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Laberintos de ignorancia

El desconocimiento de muchos es un buen negocio para unos pocos. La ignorancia es la prisión del verdadero progreso, tanto de un país como de una persona. Opinión de Germán Retana.

Germán Retana
15 de abril de 2013

En ella se origina la manipulación de la conciencia de quien no posee mucho discernimiento, el conformismo de quienes colocan su esperanza de mejorar en alguien externo o en la dependencia de un proveedor de argumentos paliativos o de bienes básicos que hacen olvidar el verdadero potencial para su propio desarrollo.

En un ambiente en el que circunda este flagelo, los astutos hacen fiesta, pues hasta reciben el aplauso de quienes lo padecen. Cicerón sentenciaba que "ningún hombre debería tratar de obtener beneficio a costa de la ignorancia de otra persona". Pero la realidad no es así en organizaciones o comunidades en las que se carece de conocimientos, información y pensamiento crítico para cuestionar y analizar lo que se escucha, por ilusorio que sea.

Los mitos falsos, las tradiciones sin sentido y las amenazas encuentran terreno fértil en el miedo de quienes ni siquiera se detienen a reflexionar en lo que están pensando. Es más, con tal de no correr el riesgo de aceptar la presencia de una equivocación, no faltan quienes marginan y reprimen a aquellos que poseen sabiduría que esclarece y los que desprecian aprender algo que ignoran.

El desconocimiento estanca naciones y destruye relaciones. El poeta italiano Arturo Graf decía que la sabiduría y la razón hablan, pero la ignorancia y el error ladran. Con ella el rumbo es hacia la represión, la violencia y la desigualdad de oportunidades. El miedo a la verdad es el síntoma, la demagogia la anestesia y la coerción la medicina.

No comprender la realidad, no tener posibilidades de educarse y desconocer información vital son pesos enormes para una persona que cada vez se margina más. Lo peor es que con frecuencia ni ella se da cuenta de sus desventajas, porque no ha tenido acceso a mirar otras opciones. Su mal es tan grave que no lo ve desde adentro. Está perdida en su propio mundo.

Según Sócrates, "solo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia". El camino es la educación, no el adoctrinamiento. Las empresas pueden contribuir al desarrollo de un país invirtiendo en el despertar del talento de sus miembros, creando oportunidades para que ellos y sus hijos tengan acceso a fuentes de aprendizaje para una educación integral, no solamente técnica.

En organizaciones cultas hay respeto a las diferencias, debate inteligente y hambre por crecer en conocimientos, pilar competitivo en un mundo que deja atrás a quienes se entrampan en oscuros laberintos de ignorancia que solo conducen a más ignorancia.

* Profesor Incae Business School