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Los mitos del buen jefe

Bien dice el adagio popular que entramos a las empresas por su poder de atracción, por su marca, pero nos retiramos por el jefe que nos toca en turno.

Pablo Londoño
8 de septiembre de 2016

Bien dice el adagio popular que entramos a las empresas por su poder de atracción, por su marca, pero nos retiramos por el jefe que nos toca en turno. Las organizaciones hacen esfuerzos increíbles con inversiones importantes para construir procesos y políticas que garanticen un buen clima interno, pero parecería siguen fallando en desarrollar en sus líderes las habilidades requeridas para ser un buen jefe, dejando en parte a sus habilidades “naturales” el albur de conservar el mejor talento.

Y es que a pesar de la evolución que ha tenido la ciencia de la gerencia, algo dista entre dominar la teoría gerencial (estrategia, finanzas, mercadeo, ventas, etc.) que es algo que se ha sofisticado desde la academia, con poner en práctica la realidad diaria de ser un buen jefe en donde son las famosas habilidades blandas del individuo, las que determinan la eficacia de su liderazgo y la permanencia y desarrollo de su equipo.

En este sentido Bruce Tulgan (el también autor de “Administrando la Generacion X) desarrollo en su obra “Está Bien Ser el Jefe” siete mitos que evidencian las carencias típicas de estas malas jefaturas:

1) El mito del empoderamiento: Para empoderar a la gente hay que dejarlos solos dándoles espacio para que se administren ellos solos. Esta por supuesto es una primera gran equivocación. El jefe debe servir de guía dando la dirección y soporte necesarios para el mejor uso del talento de su equipo. Dejarlos “libres” a que sean los creadores de sus metodologías no sólo puede ser una gran equivocación sino una pérdida inmensa de la eficiencia del equipo. Siempre, no importa la madurez del individuo, agradecemos la sana guía y consejo que viene desde la experiencia.

2) El mito de la imparcialidad: La manera de ser justos es tratar a todos por igual. Error. La vida por supuesto evidencia que no todos somos iguales y lo que realmente es justo es hacer más por aquellos que más necesitan. La diversidad de los equipos en conocimiento y habilidades necesariamente implica que el jefe lidere más de cerca a aquellos que aprovecharan más el acompañamiento.

3) El mito de la autoridad: La autoridad está allí para utilizarla y frecuentemente nos hace comportarnos como perfectos idiotas. Son los típicos jefes que confunden el mal tono, la grosería, la corrección en público y la humillación como arma de guerra para “formar” a su equipo. Aquellos que han sufrido sus consecuencias caen en otro error común cuando son jefes y es el de irse al otro extremo, al del “jefe Buena Gente”. Los dos extremos son perversos. Los buenos jefes hacen lo que esté a su alcance para lograr que su gente tenga éxito. El mejor jefe está allí para servir a los suyos no al revés y esto implica acompañar con buenas maneras pero hacerlo.

4) El mito de la conversación difícil: Queremos ser queridos y admirados y por lo tanto evitamos confrontar para no hacernos impopulares. Este error es típico y por supuesto genera más daños que beneficios. La verdadera ayuda a nuestra gente así como sucede en la casa, implica aleccionar, corregir. Evadir conlleva afianzar en nuestros equipos sus defectos sin ninguna posibilidad de construir las habilidades que el mercado demanda.

5) El mito de los factores fuera de nuestro control: Los gerentes evitan ser fuertes debido a que hay muchos factores fuera de su control: la cultura corporativa, la alta dirección, los recursos limitados, etc. Por supuesto que esta realidad existe, pero del otro lado hay una gran cantidad de elementos que si están bajo nuestro control. La mayor jerarquía permite saber navegar las aguas turbulentas y a veces absurdas de la cultura interna poniendo ese conocimiento a disposición del equipo para facilitar y agilizar las decisiones.

6) El mito del líder natural: Es el típico discurso de "No soy bueno en". Por supuesto que todos somos menos buenos en algo por no decir malos. El buen jefe sin embargo es aquel con la humildad de aceptar sus lados flacos, trabajar en ellos, complementarse con gente mejor que compense la debilidad pero trabajando duro para construir la habilidad y convertirla en hábito. Todos somos más eficientes cuando trabajamos nuestras fortalezas pero ignorar un defecto que afecta al equipo ralya con la insensatez y la desidia.

7) El mito del tiempo: No tengo suficiente tiempo para administrar temas de gente. La realidad es que la estadística prueba que de todos los recursos a administrar, su gente debería ser la prioridad No 1. El factor de mayor predictibilidad de éxito frente a la productividad y moral de su equipo es de lejos el tiempo invertido en construir una relación sólida entre los empleados y su jefe directo. Esto por supuesto implica conocerlos de cerca, apoyarlos a tiempo, y saber cómo y cuándo habilitar sus deficiencias.

Ser el jefe no es un premio otorgado por organizaciones jerárquicas que todavía creen en los mecanismos de garrote y zanahoria. Ser jefe es una responsabilidad que permite poner nuestra experiencia al servicio del crecimiento de nuestros equipos en pos de la rentabilidad de nuestra organización. Escudarse en falsos mitos es abrogarse un poder inexistente y transitorio que por supuesto le hace daño a los “dirigidos” pero sobre todo le hace un enorme daño a su carrera.