PABLO LONDOÑO

Gerencia: control vs autonomía

He investigado a fondo las teorías de la motivación humana. Del porqué de esa permanente y natural necesidad que tenemos todos de levantarnos energizados, con ganas de comernos el mundo, de aportar nuestro grano de arena, de construir un mundo mejor.

Pablo Londoño, Pablo Londoño
12 de julio de 2018

A su vez, y de la mano de estas, que por supuesto son estudio obligado en las materias sobre teoría organizacional, he recorrido las teorías sobre los modelos de liderazgo, ambas, íntimamente unidas.

Y es que de manera lógica, cuando el sistema no funciona, que es lo que comúnmente pasa, la lógica humana traslada inmediatamente esa responsabilidad al imaginario de un salvador, de un mesías, de un caudillo con capacidad de sacarnos del atolladero y por arte de magia salvar a la humanidad del caos, a la empresa de la debacle.

Mi curiosidad surge de la intuición de que algo anda mal allá afuera, validado por supuesto por cientos de conversaciones que a lo largo de los años he tenido con profesionales que una y otra vez se preguntan si están en el lugar equivocado, si se les cumplió su “ciclo”, si será culpa de ellos o del sistema y de miles de gerentes que se dan contra las paredes tratando de entender el porqué de sus problemas de clima, de rotación, de incumplimiento de las metas: al final, de entender por alguna vía la naturaleza humana.

Alrededor de estos temas, desafortunadamente, me encuentro más con casos de desmotivación y crisis que con casos de éxito. Si, ese sentimiento de nostalgia por esa etapa de la vida en donde nos movía no tanto el salario como el aprendizaje; no tanto el ascenso y el estatus como el hacer parte de un equipo ganador; no tanto  la comodidad que se alcanza con los años sino  la curiosidad que saben despertar en uno algunas pocas personas u equipos, es en realidad el sentimiento predominante.

La mayor parte de las personas de este planeta no logra juntar su modelo aspiracional que es por lógica absolutamente individual, y que hace parte del esquema de valores propios, con los de la organización o el de su jefe de turno que en general, movido por las palancas del sistema, se desvía de los modelos obvios de motivación y cae una y otra vez en formulaciones que se han probado erróneas como las del castigo y la amenaza en un extremo o la del premio o el reconocimiento momentáneo que generalmente en el mundo organizacional utiliza la palanca salarial o la del bono como barita mágica para moldear el comportamiento.

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Esto no funciona. Y por supuesto no quiero con esto afirmar que no tengamos todos la lógica aspiración de la seguridad patrimonial o del aliciente momentáneo económico que siempre cae bien, pero es solo eso: momentáneo. Al igual que le sucede a quienes se ganan la lotería, una vez ha pasado la descarga de adrenalina inicial y la celebración del instante, esto rápidamente se desdibuja y queda en el recuerdo. Las palancas de motivación humana van más allá, son más profundas.

La génesis del problema viene sin duda desde el mismo modelo escolar que se niega a entregarle autonomía a ese niño que como esponja quiere divertirse mientras aprende. Y no quiere decir que no se fijen unos parámetros comportamentales que le den orden al caos y que permitan convivir con los demás. El marco de operaciones siempre es sano, pero una vez entregado y exigido, es la autonomía y no el control lo que habilita los procesos humanos inteligentes hacia la creación, el aprendizaje y la habilitación de la inteligencia colectiva.

Son sonoros los éxitos de empresas como Google que han ensayado olvidar los esquemas típicos para habilitar (en el caso de Google en el 20% del tiempo del individuo) espacios para que este se dedique a estudiar el proyecto que se le dé la gana. Si, así como suena. Los proyectos más exitosos, los emprendimientos más rentables del gigante de la información han surgido del 20% admitido en un marco de plena libertad y autonomía y no del 80% restante en que se regresa a la prehistoria, al control, al proceso, al indicador de gestión, a la junta, al comité, al incentivo salarial o de ascenso.

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Desafortunadamente, y aquí mi sablazo a la academia, la ciencia de la gerencia sigue dándole la espalda a los esquemas de autonomía humana que tanto asustan, para seguir enseñando una y otra vez modelos de control. Y es que de la mano de esta, hay toda una infraestructura organizacional vigente, un aparato económico existente que se ha montado de la mano de esquemas de control. El jefe, el supervisor, el gerente, el auditor para no ir más lejos, existen no tanto para la creación, la estrategia, la innovación o la modelación de escenarios futuros, sino para el control, la verificación del error, la validación del desvío frente a lo definido.

Millones de horas de cerebro humano diseñado para crear, aprender, y retar el statu quo, y en vez de esto la humanidad y la ciencia de la gerencia los han puesto a controlar, medir, validar, criticar, y por supuesto a despedir: que desperdicio.

La mente humana está cableada para generar mejoras continuas si se le habilita el espacio para ello. Los grandes inventos de la humanidad, los grandes cambios sociales, y las empresas más rentables han surgido de modelos de autonomía y automotivación, no de un comité de gerencia, ni de un balance score card. Algo grande tiene que cambiar.