ERICK BEHAR VILLEGAS

Jóvenes idealistas: tengan cuidado con el sector público colombiano

Esta carta está dedicada a todos esos jóvenes que sueñan o piensan trabajar en el sector público colombiano, no por politiquería y herencias abstractas, sino por el ánimo idealista de cambiar las cosas.

Columnista , Columnista
7 de mayo de 2019

Esta carta está dedicada a todos esos jóvenes que sueñan o piensan trabajar en el sector público colombiano, no por politiquería y herencias abstractas, sino por el ánimo idealista de cambiar las cosas. Luego de recoger varios testimonios de distintos niveles de gobierno y haber estado unos años en cargos públicos, siento el deber de escribirles. Empiezo diciéndoles: tengan mucho cuidado.

Cuando lleguen, encontrarán que el fulgor de la meritocracia se convierte en esporádicos oportunismos. Las instituciones que admiran desde el colegio tomarán una forma muy distinta al vivirlas. La meritocracia casi nunca se da, a menos que se alinee con una necesidad de momento o una recomendación de alguien. Entonces, su capacidad de networking y persuasión será más importante que sus propios conocimientos.

Si aman la ingeniería, la economía o alguna otra ciencia, lo siento, tendrán que saber más de derecho público, porque aquí la forma domina el fondo. El sentido común no será tan común, pues se rige por lo que algunas personas (del ámbito político) entendieron como sentido común o reacción a situaciones que no entendieron. Su libertad de opinar se verá fuertemente coartada, pero en la teoría, todo se verá bien. Vivirán en la plenitud de la desconfianza, con algunos sufridos brotes de avances positivos que les costarán energías enormes a ustedes y a sus familias.

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Las entidades que ustedes vivan serán reinos de la razón en el papel, y feudos de frustración en la práctica con algunos momentos inolvidables y positivos. Vivirán experiencias maravillosas también, eso sí; conocerán personas valiosas e inteligentes, pero tendrán que ponerse una coraza de acero para aguantar que ese valor de las ideas importantes sea constantemente pisoteado por lo urgente y lo que ‘genere impacto’. Verán que lo que más importa es el cortoplacismo, no porque alguien haya leído a Keynes, sino porque lo importante son las elecciones. No hay nada más contagioso que el ejemplo, dijo François de la Rochefoucauld, y si ustedes no ponen ejemplo desde la innovación y el sentido común, enfrentándose a la inercia burocrática y cómodamente destructora de este Estado, otros lo harán por ustedes, pero con intenciones distintas.

Arnold Schwarzenegger, sí Terminator y a la vez exgobernador reelegido de California, dijo que sentía que el honor más alto viene de servir a la gente y a su país. Eso no cambiará, pero ese honor dolerá si hacen todo bien, pues encontrarán escollos que invitarán a la tentadora práctica de pasar de agache y no hacer nada. Miren el caso de nuestros militares y policías. El día en que los civiles los necesiten de verdad, tanto saboteo, insulto e indiferencia se hará de lado, porque verán que la vida militar es más mística que placer, más sacrificio que aventura, y, sobre todo, más honor que felicitaciones. Si no me creen hagan un curso de lancero por un día a ver cómo se sentirían tres meses.

¿Y la reputación? Esa se puede construir de dos formas aquí: una es metiendo cuentos y la otra es haciendo cosas de verdad. En todo caso, no importa, así lleguen a la cúspide, podrá pasar, como en el mito de Sísifo, que la piedra se les caerá de nuevo a la falda de la montaña por cuenta de enemistades. No olviden que lo que importa en Colombia es el titular, no el artículo. Basta juntar tres palabras de manera oportunista para hundir el nombre de algunas personas, pero ¿cuánto le costará al país atraer a gente realmente buena al Estado? Aquí resuena la idea de Benjamin Franklin, que sostuvo que el vidrio, como la reputación, se rompe fácilmente y nunca se podrá reconstruir bien. Entonces, verán que las auditorías no obedecen a la etimología latina de “escuchar”, sino a veces a mandados más oportunistas que técnicos. Habiendo estado un tiempo corto en el sector público alemán, les digo, algo así es impensable. Aquí es pan de cada día.

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En Colombia vivimos algo así como el Spoils System, quizá lo más cercano al nepotismo o clientelismo. Andrew Jackson, el séptimo presidente de EE.UU en el siglo XIX, estableció algo así, creyendo que la burocracia podía ser desempeñada por cualquiera, pero como lo recuentan Holzer & Schwester (2011), esto llevó a ineficiencias, prejuicios, abusos y escándalos. La exposición de Charles F. Mercer, escritor del siglo XIX, sobre las barbaridades de Jackson, las hace tan plausibles con las que vivimos en Colombia, que vale la pena que lo lean. Ahí fue cuando EE.UU tuvo crisis de desfalcos, robos y nepotismo, pero la demagogia de Jackson respondía: “to the victors belong the spoils!”. Sí, aquí también, los que ganan se quedan con el botín.

Lo irónico de todo esto es que si ustedes, los jóvenes idealistas que están dispuestos a entrar con fortaleza al sector público, se desmotivan, otros tomarán sus plazas. Y ellos no estarán tan preocupados por la esencia de servir y transformar, sino llevados, quizá, por una inercia que no es muy alérgica a la acumulación del poder. Entonces, si luego de entender que tienen que ser más abogados que especialistas de sus ciencias, si están dispuestos a ponerse un escudo de acero y valentía contra las vicisitudes que los golpearán, háganlo. El sector público colombiano es un campo minado, pero ahí no para, es un campo minado en donde llueven balas en formas de pajaritos con cánticos parecidos a los que confundían a Odiseo en sus periplos. Pero, hay héroes que se encargan de desminar, porque así se le da paso a la esperanza. Ojalá los valoráramos y no los despreciáramos. La empatía, una cosa extraña en este país, serviría en ese propósito.

Entonces, queridos jóvenes imbuidos de idealismo, ética, y ahora realismo, mi mensaje no es desmotivarlos y decirles que no trabajen en el Estado, sino que primero adquieran conciencia de lo que vivirán. Hablen con los que han pasado por ahí. No coman cuento, pues verán que la imagen está por encima de la esencia, que hablar es más importante que hacer, que aquellos que sí hacen, hacen lo que otros 20 no son capaces de hacer, verán que las amistades son de arena, verán que el idealismo existe en los textos y que estos textos serán inmortales y subjetivas verdades burdamente interpretadas, perdón, leyes y decretos.

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Ese es el sector público colombiano: habrá muchos riesgos, tendrán que ser más abogados que administradores, ingenieros o técnicos, pero al final tendrán una muy personal satisfacción sobre su legado. Cuando una persona en silla de ruedas, de pocos recursos y exiguas oportunidades laborales los abrace por haber tomado riesgos por mejorarle su vida desde lo técnico y sostenible, sentirán que todo valió la pena. Ustedes son los que desminarán ese campo, y sépanlo, este artículo es para ustedes, no para los que quieren que ese campo siga minado.