Victor Hugo Malagón, columnista online.

OPINIÓN ONLINE

La coherencia empresarial genera valor

Lamentablemente es, esta incoherencia de algunas organizaciones, la razón principal que sustenta un cierto escepticismo generalizado de muchos grupos de interés acerca de las virtudes y la autenticidad de los modelos de responsabilidad social y sostenibilidad de las organizaciones.

Víctor Hugo Malagón Basto
3 de noviembre de 2016

Hace pocos días, durante un importante conversatorio sobre la responsabilidad social de los abogados y de las empresas y oficinas en el ámbito jurídico organizado por la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, la Fundación Probono y la firma DLA Piper Martínez Beltrán, me atrevía a decir que las definiciones más simples y más básicas, suelen ser también las más acertadas y completas.  Esta idea se refuerza cuando el Diccionario de la Real Academia de la Lengua nos ofrece definiciones excepcionales sobre todos los vocablos y conceptos de nuestro bello idioma castellano.

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Reza precisamente el diccionario de la RAE, a propósito del concepto de Coherencia que proviene del latín cohaerentia que significa la  conexión, relación o unión de unas cosas con otras y más específicamente la define como la “Actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”. Qué concepto tan necesario pero al mismo tiempo tan olvidado y despreciado en la realidad de muchas empresas y organizaciones en nuestra sociedad.

La misma sociedad que anhela, espera, discute y se apasiona con la idea de una paz estable y duradera, la misma sociedad que intenta caminar hacia la innovación y la responsabilidad social de las organizaciones, la misma sociedad que sueña con dar los saltos cualitativos necesarios para consolidar una ruta al desarrollo, pero al mismo tiempo una sociedad de desencuentros y violencias, una sociedad hipócrita que  suele criticar con ánimo de destruir las iniciativas y modelos de gestión y desarrollo liderados desde el gobierno, la academia, la sociedad civil o la empresa, una sociedad cuya cultura termina por aceptar y por acostumbrarse a la corrupción y la injusticia.

Este es probablemente uno de los dilemas más graves a los que nos enfrentamos como sociedad y que se traslada inevitablemente a la realidad de nuestras empresas y organizaciones: la incoherencia.

Ya hemos dicho en este mismo espacio, que la empresa como persona “grupal” es una suerte de proyección de las personas individuales, podemos entonces, encontrar un paralelo entre la personalidad del individuo y la cultura de la organización (a saber querencias, creencias, comportamientos, medios y fines), lo que nos conduce a la cuestión de la coherencia, necesaria para garantizar la estabilidad de la organización.

De este modo la fijación, implementación y realización de la cultura, así como la armonización de las variables culturales es tarea principal de la acción directiva y en el mismo sentido la institucionalización de dicha cultura, más allá de la presencia y/o permanencia de las personas, resulta ser también uno de los retos más difíciles y complejos del futuro de nuestras organizaciones.

Por eso es más que lamentable ver empresas que pregonan la transparencia y la responsabilidad, pero al interior de sus procesos, en sus prácticas de mercado, en el trato a su talento humano, en sus formas de gobierno corporativo, en la legitimidad de su modelo de inversión y gestión social, e incluso en la efectividad de su modelo de gestión medioambiental, sus comportamientos resultan absolutamente opuestos.

Coinciden estas incoherencias con ejemplos de organizaciones que no han logrado institucionalizar su cultura, y los progresos o retrocesos en este sentido coinciden con la presencia o ausencia de personas concretas en sus órganos de dirección. Es el caso de empresas que en alguna época fueron líderes comprometidos en destacados escenarios de responsabilidad, equidad, reporte, etc como el Pacto Global de Naciones Unidas, el estudio de equidad de Aequales-CESA, el modelo EFR o Merco, la aplicación de los estándares GRI, entre otros, y que en los últimos reportes y escenarios han desaparecido completamente de los mismos, lo que muestra simplemente que su compromiso correspondía a temas externos y ajenos a la convicción real y la cultura de la misma empresa, nuevamente: incoherencia.

Lamentablemente es, esta incoherencia de algunas organizaciones, la razón principal que sustenta un cierto escepticismo generalizado de muchos grupos de interés acerca de las virtudes y la autenticidad de los modelos de responsabilidad social y sostenibilidad de las organizaciones. Resulta pues que la coherencia puede ser una fuente muy poderosa de creación de valor reputacional, económico, social y ambiental, pero la incoherencia a su vez se convierte en una enorme amenaza de destrucción de valor para muchas organizaciones, al final es cuestión de sobrevivencia.

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