PABLO LONDOÑO

Il Dolce Far Niente o la dulzura de no hacer nada

Vuelve a tratarse con preocupación el tema de la productividad laboral y la lógica detrás de la jornada de ocho horas. Esta vez el encargado de revisar el tema es la BBC que en un reciente estudio titulado “el caso convincente de trabajar mucho menos” estudia en detalle y critica con datos, la falsa creencia de que trabajar más horas es igual a ser más productivos.

Pablo Londoño, Pablo Londoño
14 de diciembre de 2017

Y es que la humanidad, que logró hace más de 100 años que se redujera la jornada a ocho horas diarias (simplemente porque la jornada de casi 16 horas estaba matando cristianos por montones) y para que nos digamos la verdad porque el mismo Ford decidió bajarla a ocho probando que  se aumentaba la productividad, no hemos vuelto a revisar el caso con el detenimiento y la seriedad que amerita.

El estudio de la BBC señala como a nivel mundial, no existe una correlación clara entre la productividad de un país y el promedio de horas de trabajo. Con una semana laboral de 38.6 horas, por ejemplo, el empleado estadounidense promedio trabaja 4.6 horas a la semana más que un noruego, pero mirado desde la óptica de aporte al PIB, los trabajadores de Noruega contribuyen con el equivalente a $ 78.70 por hora, en comparación con los $ 69.60 de los EE. UU. En cuanto a Italia, con una semana laboral promedio de 35.5 horas, produce casi un 40% más por hora que Turquía, donde la gente trabaja un promedio de 47.9 horas por semana.

Desde que se popularizó  la jornada actual, tema que entre otras costó decenas de huelgas y varios muertos, nos acostumbramos a trabajar de sol a sol, sin detenernos a revisar lo absurdo de mantenerla, toda vez que en estos  cien años la humanidad se inventó entre otras el computador, el teléfono móvil, y  popularizo el avión, que por lógica deberían facilitar el trabajo, aumentar la productividad y reducir la jornada, pero que al contrario lo que ha logrado es esclavizar a un ser humano que trabaja todavía más porque lo que debería ser su espacio de descanso lo está utilizando para seguir enchufado a su mundo profesional.

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Para las personas mayores de 40 años, la investigación descubrió que una semana laboral de 25 horas puede ser óptima. Suecia experimentó recientemente con días de trabajo de seis horas, descubriendo que los empleados tenían mejor salud y productividad. Una encuesta de casi 2,000 trabajadores de oficina a tiempo completo en el Reino Unido encontró que las personas solo eran productivas durante 2 horas y 53 minutos de un día de ocho horas. El resto del tiempo lo pasan revisando las redes sociales, leyendo las noticias, teniendo conversaciones no relacionadas con el trabajo con colegas, comiendo e incluso buscando nuevos trabajos.

Y es que el descanso no sólo es justo, también es útil. La red de modo predeterminado (DMN) es una parte del cerebro que se activa cuando no estamos haciendo “nada”, juega un papel crucial en la consolidación de la memoria y en la visión de futuro. Esta área del cerebro se activa cuando las personas miran a los demás, piensan en sí mismas, emiten un juicio moral o procesan las emociones de las otras personas.

Si esta red se apaga, o no se ejercita adecuadamente (es un músculo), podríamos tener dificultades para recordar, prever las consecuencias, captar las interacciones sociales, comprendernos, actuar con ética o empatizar con los demás, todas las cosas que nos hacen no solo funcionales en el lugar de trabajo, sino en general,… en la vida.

Los italianos, esa maravillosa civilización que hace culto a la creatividad, al descanso y a las relaciones humanas así lo han entendido. Una jornada laboral más corta que les permite todavía almorzar en familia, tomarse unos vinos, ver un partido de futbol con los amigos y tomar la siesta antes de volver al trabajo por unas pocas horas. “Il Dolce Far Niente” lo llaman ellos, yo lo llamaría vivir con sentido.

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Estamos entrando en una era en donde le cederemos (por fin) las tareas rutinarias a los robots, dándole tiempo a la humanidad para pensar en el futuro y disfrutar de las cosas que en la vida tienen mayor valor. El único problema que esto tiene es que hemos aprendido a   mantenernos “ocupados”. La conversación, la risa, el disfrute de los otros, el arte del ocio bien utilizado que también hay que aprenderlos, son actividades que demandan un tiempo  que hoy, como autómatas, le estamos dedicando a ver pendejadas en el celular en un acto reflejo que inhibe la interacción humana.

Antiguamente había una capacidad de alegría y juego que hasta cierto punto se ha visto inhibida por el culto a la eficiencia. Como dijo Bertrand Russell: “El hombre moderno piensa que todo debe hacerse por el bien de otra cosa, y nunca por sí mismo ".

Llego la hora de que repensemos la lógica de la jornada laboral; pero la discusión de fondo, la más importante, es que le dediquemos tiempo  a pensar lo que vamos a hacer con ese “tiempo”.