque ellos habían hecho un patrimonio independiente y decidieron dedicarse a sus negocios.

Cómo actuar

Colombia, como pocas legislaciones en el mundo no separa el patrimonio constituido antes del matrimonio sino se realiza de manera formal, ya sea a través de capitulaciones patrimoniales o de disolución conyugal, en los dos casos de todas maneras el cónyuge, así se separe obtiene gananciales de ese patrimonio. 

Esa legislación, ha colocado a mucha familias en problemas, especialmente a las católicas que aspiran a casarse para toda la vida, en especial en estratos socio económicos altos. La solución es hablarles a los hijos desde tempranas edades y a las parejas de los hijos, manifestándoles que el patrimonio es de los padres y no de los hijos y que por tanto no pueden existir roces por un capital que aún no es de ellos. No obstante, existen otro tipo de soluciones legales que no afectan el vínculo familiar como son los fideicomisos patrimoniales, donde los hijos no son dueños sino beneficiarios, el patrimonio no es del individuo sino de la familia, con lo cual el tema patrimonial además deja de ser un atractivo para quienes se acerquen a ellos por interés económico, porque eso también ocurre y puede ser muy dañino para la familia empresaria.

En conclusión, la cuarta y quinta pieza del equipaje emocional, son las que más generan rencores y distanciamientos, por lo que debemos procurar tener prudencia con el tema y conseguir asesores que se detengan tanto en el tema familiar como en el empresarial, porque hay muchos que sólo destacan lo patrimonial y le restan importancia a lo familiar.