ADRIANA MOLANO

Las colombianas que no sabemos usar internet

¿Y si el género resulta ser una carga y no una fortaleza en los escenarios digitales?

Adriana Molano, Adriana Molano
9 de marzo de 2018

3,9 es la calificación que nos damos las colombianas sobre nuestro conocimiento y habilidades para usar internet. 3,9 sobre 5,0 es el punto en la escala donde 3.561 colombianas se ubicaron en la ‘Encuesta de acceso, uso y apropiación de las TIC por parte de las mujeres en Colombia’, cuyos resultados fueron presentados ayer por el Ministerio TIC.

3,9 es un agua tibia. No nos rajamos, pero nos sigue faltando el centavo para reconocernos aptas usando la tecnología.

No sé si esta cifra deba verse como positiva o no. Por una parte, reconocerse con ciertas habilidades, pero no como sabelotodo, deja abierta la puerta a nuevas posibilidades de formación y crecimiento. Por la otra, vemos que las percepciones erróneas que han acompañado a las mujeres a lo largo de la historia nos persiguen hasta internet.

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El Ministerio, con el ánimo de formular mejores políticas basadas en el conocimiento de las mujeres y su relación con la tecnología, desarrolló la encuesta en 60 municipios del país, incluyendo a mujeres rurales y urbanas, de etnias, de capitales, de distintas edades y niveles socioeconómicos. Se podría decir que el estudio refleja a las colombianas conectadas (o no), las colombianas de 3,9 en digital.

Pero no puedo evitar la incomodidad al ver los resultados del estudio, especialmente cuando veo cómo los imaginarios y estereotipos de género nos persiguen en línea. “El 49% de las colombianas considera que las mujeres se inclinan más por lo emocional y por el cuidado de la familia, que por las tecnologías; el 47% supone que las mujeres son más inseguras y se alteran cuando sus equipos tecnológicos fallan o se dañan; el 46% piensa que a las mujeres les atraen más las redes sociales, porque son más habladoras y amigueras; mientras que, a los hombres les interesan más los videojuegos porque les gusta más la velocidad, la acción y los contenidos violentos”.

Los resultados reafirman un temor que el mismo estudio no ayuda a resolver. Todavía seguimos creyendo que los escenarios digitales funcionan a imagen y semejanza de los físicos, y nos llevamos la carga del género a nuestra vida en línea.

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Existen vacíos de conectividad, sí; existen brechas de competencias digitales, también. Sin embargo, pensar que ese 3,9 – medido bajo un instrumento con un enfoque de género en el cual se consideran pertinentes las preguntas que a la luz de las respuestas podemos inferir –, refleje quiénes somos las colombianas en línea, no me parece coherente con las apuestas de avanzada que ha hecho recientemente el Ministerio TIC, y aunque podría servir de guía para tomar algunas decisiones sobre ciertos segmentos de la población, no siento que sea amplio ni iluminador sobre el camino que estamos trazando las colombianas gracias al uso de internet.

El año pasado tuve la fortuna de ser elegida como Mujer TIC por Canal Informático, publicación especializada del sector, grupo en el cual estamos varias caras ‘conocidas’ de las tecnologías. La semana pasada, con ayuda del grupo de Mujeres en Tecnología (WIT) impulsado por la Asociación Internacional de Partners de Microsoft, pude reunirme con otras mujeres, caras nuevas, de la movida tecnológica. Ni las 300 postuladas como Mujer TIC, ni las 15 reunidas por WIT eran mujeres de 3,9. No se las sabían todas en redes sociales o usando soluciones de ofimática, pero están ávidas por aprender y saben mucho más sobre ciberseguridad y criptomonedas que otros por ahí.

Una pregunta hipersimplificada, como debió haber sido la que llevó a esa puntuación, nos sumerge en el agua tibia y nos consume en nuestras propias percepciones. Si medir el acceso, uso y apropiación de las mujeres en tecnología en Colombia es resultado de un examen técnico, podría ser válido el 3,9 – incluso una cifra menor –. Pero limitar el resultado a una percepción está dejando por fuera todo aquello que como mujeres aportamos a través de lo digital y que muchas veces nosotras mismas no vemos, cortesía de los imaginarios que ya conocemos.

Una de las formas más maravillosas en que la tecnología ayuda a impulsar el desarrollo de las personas es eliminando las barreras de género. En Internet no importa si se es hombre, mujer, o se está ubicado en cualquier gama del amplio arcoíris. Tampoco importa si se es latino, japonés o norteamericano, ni cuentan las amistades y las roscas. En Internet se es lo que se quiere ser y se consigue lo que se gestiona.

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