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¡Estás equivocado, admítelo!

"Nuestro problema aquí no es que el jefe se equivoque, sino que no lo admite, eso es lo que más nos aleja de él". Los miembros de las organizaciones desean tener líderes parecidos a ellos, por eso surge la identificación en ideales y el carisma; pero si luego éstos se declaran infalibles, establecen una peligrosa distancia y su liderazgo queda en el pasado. Opinión de Germán Retana.

Dinero
4 de julio de 2012

Se equivoca el que intenta lograr algo, el que se atreve a transformar, el que comprende que no es lo mismo errar que ser fracasado. Por el contrario, es muy sencillo evitar equivocarse. Simplemente hay que dejar de pensar, o bien, jamás comunicar a otros lo que se piensa, así nadie nos dirá que estamos en un error. "Una persona nunca debe avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es más sabio de lo que fue ayer", argumenta Jonathan Swift, autor de "Los viajes de Gulliver".

Esa misma sabiduría faculta comprender que negar las equivocaciones es un acto de arrogancia que rompe puentes en las relaciones y crea barreras a la credibilidad. Es un paso atrás y voluntario para alejarse del equipo. Por eso, declararse falible está reservado para personas con alta autoestima y confianza, pero sobre todo, con humildad para saberse mortales y parte de la raza humana. Sus seguidores saben apreciar su honestidad y hasta valoran la lealtad del jefe y compañero que, en cierta forma, les dice "soy uno de ustedes y por eso cometo faltas que reconozco y trato de rectificar".

En su popular lenguaje, Cantinflas decía que aquel que mete la pata y reconoce su falta, da prueba de su valor. Lo que sucede es que hay organizaciones y hasta países en los que equivocarse sale carísimo por el castigo moral de los demás, por la supuesta pérdida de credibilidad e imagen personal. De allí que aquellos que reconocen sus errores deben poseer una gran fortaleza mental, conciencia sólida y un alto sentido de responsabilidad; todo lo cual enaltece su liderazgo. Y vamos más lejos, hay líderes que asumen proactivamente todo el peso del error de su equipo de trabajo, sin mirar culpables. Eso explica por qué cuentan con tanto respeto entre los miembros de su organización, quienes estarán gustosos de corregir los errores, pues ya no importa quién ni por qué se cometieron.

Mientras el tamaño del ego esté bajo control, no habrá temor a la equivocación. Esto repercutirá en un ambiente laboral más auténtico, innovador, flexible al cambio y confiable. Incluso, puede ser hasta políticamente rentable aceptar la comisión de errores, ya que como bien afirmó el economista J.K. Galbraith "en cualquier organización es mucho más seguro estar equivocado con la mayoría, que tener razón solo".

* Profesor Incae Business School